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Centro de Estudios en Nutrición del Dr. T. Colin Campbell

Ya no como mantequilla de maní o chocolate. Es un milagro. Este fenómeno no tiene la cualidad de separar el Mar Rojo, ni de multiplicar cantidades de peces y panes. Esta abstinencia es más como una bendición que media entre mis viejos comportamientos habituales y mi mejor interés.

“No chocolate, no mantequilla de maní” nunca tuvo sentido para mí hasta que encontré el holismo. Después de todo, la mantequilla de maní tiene grasa y proteínas, el chocolate tiene carbohidratos. Así fue como pensé en la nutrición.

Yo tenía alergias físicas, tenía cincuenta libras de sobrepeso con una carga igual de cincuenta libras en mi cabeza por el estrés de todo, y me sentía un poco emocional sobre mi imagen corporal. Nunca pensé que el cuerpo, la mente y la emoción podrían estar relacionados, la inteligencia del cuerpo trabajando como un todo milagroso. Nunca pensé en considerar la alimentación para ayudar mi mente frenética, cuerpo regordete y sentimientos salvajes.

Un día mi doctor me sugirió, “Mmm. Echemos un vistazo a esto. La alimentación puede afectar todo. ¿Qué comes regularmente? Por ejemplo, el maní y el chocolate son alérgenos comunes”.

Gracias a Dios él piensa holísticamente. “Regularmente” era un eufemismo. El maní y el chocolate eran mis artículos de primera necesidad. Pensé que había un Consumo Diario Recomendado —abreviado RDA (sigla de Recommended Dietary Allowance)— para estos dos grupos de alimentos esenciales.

Me aferré al paradigma del reduccionismo durante décadas, mientras comía ricos dulces. Cuando compartía tiempo de hamaca con mis primos más jóvenes, nuestro abuelo nos servía tazas pequeñas de helado de chocolate, cubiertas de maní español. Carbohidratos, proteínas, grasas. Si terminaba mi porción de carne asada que me daba la abuela, ella me premiaba con Mr. Goodbars. La proteína animal era un grupo alimenticio. Los chocolates y el maní eran la recompensa. Imagina.

Pero en algún momento mi camino, basado en el condicionamiento cultural, dejó de funcionar. Ser gordo. Tener alergias. Loco por el frenesí de la comida. Las dietas tampoco funcionaron. Necesitaba un nuevo paradigma. Encontré a mi “profesor” cuando encontré a T. Colin Campbell. Mucho antes del Estudio de China, leí lo que entonces se llamaba El Proyecto China. Me inscribí para los envíos de correo de su New Century Nutrition cuando él estaba en Cornell y dejé de comer carne, pollo y pescado. Trabajé por teléfono con un dietista y me hice vegana. Cuando comprendí el holismo, el azúcar fue el último en irse.

Sabiendo cómo un cambio reverbera a través del todo, como psicoterapeuta, entonces me senté en sesiones con mis clientes con el conocimiento de que la terapia de charla por sí sola no iba a curar el complejo del cuerpo-mente. Yo sabía que la depresión de esta mujer podría terminar si dejara los carbohidratos procesados ​​que la arrastraron en un coma de alimentos. El cuerpo y la mente son uno, me hallaría diciendo. O yo sabría que la ansiedad de este hombre podría ser tratada con menos cafeína y azúcar, los estimulantes que estaba ingiriendo. La mente, el cuerpo, las emociones son uno, le recordaría.

Leí El Estudio de China y cursé el Certificado de Nutrición Basada en Plantas la primera vez que se enseñó. Comencé a comer alimentos reales basados en plantas sin procesar sin pensar en grupos de alimentos, calorías, dieta, pesaje y medición, grasas, proteínas o carbohidratos. Esos tres cursos finalmente me ayudaron a dejar de lado el pensamiento compartimentado. Gracias a “mi maestro”, estos cursos y un montón de trabajo, ahora soy una comensal de alimentos sin procesar, bajos en grasas, centrados en plantas. Y he escrito un libro sobre ese viaje: Food Fix: Ancient Nourishment for Modern Hungers.

A veces resbalo. Me encantan el chocolate y el maní. Pero yo y aquellos a los que entreno, enseño y aconsejo, conocemos el poder a través de todos los sistemas cuando elegimos las plantas como alimento. Yo enseño y escribo principalmente acerca de la bondad y la compasión hacia sí mismo en nuestras opciones de alimentación y estilo de vida. Y como el universo también funciona como un todo, el planeta y los animales también se benefician. Tal vez deberíamos llamarlo Whole Earth Eating.

Normalmente no soy del tipo de persona que cree en milagros. Sin embargo, ahora tengo un peso normal. Mis alergias se han ido. Mi colesterol está bajando de casi 300 a cerca de 200. Si recuerdo el todo cuando hago mis elecciones en comida, cuando me muevo o cuando me comunico, mi mente se pone aguda y mis emociones firmes. Cuando lo olvido, sufro.

Al amanecer hoy comí cortezas de avena con arándanos orgánicos y una pizca de linaza. Y todo mi ser lo sabe.

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