Es de esperar que nuestras decisiones alimentarias influyan en las de quienes nos rodean y viceversa. Pero, ¿nos damos cuenta de lo importante que puede ser este efecto? ¿Son las decisiones alimentarias de algunas personas más susceptibles que otras a las influencias sociales? ¿Existe un límite a esta influencia?
Estas son solo algunas de las preguntas que los investigadores se propusieron responder en un estudio publicado en el 2018 en la revista Appetite.[1] Durante buena parte de un año, los investigadores documentaron meticulosamente lo que la gente pedía para comer en una cafetería restaurante de Vancouver en la que los clientes hacían fila y en la que podían elegir entre opciones comparables vegetarianas y de carne (por ejemplo, un guiso a base de carne frente a uno a base de lentejas). Después de recoger información sobre lo que pedían los clientes, los investigadores encuestaron a los que aceptaron participar en el estudio, haciéndoles preguntas sobre sus hábitos alimentarios, su relación con la persona de adelante y si eran conscientes de las fuerzas sociales que influían en su proceso de toma de decisiones.
La pregunta principal que los investigadores querían responder era si los pedidos de las personas se veían influidos por los pedidos de quienes les precedían. Lo que descubrieron podría sorprenderte. Y podría mejorar nuestra apreciación de lo que significa ser un buen modelo a seguir. Pero antes de entrar en detalles, definamos algunos términos fundamentales.
Tal y como lo definen los investigadores, el modelado, en el contexto de la alimentación, es “el fenómeno por el cual las personas imitan la ingesta de alimentos o la selección de otra persona.”[1]
Nótese que la selección es sólo la mitad de la ecuación del modelado. La investigación sobre la ingesta, la otra mitad, ya está más establecida. Un metaanálisis del 2015 de 38 artículos encontró un efecto de modelado significativo para la ingesta de alimentos: “Los participantes comían más cuando su compañero comía más, y comían menos cuando su compañero comía menos.”[2] Curiosamente, el efecto de modelado fue mayor para las mujeres que para los hombres. También fue mayor como efecto inhibidor que como efecto potenciador. En otras palabras, aunque las personas modelan la ingesta de alimentos cuando el resultado es comer más, aparentemente son aún más propensas a modelar la ingesta de alimentos en la dirección opuesta, cuando su compañero come menos. Esto tiene sentido dado que, en la mayoría de los contextos sociales, no comer en exceso es una norma imperativa, especialmente para las mujeres (las normas imperativas son aquellas que las personas perciben como aprobadas o no aprobadas; son lo que creemos que debemos hacer). Parece razonable que esta norma imperativa pueda reforzar el efecto inhibidor del modelo.
El modelado de la selección de alimentos puede ser más difícil de estudiar, sobre todo con los platos principales.[1] En estudios controlados de forma más rigurosa, los participantes pueden ser especialmente susceptibles a la influencia social debido a la mayor incertidumbre de encontrarse en un entorno desconocido y saber que están siendo estudiados. Los estudios observacionales, como el del 2018, pueden captar el comportamiento en un entorno más natural, pero es difícil descartar otras influencias en la selección de alimentos o generalizar los hallazgos a la población en general.
Volvamos a la cafetería de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver.[1] Tras empezar con 269 participantes que dieron su consentimiento y excluir a los que conocían a la persona que estaba en la fila delante de ellos o a los que ya eran vegetarianos o veganos, los investigadores se quedaron con 174 participantes.
El principal hallazgo fue que los pedidos individuales coincidían con los de la persona que tenían delante en una proporción significativamente mayor de lo que cabría esperar por azar. En otras palabras, parece que los clientes seguían el ejemplo de los que tenían delante. “Tras un pedido previo de carne, la proporción de pedidos de carne aumentó del 73 % al 82 %”, superando el porcentaje que cabría esperar sólo por azar. Lo alentador es que el efecto de modelado parecía incluso mayor en el caso de los pedidos vegetarianos: “Tras un pedido vegetariano, los pedidos vegetarianos aumentaron del 27 % al 47 %”.
Lo que nos pareció más fascinante del estudio es que más de tres cuartas partes de los participantes afirmaron no haber sido influidos por la orden anterior. Aun así, el efecto de modelado fue significativo incluso entre ese grupo. Esto sugiere que el modelado puede ocurrir más allá de nuestra conciencia, una noción bien respaldada por la literatura científica más amplia sobre la influencia social.[3] En general, subestimamos las influencias externas en nuestras decisiones, quizá porque queremos sentir que controlamos nuestros destinos. Una excepción a esto es cuando admitir influencias externas respalda prejuicios egoístas. Por ejemplo, las mujeres que participaron en un estudio sobre la ingesta de pasta estaban más dispuestas a citar influencias externas (tamaño de las porciones) como “excusa” para comer en exceso.[4]
Aunque es posible que los participantes se vieran influidos “simplemente [por] presenciar cómo se llevaba a cabo el pedido anterior”, los investigadores señalan que todas las opciones de comida estaban a la vista, por lo cual es poco probable que la prominencia visual sea el único factor que impulse la coincidencia de pedidos. Otras limitaciones del estudio son el tamaño relativamente pequeño de la muestra y — supongo que lo más importante — su ubicación en un campus universitario. Es imposible saber si se produciría un efecto de modelado igual de sólido en entornos diferentes con poblaciones no compuestas predominantemente por estudiantes, que podrían ser más susceptibles a la influencia social o más abiertas a transicionar hacia dietas basadas en plantas.
Dados los numerosos beneficios para la salud y el medioambiente que conlleva el cambio a una alimentación basada en plantas, existe un interés creciente en todo el movimiento basado en plantas por saber cómo podemos fomentar de forma más eficaz el cambio de comportamiento en los demás. Para abordar con éxito y rapidez las crisis mundiales relacionadas con el consumo de comidas de origen animal, todos nosotros — responsables políticos, empresarios, investigadores y consumidores individuales — debemos promover mejor las estrategias que funcionan. Del mismo modo, sería útil saber qué estrategias son contraproducentes para poder evitarlas.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Al tratarse de ámbitos de estudio relativamente nuevos, siguen habiendo muchas más preguntas que respuestas. No es necesariamente eficaz como estrategia confrontar a la gente con información. Depende mucho del tipo de información que se comparta y de las circunstancias en las que esto se haga. En algunos casos, incluso planteamientos aparentemente inofensivos pueden resultar contraproducentes. Estoy seguro de que a muchos de ustedes se les ocurren algunos ejemplos en los que intentar iniciar una conversación sobre un estilo de vida basado en plantas podría servir más para anular el interés que para inspirar el cambio.
Para complicar aún más la cuestión, las normas sociales no siempre funcionan como esperamos. En un estudio publicado a principios de este año, los investigadores descubrieron efectos pequeños y estadísticamente insignificantes de las normas sociales en estudiantes de primer año “enfrentados a diferentes afirmaciones sobre las dietas de estudiantes ya matriculados y estudiando en la universidad.”[5] En particular, descubrieron que las estudiantes respondían mucho más a esta exposición explícita a las normas sociales que sus homólogos masculinos, especialmente cuando sus elecciones alimentarias podían ser observadas por otros. En otro estudio, los investigadores descubrieron que es más probable que se sigan las normas cuando éstas se transmiten de forma implícita y las circunstancias no resultan desconocidas; sin embargo, los participantes que tenían pocas intenciones de seguir una alimentación vegetariana desde el principio de un estudio “[mostraron] una reacción contra una norma vegetariana explícita en un contexto desconocido [énfasis añadido].”[6] Es decir, aquellos que no estaban interesados en la alimentación vegetariana en un principio se volvieron incluso menos propensos a elegir opciones vegetarianas cuando se enfrentaron a una norma explícita. Intuitivamente, esto tiene sentido. Probablemente todos hemos conocido a alguien, en algún momento, que mostraba este tipo de terquedad.
Sin embargo, una cosa que no puede ser contraproducente es ser un modelo positivo. Aunque se necesita más investigación en este campo, ahora tenemos al menos algunas pruebas convincentes de que nuestro ejemplo por sí solo puede inspirar a otros a elegir opciones más sanas, lo sepamos o no, ¡incluso si ellos lo saben o no! Así que asegúrate de seguir tratándote bien: consume alimentos sanos, da prioridad al aprendizaje, haz ejercicio con regularidad y cultiva una vida social sana. Nunca se sabe quién puede estar viendo.
(Obtén más información sobre las esferas de influencia y cómo provocar el cambio en los demás en nuestro Certificado de Nutrición Basada en Plantas.)
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