Desde que era pequeña, siempre traté de seguir un estilo de vida “saludable”. Sin embargo, desde que puedo recordar, he sufrido terribles dolores de estómago, acidez y otros problemas digestivos. Estos problemas de salud me hacían llorar y arrepentirme de todos los pecados que pude haber tenido a tan temprana edad. Pasé por diferentes fases en cuanto a lo que saludable significaba para mí. La primera fase comenzó en la escuela secundaria. En aquel entonces, para mí, lo saludable era no tomar gaseosa, no consumir comida frita, no beber alcohol y no fumar. Sin embargo, durante el año previo a mi graduación, tenía que quedarme después de la escuela para trabajar en proyectos o trabajos de laboratorio y solo tenía 30 minutos para encontrar algo de comer a la hora del almuerzo. Desafortunadamente, no tomé las decisiones más inteligentes respecto a la comida en esos días. Iba a un McDonald’s cercano, compraba una hamburguesa de cuarto de libra con papas fritas y gaseosa y volvía a la escuela justo a tiempo. Incluso pensar en eso me da escalofríos. Mirándome a mí misma a esa edad, mis amigos y mi familia no me reconocerían, y yo tampoco.
En un par de meses, perdí 20 libras extras y recibí un impulso de energía.
Mi segunda fase comenzó en la universidad. Me había vuelto supuestamente más conocedora de la nutrición. Decidí comer menos carne roja, más pollo y pescado, nada de comida rápida, y cambié el queso de vaca por el de cabra y el jamón de cerdo por el de pavo.
No fue sino hasta 2006 que me diagnosticaron gastritis y más tarde reflujo gastroesofágico. También tuve un estreñimiento terrible, pensé que era hereditario, ya que la mayoría de la familia de mi madre lucha con problemas digestivos. Incluso, mi mamá fue operada por episodios de dolor severo, estreñimiento y heces con sangre. A lo largo de los años, e incluso antes de empezar la escuela, los médicos me recetaron omeprazol, ranitidina, Maalox (y otros antiácidos), Nexium, entre otros medicamentos. Me dijeron que dejara de comer comida chatarra, fritos, gaseosas y café cafeinado durante un mes, también me indicaron que siempre tomara mis medicamentos. Antes de su consejo, yo ya había dejado la comida frita, las gaseosas y casi no comía comida chatarra. Así que no necesitaba cambiar mucho. Pero empecé a tomar café descafeinado en lugar de café normal y seguí tomando mis medicamentos. Sin embargo, todavía me sentía enferma e indefensa.
Ir al baño era tan doloroso que mi madre me sugirió que viera a su proctóloga. Aunque no quería, pedí una cita y la doctora me dio tres recomendaciones. Empezó diciendo que, si no mejoraba después de seguir sus sugerencias, iba a necesitar una cirugía como mi mamá.
Las tres recomendaciones fueron:
Seguí el consejo de la doctora e incorporé más frijoles y agua y terminé mi suplemento de psilio. Sin embargo, el alivio que tuve no duró mucho tiempo. Seguí teniendo problemas. Siempre me aterrorizaba comer y tener que usar el baño o experimentar un dolor de estómago debilitante. En 2010, empecé a tener problemas para digerir la carne roja, así que dejé de comerla. Recuerdo haberla comido de nuevo otras veces entre 2011 y 2012. Seguí teniendo problemas digestivos, y en ese momento pensé: “Esto es genético. No hay nada más que pueda hacer”. Más tarde aprendería que no importa nuestra historia familiar, algunos genes pueden ser activados y desactivados efectivamente por las elecciones de estilo de vida que hacemos.
En 2012, el Departamento de Estado de los Estados Unidos me concedió una beca Fulbright para cursar una maestría en Ciencias en Estados Unidos. En 2013, me encontré con el Dr. T. Colin Campbell, el Dr. John McDougall, el Dr. Caldwell Esselstyn, la Dra. Pamela Popper y el Dr. Neal Barnard en un documental llamado Forks Over Knives. Inmediatamente después de ver este documental, abrí mi nevera y mi despensa, inspeccioné cada uno de los productos y boté todos los de origen animal. Fui a la tienda de mercado ese mismo día y compré solo comida vegana. Después de una semana de cambiar mi alimentación, me di cuenta de que algo había cambiado. Entonces, me di cuenta de que no tenía acidez estomacal, dolor de estómago o estreñimiento. Unos meses después, empecé a leer todos los libros y artículos de esos médicos. Me di cuenta de que, aunque iba en la dirección correcta, había cometido un error común: había equiparado la comida vegana con la comida sana. La siguiente vez que fui a la tienda de mercado, solo compré alimentos sin procesar —ni aceites, ni carnes falsas—. En un par de meses, perdí 20 libras (9 kilogramos) extras y recibí un impulso de energía. Lo hice sin esfuerzo y comiendo tanto como quería. Mi vida ha cambiado completamente, y estaré agradecida por siempre con los doctores que se han tomado el tiempo para educarnos. Encontré toda la información sobre una alimentación basada en plantas en inglés, así que decidí poner esta información, que salva vidas, a disposición del público en español. Quiero empoderar a las personas que hablan inglés o español para que sigan un estilo de vida basado en plantas sin procesar para mejorar su calidad de vida. En 2015, ayudé a mi madre y a mi hermano a hacer el cambio hacia una alimentación basada en plantas. Mi mamá se sintió aliviada inmediatamente después de cambiar su alimentación, y no ha experimentado ningún problema digestivo desde 2015. Un año más tarde, me convertí en productora asistente del documental What the Health. El 17 de febrero de 2017, completé el Certificado de Nutrición Basada en Plantas del Centro de Estudios en Nutrición de T. Colin Campbell y eCornell. Ese mismo año, obtuve los siguientes certificados nutricionales: Food Over Medicine (Alimentos sobre medicina), Women’s Health (Salud de la mujer), Gastrointestinal Health (Salud gastrointestinal) y Weight Loss (Pérdida de peso). Cambiar mi estilo de vida es la mejor decisión que he tomado.
Me alegra decir que no he experimentado ningún síntoma de reflujo gastroesofágico o gastritis durante estos seis años desde que me convertí en una persona que consume alimentos basados en plantas. ¡Mi colesterol es de 123 mg/dL, y mis niveles de B-12 son excelentes, según mi médico!
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