Nuestras decisiones alimentarias afectan los ecosistemas en todo el mundo y están entre las herramientas más poderosas disponibles para cualquier individuo que intente reducir su huella ambiental. Aunque la comida es esencial para la supervivencia, la forma en que la producimos y consumimos, especialmente en forma de productos de origen animal, está amenazando el futuro de la vida en el planeta Tierra.
La agricultura es responsable de casi el 90 % de la deforestación global y de más del 70 % del uso de agua dulce, produce vastas cantidades de gases de efecto invernadero y es la principal causa del colapso de la biodiversidad. Estos efectos son desproporcionadamente causados por la agricultura animal, que utiliza el 80 % de las tierras agrícolas del mundo mientras proporciona solo el 17 % de las calorías globales.
Gran parte de esta carga ambiental ha sido racionalizada por la creencia errónea y arraigada de que la proteína animal es esencial para una buena salud. Pero la evidencia abrumadora muestra que la proteína animal no es necesaria para una salud óptima; de hecho, la proteína animal contribuye a enfermedades crónicas generalizadas y a la mortalidad prematura.
Para abordar esta doble crisis de salud humana y planetaria, la Comisión EAT-Lancet para la Alimentación, el Planeta y la Salud publicó un informe en 2019. La comisión, una colaboración entre la revista médica The Lancet y la organización sin fines de lucro EAT, reunió a treinta y siete científicos de dieciséis países con experiencia en nutrición, sostenibilidad ambiental y salud pública. Su objetivo era definir una “dieta de referencia universal” que pudiera alimentar de manera sostenible a una población global de diez mil millones de personas para 2050.
La consiguiente dieta EAT-Lancet propone un patrón de alimentación flexible y predominantemente basado en plantas diseñado para reducir el impacto ambiental y prevenir enfermedades crónicas. Está basada en:
Específicamente, recomienda limitar la carne roja a alrededor de 14 gramos al día, aproximadamente una hamburguesa a la semana, y enfatiza un aumento drástico de alimentos basados en plantas sin procesar ricos en fibra y antioxidantes, que constituyen el 85 % de la dieta total.
Los beneficios ambientales potenciales de adoptar la dieta EAT-Lancet son significativos:
Sin embargo, la comisión también reconoce que esta dieta es un punto de partida, no un punto final. Un cambio completo hacia sistemas alimentarios basados en plantas podría reducir aún más los impactos ambientales y es el enfoque dietético más sostenible que tenemos disponible.
Las dietas completamente basadas en plantas requieren menos tierra, agua y energía, y producen menos emisiones en cada etapa de la producción.
Desde una perspectiva de salud, la dieta EAT-Lancet podría prevenir un estimado de once millones de muertes prematuras al año, principalmente a través de reducciones en enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2, obesidad y cánceres relacionados con la dieta.
Dicho esto, las dietas completamente basadas en plantas superan la dieta EAT-Lancet en términos de reducción del riesgo de enfermedades crónicas y mejoría de los resultados de salud generales. Numerosos estudios muestran que las dietas basadas en alimentos integrales y plantas están vinculadas a:
(Nutritional update for physicians: plant-based diets – PubMed)
(Effects of plant-based diets on plasma lipids – PubMed)
La dieta EAT-Lancet representa un primer paso vital en la transición hacia patrones de alimentación más sostenibles y saludables. Muestra una creciente disposición en la comunidad científica convencional para hablar sobre las conexiones entre lo que comemos y la salud planetaria y personal. Proporciona un camino claro basado en la evidencia para individuos, formuladores de políticas y productores de alimentos. Desde su publicación, se han publicado cientos de artículos en revistas científicas para continuar el discurso sobre los alimentos y su efecto tanto en el medio ambiente como en la salud, la mayoría de los cuales cubrieron el informe de manera positiva.
Pero para verdaderamente enfrentar los desafíos urgentes que enfrentamos —la inestabilidad climática, la extinción masiva, el aumento de enfermedades y la escasez de agua— debemos ir más allá. Una transición completa hacia dietas basadas en plantas no solo eliminaría los muchos riesgos para la salud asociados con el consumo de productos de origen animal, sino que también ayudaría a restaurar los sistemas de soporte vital del planeta. A medida que la ciencia se vuelve más clara, se refuerza la promesa de las dietas completamente basadas en plantas, tanto para el planeta como para las personas.
Cambiar la forma en que comemos no es solo una elección personal. Es un imperativo planetario.
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