Esta es mi historia. Tuve un ataque cardíaco a los 75 años, después de retirarme de la parroquia y el ministerio del hospital en Connecticut, Nueva York y Delaware. Mientras me recuperaba, me enteré de que Bill Clinton había tomado una acción decisiva para revertir su enfermedad cardíaca a través de la alimentación basada en plantas sin procesar. Si él podía hacerlo, pensé para mí misma, yo también podía hacerlo —y lo hice—.
Leí El Estudio de China por T. Colin Campbell, Ph. D. y Thomas M. Campbell II, M.D. y Prevenir y revertir las enfermedades de corazón de Caldwell B. Esselstyn Jr., M.D. Estos dos libros dieron en el punto, no solo por sus estudios revolucionarios e información sanadora, sino por el coraje, la integridad y la persistencia de los autores ante la resistencia de sus colegas y las mismas instituciones a las que les habían servido de forma tan brillante.
A través del estudio reconocí los beneficios potenciales de eliminar todos los productos de origen animal y confiar completamente en el consumo de alimentos basados en plantas sin procesar. Mi esposo y yo hicimos la inmersión sin pensarlo. Se fueron la carne, los productos lácteos y el aceite de ayer. Pasamos de ser omnívoros a herbívoros de la noche a la mañana. Encontramos nuevas formas para preparar nuestras comidas con la ayuda y la guía de muchos libros y programas espectaculares hechos por visionarios como la familia Campbell, la familia Esselstyn, John y Mary McDougall, Will y Madeleine Tuttle, Neal Barnard, Michael Greger, Dean Ornish, Richard Oppenlander y otros, que están liderando el camino a una vida más sostenible.
Al mismo tiempo, nos hicimos conscientes del tremendo sufrimiento de los animales y la extraordinaria degradación ambiental causada por la agricultura animal. Pronto vimos claramente que nuestro mundo está en crisis —una crisis de salud, una crisis de abuso animal y una crisis ambiental—, todo debido a un apetito voraz por los productos de origen animal y la ambición de las grandes corporaciones farmacéuticas, médicas y de alimentos que se lucran de esta. Reconocemos la situación como nefasta y un llamado a un cambio drástico y urgente a escala global.
En Divinity School (Escuela de la Divinidad, en español), hace tres décadas, fui cautivada por los profetas bíblicos antiguos que fueron portavoces fantásticos e intrépidos de la justicia en tiempos de la corrupción rampante y la falta de leyes. Ellos hacían un llamado a la gente para que alimentaran a los hambrientos, proveyeran para los pobres, fundieran sus espadas en rejas de arado. Hablaron la verdad al poder, con coraje e integridad. Su mensaje fue un llamado para un cambio radical y urgente. Ellos desafiaron a los gobernantes y gobernaron con el poder de sus palabras y la convicción de todo su ser.
Yo quería hacer lo mismo. Esto fue durante la moda de la Guerra de las Galaxias de Reagan (Iniciativa de Defensa Estratégica) y yo tenía miedo de las consecuencias de continuar la carrera armamentística. Luego me gradué del Yale Divinity School (Escuela de la Divinidad de Yale, en español) en 1984 a la edad de 44, cuando Connecticut era el estado más pudiente de una nación que era la proveedora de armas para el mundo. Posteriormente, lancé mi ordenación al ministerio en una comunidad, por casualidad, justo atravesando el río Connecticut desde Electric Boat (fabricante de submarinos) donde me manifesté en contra del bautismo de los submarinos nucleares. También me involucré más activamente en el Movimiento Antinuclear.
Estaba preocupada por el tipo de mundo que estábamos creando para la siguiente generación, que incluía a mis niños pequeños. Pocos en mi congregación compartían mis preocupaciones y muchos de ellos estaban empleados por Electric Boat y pagaban mi salario. Qué dilema. A pesar de que no era consciente de ello en el momento, mi experiencia no fue distinta a la enfrentada por aquellos en la academia o en las instituciones médicas que abogan por el cambio, pero están financiados por el Gobierno o grandes corporaciones con un interés particular en mantener el orden establecido rentable.
Ahora, cuando enseño la importancia crítica del cambio en la alimentación, escucho ecos de mis anteriores días en la parroquia: la profetisa en mí quiere advertirle al mundo: “¡Cambia tus hábitos, pues el fin está cerca! ¡Deja de comer carne y productos lácteos hoy!”, pero la pastora en mí dice: “Entiende a las personas en su situación actual. Muestra respeto por su resistencia. Enséñales cómo y por qué hacer un cambio significativo. Siembra las semillas de cambio con amor y paciencia. ¡Recuerda que a mí me tomó 70 años el despertar a este momento!”.
Me encuentro en un trayecto que diariamente está profundizando y expandiendo mi comprensión sobre las raíces culturales, religiosas, mitológicas, psicológicas, financieras y políticas de nuestro “acto de mercantilizar a los animales” (Will Tuttle, Ph.D., autor de The World Peace Diet (La alimentación para la paz mundial, en español). Las consecuencias de nuestra dieta centrada en carnes son nefastas para la salud humana, animal y del ambiente. La necesidad de cambio es urgente, su logro es inevitable.
¿Cómo llegamos allá? Valoro el empoderamiento personal y comunitario para un cambio transformador. Mientras que mi trabajo ahora es principalmente con retirados en un ambiente no religioso, mi estrategia está profundamente enraizada en el entrenamiento y la experiencia teológica. Con eso me refiero a que pienso en tales temas como las buenas noticias, la sanación, el empoderamiento, la liberación, la restauración la transformación y la compasión por todos los seres.
Enseño cursos de un día y de 10 semanas, de inicio rápido e intensivos, para cenar fuera de casa y dentro de casa. Cada curso incluye el compartir los trayectos personales, preocupaciones de salud, luchas, miedos y esperanzas —y los reportes de evidencia universal sobre el impacto de la alimentación en la salud humana, animal y ambiental—. Cuando tenemos tiempo, incluyo poderosas cintas como Forks Over Knives, PlantPure Nation o Cowspiracy y siempre comparto mi extensa y creciente librería de libros que cambian la vida. Cada curso incluye preparación de comidas, cocción y degustación. La clase de cocina consta de una mesa de juego, una sartén eléctrica de tienda económica y, algunas veces, mi útil procesador de alimentos. Me gusta recordar en cada clase que si yo puedo preparar una comida basada en plantas en una sartén eléctrica, ¡imaginen lo que ellos pueden hacer en sus cocinas completamente equipadas! Siempre que es posible, finalizo los cursos con una clase de comida improvisada en nuestra casa. Es aquí donde degustamos la recompensa y las posibilidades. Es aquí donde experimentamos el poder transformativo de la comunidad.
Mi opinión es que la comunidad basada en plantas (investigadores, profesionales médicos, autores, conferencistas, productores de cine, chefs, educadores y educados, todos los que practicamos y creemos que los animales son nuestros amigos, no nuestra comida) es parte de un movimiento transformativo poderoso para la sanación de un mundo estropeado y herido. Los libros que leo, la gente comprometida que conozco me dice que una fuerza positiva por el cambio se está manifestando. Veo signos de esto cuando voy a conferencias y talleres, festivales y encuentros. Experimento su fuerza en clases y en comidas improvisadas. No todos estamos en la misma página, pero todos tenemos el mismo objetivo: el bienestar para todos en un mundo más amable y más noble.
Hoy en día, una alimentación basada en plantas se ve como una elección para muchos y un imperativo para algunos. Pero creo que pronto será la práctica de todos, pues la gente rápidamente se está volviendo consciente de la urgencia de hacer cambios alimenticios para la supervivencia personal y global.
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