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Temas » Sostenibilidad alimentaria » Cómo nuestras decisiones alimentarias podrían ayudar a reforestar el planeta
Centro de Estudios en Nutrición del Dr. T. Colin Campbell

El sistema alimentario global se encuentra en medio de algunos de los desafíos ambientales más urgentes de hoy en día, incluido el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la deforestación. Sin embargo, también ofrece una de nuestras mayores oportunidades: la posibilidad de reforestar vastas áreas del planeta repensando lo que comemos.

Casi la mitad de la tierra habitable del mundo se utiliza actualmente para la agricultura. Aún más sorprendente, el 77 % de esa tierra está dedicada a la ganadería, aunque solo proporciona el 17 % de las calorías del mundo. Este desequilibrio pone en evidencia la gran ineficiencia de la agricultura animal. Criar animales para alimento requiere recursos inmensos (tierra, agua y energía) y genera una cantidad sustancial de emisiones de gases de efecto invernadero.

En contraste, los sistemas alimentarios basados en plantas son mucho más eficientes. Producir alimentos directamente a partir de plantas utiliza significativamente menos tierra, agua y energía, y emite menos gases de efecto invernadero. De hecho, si el mundo adoptara dietas basadas en plantas, podríamos reducir el uso de tierra agrícola en un 75 %. Este cambio aliviaría una enorme presión ambiental y abriría la puerta a la restauración y reforestación a gran escala.

La tierra que se liberaría con este cambio de dieta representa una oportunidad extraordinaria. Un estudio histórico publicado en Science, “The Global Tree Restoration Potential,” estima que reforestar 0.9 mil millones de hectáreas mundialmente podría almacenar hasta 200 gigatoneladas de carbono, aproximadamente el 25 % del carbono presente en la atmósfera. De forma notable, esta área equivale a aproximadamente una cuarta parte de la tierra que actualmente se utiliza para la producción ganadera.

Los bosques se encuentran entre los sumideros naturales de carbono más poderosos del planeta. A través de la fotosíntesis, los árboles absorben dióxido de carbono y lo almacenan en su biomasa y en los suelos. Reforestar a gran escala podría desacelerar significativamente el cambio climático, lo que brindaría un tiempo valioso para encontrar soluciones tecnológicas y políticas que descarbonicen nuestros sistemas energéticos.

Pero la reforestación no se trata solo de carbono; también se trata de restaurar la vida.

Los bosques albergan más del 80 % de las especies terrestres del mundo. Cuando se talan bosques para crear pastizales o monocultivos destinados a alimentar ganado, la biodiversidad se ve afectada. Reforestar tierras degradadas y reducir la huella de la agricultura animal podría ayudar a restaurar hábitats perdidos, proteger especies en peligro de extinción y reconstruir ecosistemas vitales.

Para comprender la magnitud de lo que hemos perdido, considera lo siguiente: hace diez mil años, los bosques cubrían aproximadamente el 57 % por ciento de la superficie terrestre del planeta, es decir, unos seis mil millones de hectáreas. Hoy, esa cifra ha descendido a solo el 38 %: aproximadamente cuatro mil millones de hectáreas. Gran parte de esta pérdida ha ocurrido en los últimos siglos, impulsada principalmente por la expansión agrícola, que todavía representa el 90 % de la deforestación actual.

Revertir esta tendencia es posible, pero requiere más que simples cambios en políticas y manejo de tierras. Requiere que repensemos completamente lo que comemos.

¿Cuál es la buena noticia? El cambio comienza con algo tan simple y personal como nuestras decisiones alimentarias diarias. Las dietas basadas en plantas no solo reducen el impacto ambiental, sino que también promueven la salud humana, pues disminuyen el riesgo de muchas enfermedades crónicas.

Esto no es solo un cambio dietético: es una solución climática y de biodiversidad. Si suficientes personas hacen la transición hacia una alimentación basada en plantas, podríamos restaurar bosques a escala global, prevenir la extinción de innumerables especies y eliminar enormes cantidades de carbono de la atmósfera.

Es mucho el potencial. Al reevaluar lo que ponemos en nuestros platos, podríamos ayudar a regenerar parte de los dos mil millones de hectáreas de bosque que hemos perdido y, al hacerlo, contribuir a crear un planeta más sostenible, equilibrado y biodiverso.

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