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Temas » Sostenibilidad alimentaria » Reduzcamos nuestra huella hídrica tomando decisiones alimentarias más inteligentes
Centro de Estudios en Nutrición del Dr. T. Colin Campbell

El agua suele describirse como el elemento más esencial para la vida en la Tierra, pero es un recurso que a menudo damos por sentado, especialmente cuando se trata de los alimentos que consumimos. Aunque tal vez seamos conscientes de cerrar el grifo al cepillarnos los dientes o de reparar fugas, la gran mayoría del uso de agua personal está, en realidad, oculta en nuestra alimentación. Esta agua “invisible”, conocida como agua virtual, se utiliza para cultivar, procesar y transportar los alimentos que consumimos cada día.

El suministro mundial de agua está bajo una presión cada vez mayor. Con la intensificación de las sequías y el agotamiento de los acuíferos a causa del cambio climático, y el aumento en la demanda por el crecimiento de la población, la escasez de agua se está convirtiendo en uno de los principales desafíos ambientales de nuestro tiempo. La agricultura, a menudo pasada por alto en las conversaciones diarias sobre conservación, es central en esta crisis. De hecho, se estima que el 92 % del uso de agua en el mundo se destina a la producción agrícola. Eso significa que la mayor parte de nuestra huella hídrica no proviene de nuestras duchas o lavamanos, sino de la comida en nuestros platos.

Los diferentes alimentos varían enormemente en la cantidad de agua que requieren. Por ejemplo, se necesitan aproximadamente 1,850 galones de agua para producir solo una libra de carne de res, en comparación con apenas treinta y nueve galones para una libra de verduras. Esta desproporcionada huella hídrica de los productos de origen animal incluye más que el agua utilizada para hidratación; también incluye la que se utiliza para cultivar los alimentos del ganado (p. ej., la soya y el maíz), así como la gran cantidad de agua necesaria para limpiar y procesar productos cárnicos y lácteos.

El agua incorporada en nuestras decisiones alimentarias no es solo una cifra. Representa ecosistemas reales, ríos y comunidades que dependen de suministros finitos de agua. Sin embargo, reducir tu huella hídrica personal no requiere cambios drásticos en tu estilo de vida. Al tomar decisiones conscientes respecto a tu dieta, puedes reducir significativamente la demanda sobre los recursos hídricos globales. A continuación, se presentan cinco formas de reducir tu huella hídrica:

1. Come más alimentos basados en plantas

Sustituir los productos animales por alternativas basadas en plantas, incluso solo unas pocas veces a la semana, puede reducir tu huella hídrica significativamente. Los alimentos de origen vegetal, como los frijoles, las lentejas, el tofu y los cereales, requieren mucha menos agua que la carne y los lácteos.

2. Elige alimentos enteros en lugar de alimentos procesados

Los alimentos altamente procesados no solo requieren más energía, sino también más agua durante su fabricación. Siempre que sea posible, opta por frutas, verduras, granos y legumbres en su forma integral.

3. Minimiza el desperdicio de alimentos

Cuando botamos comida, desperdiciamos una cantidad exorbitante de agua. Planificar las comidas, almacenar los alimentos correctamente y consumir las sobras puede ayudar a evitar el desperdicio del agua usada en su producción.

4. Apoya a agricultores con prácticas sostenibles

Comprar a productores locales o certificados como sostenibles apoya prácticas agrícolas más eficientes en el uso del agua y responsables con el medio ambiente. Busca granjas orgánicas o regenerativas que prioricen la salud del suelo y la conservación del agua.

5. Sé selectivo con los cultivos de alto consumo de agua

Algunos alimentos basados en plantas, como las almendras y los aguacates, requieren una cantidad sorprendente de agua. Aunque en general siguen siendo una mejor opción que la carne en términos de uso total de agua, es útil consumirlos con moderación o elegir alternativas más sostenibles cuando sea posible.

Cuando pensamos en reducir nuestro uso de agua, solemos imaginar duchas más cortas o enseres eficientes. Aunque estas acciones son importantes, solo abordan la superficie del problema. Al reevaluar lo que comemos, podemos tener un impacto mucho más profundo, uno que se extienda a través de ecosistemas, comunidades y generaciones.

En un mundo donde la escasez de agua se está normalizando, nuestras decisiones alimentarias tienen más peso que nunca. Al hacer ajustes pequeños y conscientes en nuestra dieta, todos podemos contribuir a preservar este recurso tan valioso. Cada bocado cuenta.

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