Para la mayoría de nosotros, nuestro primer vínculo emocional es con nuestra madre cuando lactamos. El seno de la mamá = comida = amor. Mientras seguimos creciendo, la comida se convierte en gran parte de nuestras actividades sociales. Amigos y familia se reúnen alrededor de grandes festines preparados para ocasiones especiales como el día de Acción de Gracias, Navidad, Super Bowl, Semana Santa, etc. Estas reuniones casi siempre están llenas de diversión y momentos alegres en los que compartimos con nuestros seres amados. A través de la comida, creamos fuertes vínculos y memorias permanentes. Las comidas reconfortantes nos recuerdan el hogar, cuando crecimos y disfrutamos estas comidas que amamos con la gente que amamos.
Pero el término de comer emocionalmente tiene una connotación negativa. Está asociado con las personas que utilizan la comida como una forma de droga o antidepresivo para calmar sus problemas. Pero, como todas las drogas, tan pronto el efecto disminuye las personas necesitan otra dosis para sentirse bien otra vez. En caso de la comida, más y más se traduce en problemas de peso y salud.
Sin embargo, todos nosotros comemos emocionalmente, incluso si no tenemos problemas con el peso. Todos tenemos una o dos debilidades. Las mías son las papas fritas y los pasteles (los de fresa y ruibarbo, para ser precisos). A veces se siente como un esfuerzo sobrenatural para mí no comer todo el paquete de papas o todo el bendito pastel. Pero, cuando ingiero mi primer bocado, siempre doy un paseo por los recuerdos y, de repente, tengo la felicidad de ser un niño otra vez en la cocina de mi abuela.
Pero no te equivoques, los sentimientos y las emociones conectadas a la comida que amamos nos pueden meter en problemas. Usar la comida como un calmante emocional es un ciclo vicioso con el cual millones tienen dificultades.
Hay muchos consejos y programas afuera para personas que tienen dificultad controlándose a sí mismas en torno a la comida. Las dos principales son las tácticas del susto: “Sigue comiendo así y morirás pronto, ¿quién va a cuidar de tu familia?” Luego, vienen las tácticas de motivación: “Haz ejercicio y ponte en forma, sé fuerte y combate los antojos, ¡puedes hacerlo! Cualquiera que sea el método usado, para que sea exitoso es esencial saber y aceptar que comemos emocionalmente porque es parte de nuestra naturaleza humana, y no hay nada malo al respecto. No trates de luchar u olvidarte de tus recuerdos placenteros sobre la comida. Al contrario, haz nuevas conexiones.
Si quieres comer “los alimentos adecuados” y disfrutarlos, la clave es crear buenos recuerdos en torno a ellos. Haga algo divertido y placentero como ir a un picnic con amigos y familia. Sal al océano con tu pareja y disfruta de una sandía en pedazos y palitos de apio mientras ves las olas entrando a la playa. La combinación de dulce y sal es genial. Mira una película en casa con los niños y disfruta de un gran recipiente de papas de yuca (encuentras la receta en Bravo Express volumen uno). Haz a las comidas saludables parte de las mismas festividades que tanto disfrutas. La idea es asociar emociones felices y placenteras con estas nuevas comidas. Además, comer puede ser saludable y emocional. Si lo logras, tus apegos a las antiguas comidas reconfortantes no van a desaparecer, pero vas a generar vínculos emocionales con las comidas saludables también.
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