Un código azul es una emergencia médica. Significa que un paciente está muriendo y que debemos apresurarnos al lado de su cama para revivirlo. Como médica, lo conozco bien. Es una oleada de urgencia y desesperación que experimentan los profesionales de la salud mientras actúan con rapidez para salvar una vida. Cuando llegó el momento de nombrar nuestro documental, Code Blue (Código Azul, en español) fue el título que encajó mejor con lo que esperaba transmitir al público. Quería que el nombre de la película reflejara el asunto emergente que tenemos por delante, evocando una respuesta instintiva para reaccionar, no el año que viene o mañana, sino de inmediato. Nuestro sistema de salud nos está fallando, y lo ha estado haciendo desde hace algún tiempo. Las estadísticas más recientes muestran un aumento en siete de las 10 principales causas de muerte, incluyendo enfermedad cardíaca, accidentes cerebrovasculares, enfermedad de Alzheimer, diabetes y suicidio.[1] La tasa de obesidad en Estados Unidos es ahora de un impactante 42.4 %, lo que da para pensar, considerando que ningún estado de la Commonwealth reportó una tasa de obesidad superior al 15 % hace tan solo 30 años.[2-3] ¿Qué se necesita para finalmente decir “ya basta”?
Si sabemos que el factor más importante que conduce a la muerte prematura es la mala nutrición, ¿cómo es que los médicos aprenden poco o nada sobre nutrición durante su formación?
Cuando nos embarcamos en el proyecto cinematográfico en 2015, la iniciativa principal fue dar claridad sobre el abrumador cuerpo de evidencia que respalda la importancia de la alimentación y el estilo de vida en la formación de enfermedad crónica. No teníamos idea de que su lanzamiento se vería obstaculizado por una nueva enfermedad infecciosa aguda. Durante los últimos meses hemos sufrido un período global de duelo, pues nuestras vidas se han puesto al revés y hemos sido testigos de la pérdida de muchos seres queridos. En medio de esta pandemia, Code Blue fue lanzado el 26 de mayo de 2020 a una comunidad que sufre universalmente. El COVID-19 conduciría a la cancelación de nuestros estrenos teatrales en Los Ángeles, Nueva York y Pensilvania, además de eliminar nuestros planes para una gira cinematográfica. Como especialista en enfermedades infecciosas que se capacitó en preparación para una pandemia, es cierto que incluso yo fui tomada por sorpresa. Este virus, para el que todavía tenemos muchas preguntas sin respuesta, sigue siendo esquivo y no solo ha logrado acabar con innumerables vidas, sino que también ha cambiado irrevocablemente las normas sociales. El desarrollo de una vacuna segura y eficaz aún no se ha realizado. Los ensayos de terapias están en curso, algunos con optimismo prudente, pero aún pasará algún tiempo antes de que estén disponibles para el público en general. ¿Cómo se relaciona la pandemia de COVID-19 con la epidemia de enfermedad crónica y Code Blue? De hecho, es alarmantemente relativo. El virus ha puesto un foco de atención inesperado y sorprendente en la epidemia de enfermedades crónicas. El 15 de junio, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades publicaron hallazgos sobre los afectados por COVID-19 en Estados Unidos desde enero hasta finales de mayo de 2020. Los datos revelaron aproximadamente 1,8 millones de casos y más de 100 000 muertes durante este período. Es estremecedor que quienes vivían con una enfermedad crónica tenían seis veces más probabilidades de ser hospitalizados y doce veces más de morir. La pandemia ha afectado aún más profundamente a nuestras comunidades minoritarias más vulnerables, con un 33 % de los casos en hispanos y un 22 % en negros.[4]
Somos una sociedad que se ahoga en enfermedad crónica y, por lo tanto, estamos mal equipados para combatir este contagio novedoso que afecta más a ese subconjunto de la población. El hecho de que el 50 % de los estadounidenses viven con al menos una enfermedad crónica se debe, en gran parte, a las fallas de nuestro sistema de salud actual, que pone poco o ningún énfasis en el valor de la prevención y la promoción de la salud.[5] En cambio, nuestro enfoque equivocado está totalmente dedicado a tratar a aquellos que ya están siendo afectados por una enfermedad con píldoras y procedimientos.
Si sabemos que el factor más importante que conduce a la muerte prematura es la mala nutrición, ¿cómo es que los médicos aprenden poco o nada sobre nutrición durante su formación?[6][7] A pesar de toda la evidencia científica, todavía perdemos la oportunidad de oro de enseñar la intervención más poderosa conocida por la humanidad a quienes administran cuidados en salud. Es una tragedia nacional. Hoy tenemos el conocimiento y la comprensión para prevenir casi el 80 % de la enfermedad crónica, pero no actuamos para difundir este mensaje que salva vidas.[8] En mi opinión, esto roza lo inmoral. Sin embargo, el verdadero propósito de este escrito es compartir la alegría de esta película recién estrenada, con la esperanza de que haga eco en todos los que la vean y los inspire a compartirla con otros.
El atractivo personal de hacer un documental es que este sería un medio por el cual podríamos dar a conocer un tema que preocupa a una gran audiencia, posiblemente catalizar un movimiento que exija lo mejor de nuestro sistema de salud, instituciones académicas, hospitales y clínicas.
Tengo la esperanza de que Code Bluedespierte algo dentro de los médicos, profesionales de la salud y comunidades a lo largo y ancho para actuar ahora. Juntos podemos crear un futuro mejor para quienes nos siguen. Irónicamente, el lado positivo de la pandemia de enfermedad infecciosa COVID-19 puede ser que proporcionase la chispa que encendió el fin de la plaga de enfermedad crónica y marcó el comienzo de una era de promoción del bienestar y la salud. Para lograr este hito trascendental, sé que se necesitará mucho de muchos. Code Blue es mi humilde contribución a este esfuerzo vital.
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