El Centro de Estudios en Nutrición (CEN) T. Colin Campbell entrevistó a Alyshia Gálvez, PhD, durante la serie de talleres Plant Forward 2021, sobre cómo recuperar el control de nuestro sistema alimentario. Alyshia Gálvez es antropóloga cultural y médica, autora galardonada y profesora de Estudios Latinoamericanos y Latinos en Lehman College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. En la entrevista, Galvéz habló sobre las consecuencias de cambiar políticas, sistemas y prácticas agrícolas alimentarias en México y los Estados Unidos. Su enfoque en la política comercial y económica, y las implicaciones que tienen para la salud pública, es también el tema de su libro, Eating NAFTA: Trade, Food Policies, and the Destruction of Mexico (UC Press, 2018).
“Eating NAFTA… expone cómo los cambios en la política después del NAFTA han alterado fundamentalmente uno de los elementos más básicos de la vida en México: el sustento. Los mexicanos se enfrentan a un sistema alimentario que favorece la seguridad alimentaria sobre la agricultura de subsistencia, favorece el desarrollo sobre la sostenibilidad, la participación en el mercado sobre el bienestar social y las ideologías del autocuidado sobre la salud pública. Los acuerdos comerciales negociados para mejorar vidas en ocasiones han fracasado, lo cual ha tenido consecuencias no deseadas en las vidas cotidianas de las personas”. -Alyshia Gálvez, PhD.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN por sus siglas en español o NAFTA por sus siglas en inglés) entre México, Estados Unidos y Canadá entró en vigor en 1994. “Eliminó tarifas o aranceles y otras barreras al comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, uniéndolos en un mercado único y facilitando la inversión directa y la circulación de bienes a través de las fronteras”. En un momento clave en la tendencia hacia la globalización, el comienzo del TLCAN ha tenido, “el efecto de distribuir el consumo de productos industriales a lo largo y lo ancho”. En su crítica al TLCAN, Gálvez señala que el acuerdo comercial abrió las fronteras a la circulación de bienes y capitales, pero no liberó igualmente el movimiento de mano de obra, lo cual trajo consecuencias para las poblaciones de los tres países.
Gálvez señala que México inició la conversación para fortalecer su poder económico. La teoría fue que el campo era un lastre para el progreso: “[que] la agricultura a menor escala era ineficiente para la prosperidad futura, y México necesitaba inversión directa global y participación en el comercio internacional”.
Gálvez critica nuestras ideas sobre la eficiencia, un concepto a menudo defendido como parte del sistema de agricultura industrial globalizado. Según ella, si definimos la eficiencia como la relación entre lo que invertimos en algo y cuánto obtenemos de ello, entonces la agricultura tradicional mesoamericana a pequeña escala basada en milpa es más eficiente que la agricultura industrial. En la agricultura basada en la milpa, “pones semillas, conocimiento ancestral de cuándo y cómo cultivar o cosechar, agua y tierra. Se necesita muy poco en este tipo de agricultura. [No son] grandes rendimientos, pero no inviertes mucho. Lo que obtienes es maíz muy nutritivo, de buena calidad, y todo se usa, así que nada se desperdicia. Las cabras comen tallos de maíz, y las hojas se usan para los tamales”. A pesar de los altos rendimientos, el cultivo industrial de maíz requiere una tonelada de insumos: 93 mil millones de dólares de subsidios apuntalan este sistema y requiere maquinaria y productos químicos masivos (pesticidas y herbicidas). El resultado tampoco es bueno: daño ambiental, daño social, impactos negativos para la salud, degradación del suelo y las vías fluviales, y exposición a productos químicos tóxicos. El producto alimenticio en sí también es nutricionalmente ineficiente, un alimento nutricionalmente agotado que se produce sin intención de consumo humano. Gálvez nos invita a cuestionar la definición de eficiencia del sistema dominante.
El NAFTA logró el objetivo de unir a los tres países para trabajar y comerciar juntos, pero no ha llevado a México a la prosperidad. La desterritorialización fue el resultado principal: los trabajadores fueron desplazados, produciendo una corriente migratoria sin provisión para la movilidad humana. Por ejemplo, Gálvez describe cómo los productores de aguacate en México ya no podían competir con los productores de Florida dada la nueva protección a los productores de Florida. Como resultado, los agricultores mexicanos “abandonaron sus siembras de aguacate y emigraron a los Estados Unidos”.
La agricultura a pequeña escala se dejó de considerar eficiente y próspera para México en la era global. El gobierno restó importancia al hecho de que estas siembras alimentaron al país durante miles de años. Hoy, México importa el 45% de sus alimentos debido a la desinversión en la agricultura a pequeña escala. Los alimentos altamente procesados son más baratos y cuentan con mayor distribución que nunca.
Como resultado, los estilos de vida mexicanos han cambiado: la movilidad social, las mujeres que ingresan a la fuerza laboral y las personas que asumen diferentes trabajos fuera de las redes familiares extendidas han llevado a cambios en la dieta. La cocina tradicional basada en la milpa, que requiere mucha mano de obra, solía depender de las mujeres, pero eso ha cambiado rápidamente. El mercado de alimentos procesados ha desplazado a los alimentos tradicionales, y las formas tradicionales de los alimentos se están perdiendo.
Una milpa es un método de cultivo intercalado endémico de la agricultura mesoamericana. El sistema agrícola incorpora maíz, frijoles, calabaza, chiles, árboles frutales y docenas de otras verduras (Giannini, 2019). Los indígenas mesoamericanos consideran la relación entre el maíz y las personas como una relación cultural simbiótica: el maíz permitió que las personas existieran, y las personas permitieron que el maíz viviera.
El conocimiento ancestral de cómo crecer en un sistema basado en la milpa involucra a las tres hermanas: maíz, calabaza y frijoles. Estos cultivos se sostienen mutuamente. Por ejemplo, los tallos de maíz soportan la calabaza trepadora, y las hojas espinosas de la calabaza protegen los cultivos de los mapaches y dan sombra al suelo, evitando las malas hierbas. Los frijoles devuelven nitrógeno al suelo, que estará disponible para el maíz y la calabaza a final de año.
Una cocina basada en la milpa integra este conocimiento y tradición ancestral. Las tortillas de maíz han sido una fuente importante de calorías a lo largo de la historia mesoamericana e incluso durante el período colonial. Solo después del NAFTA fue derribada la tortilla de su pedestal como un alimento básico, pues las mismas se han vuelto más caras y de menor calidad.
En el 2013, el gobierno mexicano se alarmó por la obesidad y el aumento en los costos de salud pública. Como consecuencia, adoptaron un enfoque multifactorial que incluía una política de impuesto sobre las bebidas azucaradas. La premisa de este impuesto es simple: México es uno de los mayores consumidores de refrescos y los formuladores de políticas esperan que al reducir el consumo, la prevalencia de la obesidad y las enfermedades crónicas relacionadas con la dieta disminuya (Perfil de política: Impuesto a las bebidas azucaradas de México, sin fecha).
La política del 2014 aprobó un impuesto de un peso por litro (.05 USD) en todas las bebidas con azúcar agregada. Los ingresos generados por el impuesto se han utilizado para construir fuentes de agua en escuelas y lugares públicos y para financiar programas de prevención de la obesidad. Pero hay preocupaciones sobre el impuesto; como señaló la Dra. Gálvez, aumentar los precios de los refrescos y centrarse en el cambio de comportamiento individual no proporciona el cambio más grande en los sistemas alimentarios que sería necesario para abordar las epidemias de obesidad y diabetes.
Explicó que estas políticas refuerzan la idea de que los individuos son los únicos culpables de las enfermedades crónicas, como si, “de repente, en los últimos 25 años, el pueblo mexicano hubiera desarrollado un gusto por los dulces o se hubiera vuelto sedentario”. Esta narrativa ignora por completo los profundos cambios en el sistema alimentario, la economía y el mercado laboral.
Gálvez nos anima a informarnos sobre el cambio estructural necesario para transformar el sistema alimentario y hacer escuchar nuestras voces. “Vota… [y] presiona a los funcionarios electos para crear un cambio estructural”. Enfatizó que los proyectos de ley comerciales deben ser menos miopes y más considerados con lo que está sucediendo en ambos lados de la frontera. La Dra. Gálvez recomienda contactar a los funcionarios para decirles lo que creemos que es esencial. Las selecciones de los consumidores también pueden desempeñar un papel importante: “Cuando se pueda, compra de productores y negocios locales y pequeños en lugar de comprar de grandes corporaciones. Dile a tus funcionarios electos que ayuden a crear un mercado para las empresas pequeñas y locales”. Ella concluye: “El NAFTA necesita disposiciones para incluir a los pequeños productores y productores de mole y salsa para dar una oportunidad a compradores y vendedores”. Y si los ciudadanos estadounidenses están preocupados por la inmigración, razón de más para disolver este histórico acuerdo comercial. Según ella, “es menos probable que las personas emigren fuera de su país si tienen empleos estables y medios de vida en sus hogares.”
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