El siguiente es un artículo de Community Leads, serie “Food Is Political”.
Hoy, el maíz es un tema que causa divisiones. Representa una gran nostalgia para mí y para muchos otros estadounidenses. Dulce, crujiente, desgranado en una barbacoa de verano u horneado en pan de maíz caliente y reconfortante, el maíz es predominante en la cultura estadounidense. Por otro lado, el maíz se ha convertido en la mascota del aterrador futuro de los cultivos genéticamente modificados (GM). Algunos miembros de la comunidad científica culpan al maíz por alimentar la industria de la comida chatarra y contribuir a nuestra epidemia de obesidad al hacer que las comidas ricas en calorías y deficientes en nutrientes sean más accesibles y económicas[1][2]. El maíz transgénico también presenta serios riesgos para las personas que lo cultivan y para su entorno[3][4]. Pero, ¿es el maíz realmente el culpable de este drama distópico? ¿O es la industria de esta semilla la causa de la degradación ambiental y el aumento de las implicaciones para la salud? Lo que se ha perdido en este relato es la historia indígena y las ricas tradiciones de esta planta sagrada.
Si bien podemos pensar en los granos amarillos y rellenos como un vegetal rico en almidón, el maíz es en realidad la semilla de una hierba. Fue cultivado por primera vez por nativos americanos hace más de 7000 años en lo que ahora es México[5]. A medida que migraron hacia el norte y el sur, se llevaron estas semillas con ellos, sabiendo que, si tenían semillas, podrían sobrevivir[6]. Desde el terreno rocoso de las montañas de los Andes hasta las llanuras de América del Norte, el maíz se adaptó lo suficiente como para desarrollarse[6]. Para estos pueblos indígenas, el maíz no solo mantenía la vida, sino que era la vida misma; de acuerdo con el mito, durante la creación de la vida, la Madre del Maíz le dio a la gente semillas de maíz e instrucciones sobre cómo cultivarlas[7].Repleto de vitaminas, minerales y fibra, este cereal de grano entero también fue importante desde el punto de vista nutricional[8]. Fue y sigue siendo un elemento básico en las dietas y economías de muchas sociedades; una mujer nativa americana reflexiona sobre su relevancia y dice: “El maíz es muy importante porque nos permite vivir en paz. Es nuestra forma de seguridad alimentaria”[9]
Las prácticas agrícolas indígenas también se centran en la salud nutricional y ambiental al adoptar la diversidad. Un jardín de “tres hermanas” consta de maíz, frijoles y calabazas[10]. Nutricionalmente, el maíz proporciona carbohidratos y fibra, los frijoles proporcionan proteína y la calabaza muchas otras vitaminas y minerales[10]. Los tallos de maíz permiten que los frijoles escalen y crezcan, los frijoles enriquecen el suelo con nitrógeno y las hojas grandes de la calabaza dan sombra al suelo y evitan el crecimiento de maleza[10].
Lo que se ha perdido en este relato [del maíz] es la historia indígena de esta planta sagrada. Si tan solo pudiéramos volver a aprenderlas, la rica historia y las tradiciones del maíz podrían salvar al mundo.
Los agricultores indígenas se enorgullecen de conservar su maíz. Louie Hena, miembro de los Pueblos Tesuque y Zuni en Nuevo México, dice, “como cuidadores del maíz, este ha venido con nosotros a través de nuestras migraciones, alimentándonos. Nuestras primeras madres fueron las mujeres del maíz azul y del maíz blanco”[6] Hoy en día, el maíz sigue siendo un componente clave en los rituales, reuniones comunitarias e historias espirituales[11]. Sin embargo, la agricultura industrial ha amenazado la cultura indígena, la seguridad alimentaria y la salud ambiental que proporciona el maíz.
En el tipo de agricultura que ha dominado Estados Unidos durante las últimas décadas, el resultado final es siempre el beneficio y el rendimiento de los cultivos es obligatorio. Las variedades de maíz transgénico de alto rendimiento están patentadas por corporaciones de semillas[12][13]. Para maximizar las ganancias, el maíz se cultiva en monocultivos en lugar de junto con frijoles y calabazas (o cualquier otra cosa, si vamos al caso). Sin los nutrientes del suelo y la protección contra la maleza que proporcionan los frijoles y la calabaza, se deben aplicar fertilizantes y herbicidas artificiales[14][15]. Estos productos químicos contaminan los ecosistemas acuáticos cercanos y exponen a los trabajadores agrícolas a niveles peligrosos. Se ha demostrado que la exposición a plaguicidas afecta la salud reproductiva y se ha relacionado con decenas de miles de casos de cáncer[16][17].
Pero, en última instancia, las consecuencias se extienden mucho más allá de Estados Unidos. La exportación de maíz transgénico y las prácticas agrícolas industriales han amenazado la soberanía alimentaria de comunidades de todo el mundo. Cuando EE. UU. envía toneladas de maíz barato y abundante a países de América Latina, los productores nativos no pueden competir. Encantados por las ganancias, países como Perú se han apoderado de las tierras de los pueblos indígenas para plantar semillas transgénicas. Como resultado, las semillas nativas y las prácticas agrícolas se están extinguiendo[18].
¿Qué posibilidades tienen los pueblos indígenas cuando su historia y sus semillas están siendo borradas de este planeta? Muchos de ellos cultivan, guardan y comparten sus semillas. Native Seeds (semillas nativas, en español) conserva las semillas de más de mil variedades indígenas[19]. Tus propias comunidades pueden tener bancos de semillas. Donde vivo, Jennifer Levine opera Durham Seed Library (la biblioteca de semillas de Durham) en Carolina del Norte[20]. Ella enfatiza la importancia de cultivar semillas nativas de cada estado y el sentido de comunidad que se fomenta cuando los clientes regresan más tarde para compartir las semillas que han guardado. Puedes encontrar una biblioteca de semillas en tu comunidad y honrar estas semillas nativas.
Debemos dar un paso atrás y comprender cómo el abuso del maíz ha violado la integridad de las comunidades indígenas y reprimido el poder de la agricultura tradicional. Entonces, la próxima vez que muerdas una mazorca de maíz en el verano u hornees un poco de pan de maíz durante las vacaciones, reconoce y honra la historia indígena detrás de esta poderosa semilla.
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