Mi madre pasó los primeros diez años de su vida en la pequeña isla de Granada antes de emigrar a Trinidad y Tobago, donde nací y crecí. Granada a mediados de los años 30 y 40 no tenía ninguna de las selvas de concreto que existen hoy en día para el disfrute de los turistas. En cambio, había exuberantes selvas tropicales y comunidades que experimentaron una conexión directa y aprecio por la tierra. La vida en el pueblo era simple y la comida fresca era abundante. Mi madre me contó historias de nunca haber pasado hambre, y recordó momentos felices desde que tenía ocho años: recuerdos de subirse a los árboles de mango y comer allí mismo en el árbol con los pies colgando de las ramas hasta estar llena. Ella caminaba por el jardín de mi bisabuelo, recogiendo y comiendo pepinos frescos grandes, tomates dulces y cualquier otro fruto que estuviera en temporada. Mi familia vivía en acres de preciosa tierra que se compartía con tías, tíos y primos.
Con la excepción del arroz y el trigo importados, toda la comida que comía mi madre era local, de temporada, orgánica y fresca. Había una abundancia de alimentos tradicionales caribeños: mangos, papayas, plátanos, yuca, fruta del pan, eddoe, coco, maíz, diferentes tipos de guisantes, anacardos, verduras de hoja verde, pimientos, hierbas, nuez moscada y canela. Los productos de origen animal solo se comían ocasionalmente y en ocasiones especiales como Navidad y bodas. Cuando le pregunté a mi madre si recordaba el momento en que la gente comenzó a comer más carne, hizo una pausa y pensó un poco antes de responder: “Sabes, fue cuando todos compraron un refrigerador”.
Esto fue a finales de la década de 1950. El refrigerador permitía a las personas almacenar productos de origen animal. Los sistemas de transporte permitieron a las personas acceder a productos que viajaban a través de los continentes y las campañas de marketing de las corporaciones multinacionales de alimentos, respaldadas por su investigación financiada por las corporaciones, convencieron al público, incluidos los profesionales de la salud, de que las dietas basadas en animales eran necesarias para una salud óptima.
Hoy en día, las dietas caribeñas contienen mucho más alimentos de origen animal, con más carne de granjas industriales y más comida chatarra barata importada. Y como sabemos, este cambio ha afectado negativamente la salud humana, el bienestar animal e incluso el equilibrio interconectado que permite que la Madre Tierra prospere.
Mi propia historia de salud es familiar. A principios de la década del 2000, vivía con reflujo gástrico, calambres menstruales y dolor de rodilla. En 2009, decidí cambiar a una dieta basada en plantas sin procesar (WFPB por sus siglas en inglés) para mejorar mi salud y reducir el sufrimiento animal. Esa experiencia cambió mi relación con la comida. En solo 14 días, se me quitó el dolor de rodilla, los calambres o el reflujo gástrico. Tuve más energía a lo largo del día y progresé de correr tres millas a participar en carreras de media maratón. El aumento de mis niveles de energía y mi buena salud me abrieron a un mundo de nuevas posibilidades que nunca antes había considerado.
El vínculo entre la comida y la salud no podría ser más claro, y quería aprender más para poder crear conciencia sobre los beneficios de una dieta WFPB. Aunque sabía que hablar sobre los beneficios era útil, lo más convincente era cuando las personas podían experimentar la diferencia por sí mismas. Entonces, comencé a educarme. Leí muchos libros, y recientemente, completé el programa de Certificado de Nutrición Basada en Plantas del Centro de Estudios en Nutrición (CNS por sus siglas en inglés) que ha sido una ventaja para mi trabajo.
Justo antes de la pandemia, fundé la organización sin fines de lucro Rethink Your Food Inc para crear campañas para alentar a las personas con herencia caribeña a repensar su relación con lo que consideran alimentos. A través de Rethink Your Food, proporciono información sobre cómo comer una dieta basada en plantas y crear conciencia sobre el impacto negativo que la agricultura animal industrial tiene en los animales de granja, nuestro medio ambiente y nuestra salud.
Creo que un solo acto colectivo puede ser un catalizador para transformar nuestro sistema alimentario. Fue con este ánimo que lancé mi primera campaña, el programa de compromiso Vegan Caribbean Kickstart de 21 días, con el apoyo de la iniciativa de subvenciones comunitarias de CNS y otros generosos partidarios. El kickstart incluye una serie de correos electrónicos, un plan de comidas de muestra de 3 semanas y más de 90 recetas que lo acompañan. Después de los 21 días, los participantes pueden comprometerse a continuar su viaje durante seis meses adicionales con soporte adicional por correo electrónico. Desarrollé, probé y escribí todas las recetas. Los ingredientes son culturalmente apropiados y de alimentos de origen vegetal sin procesar.
Vegancaribbeankickstart.com es una herramienta útil que puede permitir a las personas tomar mejores decisiones alimentarias y ayudar a construir un movimiento mientras celebramos nuestra cultura alimentaria caribeña. Más de 4.500 personas se registraron en los primeros cuatro meses. El ochenta y cinco por ciento de los participantes se identificaron como personas de herencia caribeña y más del 90 por ciento declararon estar siguiendo una dieta basada en animales al registrarse. Todos los días están participando personas nuevas en el kickstart. Estoy agradecida por el apoyo de la iniciativa de subvenciones comunitarias de CNS, y muy agradecida a todos los que han contribuido a esa iniciativa de subvenciones, porque ayudaron a hacer posible este proyecto.
Al igual que muchas personas durante ese tiempo cuando las dietas en el Caribe estaban cambiando, mi madre también fue cambiando a medida que la sociedad adoptaba una dieta más basada en animales. Eso trajo la presión arterial alta y las medicinas para controlarla. Después de cambiar a una dieta basada en plantas, mi madre decidió volver a los hábitos alimenticios de su infancia, pero esta vez totalmente a base de plantas. Ahora tiene alrededor de 80 años y no toma medicamentos. Mi mamá es muy activa en su jardín; camina tan erguida como cualquier adulto joven y tiene una actitud más optimista.
Actualmente vivo en Florida, hogar de la mayor población caribeña en los Estados Unidos, y mi madre vive en Trinidad, por lo que nuestro tiempo juntas siempre es un tesoro. Es un regalo poder disfrutar conversaciones con ella sobre lo que comemos, y es un regalo tener la oportunidad de presentar a las personas los beneficios de comer alimentos basados en plantas.
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