Temas » Sostenibilidad alimentaria » Cambio climático: ¡Estamos destruidos!
Centro de Estudios en Nutrición del Dr. T. Colin Campbell

(Oye…. o todos podemos cambiar nuestra alimentación)

Salvo una guerra nuclear mundial, nada amenaza nuestro querido modo de vida más que el cambio climático. Por lo tanto, no es de extrañar que los defensores más vociferantes de cómodas suposiciones que apoyan el orden establecido, tiendan a ser los que más se beneficien de la configuración existente. Estas suposiciones, sometidas a fuertes tensiones por las urgentes advertencias de los principales científicos climáticos, las temperaturas récord del océano y el aire, el derretimiento del hielo, la deforestación incesante, la desaparición de especies y los calamitosos eventos meteorológicos son destruidas por el Dr. Stephen Emmott en su libro TEN BILLION, Richard Oppenlander en Comfortably Unaware, Lester Brown en Full Planet, Empty Plates y J. Morris Hicks en Healthy Eating, Healthy World. Cada uno de estos libros explica con asombrosa claridad cómo nos enfrentamos a los límites de un sistema alimentario sostenible, con el rápido crecimiento demográfico y la industrialización, lo que conlleva un peligro real de daños ambientales irreversibles que conducen al calentamiento mundial y al colapso del ecosistema.

Después de muchos espejismos, una vez más hay alguna razón para esperar que los gobiernos finalmente reconozcan la magnitud del peligro. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, invitó a líderes mundiales a la cumbre sobre el cambio climático 2014 el 23 de septiembre para impulsar la acción antes de una sesión plenaria en París en 2015. Poco después, un editorial del British Medical Journal pidió a la Organización Mundial de la Salud declarar el cambio climático como una emergencia de salud pública.

El diagnóstico es correcto, como también la necesidad declarada de tratamiento urgente antes de que la enfermedad se convierta en terminal. Desafortunadamente, las soluciones propuestas en el editorial —en su mayoría, adaptación, sin un análisis de cómo las reducciones esenciales de las emisiones de gases de efecto invernadero se podrían lograr— son como pretender que la quimioterapia paliativa pueda curar a un paciente con cáncer de pulmón avanzado. Con cerca de 800 gigatoneladas para quemar en nuestro “presupuesto” de carbono —en sí mismo muy posiblemente un gasto excesivo, dándonos más o menos una posibilidad de evitar un aumento de dos grados de temperatura por encima de los niveles preindustriales— solo la cirugía radical ofrece cualquier posibilidad de cura. ¿Dónde comenzamos la primera reducción? Debemos empezar por nombrar y confrontar a las poderosas industrias de la carne y los lácteos. Se estima que este factor clave del calentamiento global contribuye del 20 % al 50 % de las emisiones de gases de efecto invernadero[1][2], principalmente a través de la deforestación y la producción de metano, y perjudica directamente la salud humana a través de enfermedades crónicas comunes: enfermedades cardiovasculares, cánceres comunes, diabetes y enfermedades neurodegenerativas (que en sí mismas tienen una enorme huella de carbono). Esta industria debe ser rápidamente reducida si queremos que haya cualquier esperanza de preservar un ambiente habitable y seguramente los médicos están idealmente ubicados para utilizar su influencia en hacer que esto suceda.

Desafortunadamente, el British Medical Journal no ha actuado como una fuerza para el bien a este respecto, ofreciendo una plataforma a personas como Gary Taubes, autor de Why We Get Fat y Good Calories, Bad Calories, quién activamente promueve una dieta dañina basada en cantidades abundantes de alimentos de origen animal. Mientras tanto, el British Medical Journal continúa ignorando el trabajo de intelectuales como T. Colin Campbell, Caldwell Esselstyn, Neal Barnard y Dean Ornish, quienes muestran un nuevo camino hacia una alimentación sana y ambientalmente sostenible basada en plantas, asociada con emisiones de gases de efecto invernadero mucho más bajos. El ejemplo de la India con su dieta vegetariana tradicional muestra claramente el precio muy alto que los occidentales pagan por sus hábitos carnívoros en términos de muy altas tasas de enfermedades crónicas.

J. Morris Hicks propone una solución práctica para el cambio climático mediante la reforestación de gran parte de la gigantesca superficie terrestre ocupada por el ganado vacuno (el 45 % de toda la superficie de la Tierra se utiliza para el pastoreo de ganado), según el Instituto Internacional de Investigaciones Agropecuarias —abreviado ILRI (sigla de International Livestock Research Institute)—. Esto reducirá las emisiones de metano y aislará rápidamente grandes cantidades de dióxido de carbono, con efectos estabilizadores a corto y largo plazo sobre las temperaturas globales. Http://hpjmh.com/2014/06/25/reduce-livestock-reforest-the-land-sequester-ghg/

Necesitamos entender nuestra extrema reticencia a adoptar una alimentación más racional. ¿Es porque nuestros alimentos tradicionales ocupan un lugar sagrado en el núcleo de nuestra identidad? Según el antropólogo Robert Sapolsky, estamos arraigados en una antigua cultura desértica, basada en la cría de animales para la alimentación y otras necesidades esenciales[3]. Nuestra mitología está llena de alusiones a una forma pastoral de vida: el hijo pródigo vuelve, el becerro engordado es asesinado, Dios envía a un ángel superior para entregar un mensaje importante a los pastores, el Hijo de Dios nace y luego es puesto en un pesebre (¡un comedero para animales!). Estos mitos alimentan nuestra identidad nacional: el ganado jugó un papel prominente en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres. De alguna manera, tenemos que neutralizar estos pesados mitos ​​que son un bloqueo para el pensamiento y la acción libres. Solo entonces podremos dar a nuestros hijos y nietos la posibilidad de heredar un planeta que pueda mantener las comodidades de una civilización anidada en un entorno natural benigno —la “Tierra Buena”— que vimos levantarse en toda su belleza sobre la superficie de una Luna desolada a través de las cámaras del Apolo 8.

Referencias

  1. Livestock and Climate Change, by Robert Goodland and Jeff Anhang. http://www.worldwatch.org/node/6294
  2. Land, irrigation water, greenhouse gas, and reactive nitrogen burdens of meat, eggs, and dairy production in the United States. Eshel G, Shepon A, Makov T, Milo R.
    Proc Natl Acad Sci U S A. 2014 Aug 19;111(33):11996-2001. doi: 10.1073/pnas.1402183111
  3. Are the Desert People Winning? Robert Sapolsky, Discover Magazine, 6 August 2005 http://discovermagazine.com/2005/aug/desert-people

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