¡Cuanto más sepas acerca de cómo funciona tu cuerpo, más capaz serás de hacer las elecciones necesarias para mejorar tanto la cantidad como la calidad de tu vida!
La higiene se define en el diccionario como la ciencia de la salud y su preservación. Pero, ¿qué significa eso realmente?
La ciencia, dice el diccionario, es “la observación sistemática de los fenómenos naturales con el propósito de descubrir leyes que gobiernan esos fenómenos”. De manera más sencilla, la ciencia es el proceso que usamos para averiguar cómo funcionan las cosas. La salud se define como “un estado de bienestar físico, mental y social óptimo”.
Con estas definiciones en mente, es fácil ver que la Higiene no es un sistema alimentario, terapéutico, religioso o de creencias. La higiene es la ciencia de la salud. Abarca un amplio cuerpo de conocimientos sobre las leyes naturales que determinan la salud y numerosas técnicas que te permiten utilizar esta información para maximizar tu potencial de salud.
Cuanto más aprendas sobre cómo funciona tu cuerpo, mejor preparado estarás para tomar las decisiones necesarias para mejorar la cantidad (longevidad) y la calidad de tu vida.
El estado óptimo de la función que llamamos salud es generado espontáneamente por el organismo humano cuando se le proporcionan los requisitos de salud. Los requisitos de salud se pueden clasificar convenientemente en cuatro categorías generales:
Alimentación: Consume una alimentación basada en plantas sin procesar que satisfaga tus necesidades nutricionales individuales.
Ambiente: Obtén aire fresco, agua pura y sol apropiado, y evita agentes agresores del medioambiente como la contaminación del aire y del agua, y el exceso de exposición al polvo, al polen, a los productos químicos y al ruido.
Actividad: Practica ejercicio regular aeróbico, descansa y duerme adecuadamente.
Psicología: Participa en actividades productivas y desarrolla las habilidades sociales interpersonales necesarias para una vida exitosa.
Cuando los requerimientos de salud son proporcionados de forma adecuada, los mecanismos de autocuración del cuerpo intentan restaurar y optimizar la salud. La habilidad de tu cuerpo para hacer esto solo está limitada por tu constitución inherente (genética) y la cantidad de uso y abuso que se haya producido.
Los médicos higienistas siempre han enfatizado el concepto de que la salud y la enfermedad no son antagonistas. Los procesos de la enfermedad tales como la diarrea, fiebre, e inflamación son no solo naturales, pero son intentos necesarios del cuerpo para recuperar una salud óptima. Los intentos de suprimir estos procesos adaptativos y eliminadores con fármacos y otros tratamientos invasivos pueden crear problemas al interferir con los mecanismos de autocuración del cuerpo.
Es importante que sepas cuán extraordinariamente capaz y complejo es tu sistema inmune.
Tu cuerpo está expuesto de manera constante a sustancias químicas, toxinas, contaminantes y otros factores de estrés. Además, organismos simples como virus, bacterias, hongos y parásitos son capaces (en ciertas circunstancias) de invadir el cuerpo humano y usarlo como fuente de alimento. Afortunadamente, el cuerpo humano sano tiene defensas contra la invasión de estos organismos. Estas defensas constituyen el sistema inmune.
Se puede pensar que el sistema inmune tiene dos divisiones: el sistema inmune general o no específico y el sistema inmune adaptativo o específico.
En primer lugar, demos un vistazo a la división no específica del sistema inmune. El órgano más grande del cuerpo humano no es el corazón o el hígado: es la piel. La piel y sus componentes forman una parte muy importante del sistema inmune no específico.
La mayoría de los organismos y agentes potencialmente patógenos se ven impedidos de interferir con la función normal debido a la barrera que crea la piel. Las aberturas en el cuerpo, como la boca y la nariz, sin embargo, no están cubiertas de piel, sino con membrana mucosa. Esta membrana puede secretar varias sustancias y suele ser húmeda. En estas secreciones húmedas están otros mecanismos de defensa, incluyendo productos químicos como la lisozima y la proteína C reactiva, que pueden matar las bacterias invasoras.
El moco en sí mismo puede atrapar organismos invasores, y los cilios (pequeñas proyecciones similares a los cabellos en los pulmones, los bronquios y la garganta) pueden empujar a esos invasores fuera del cuerpo, siempre y cuando estén funcionando correctamente. Se ha demostrado que en los fumadores de tabaco y marihuana los cilios quedan paralizados y destruidos. Esta es una de las razones por las que los fumadores tienen una mayor incidencia de infecciones respiratorias y otras.
El ácido en el estómago, la vagina y otros órganos también pueden actuar como parte del sistema inmune no específico al crear un ambiente en el que los organismos potencialmente invasivos no pueden sobrevivir.
Los siguientes componentes de la división no específica del sistema inmune son las células fagocíticas o “comedoras de células”. Estos fagocitos pueden tragar y destruir la mayoría de los organismos invasores. Los fagocitos son un tipo de glóbulo blanco que se encuentra en el torrente sanguíneo, así como en diversos órganos como los pulmones, el hígado y el tracto intestinal.
Las personas con fagocitos defectuosos están sujetas a infecciones recurrentes. En casos raros, este mal funcionamiento es un defecto genético. De manera más común, surge de las prácticas deficientes de salud que abruman la capacidad de los fagocitos para actuar. Fumar, por ejemplo, además de paralizar los cilios, puede matar a los macrófagos (los fagocitos que viven en los pulmones).
Otro tipo de glóbulo blanco, llamado la célula “asesina natural”, puede reconocer células que han sido invadidas por virus. Las células asesinas pueden unirse a estas células infectadas y destruirlas. Las células que están infectadas por los virus ayudan a las células asesinas mediante la producción de químicos llamados interferones, que activan las células asesinas.
El cuerpo también es capaz de producir proteínas especiales durante una infección. Estas proteínas cubren los organismos invasores (especialmente ciertas bacterias) y hacen más fácil para que los fagocitos los destruyan. Pero esto solo funciona si los organismos invasores tienen algunos marcadores químicos generales que la división no específica del sistema inmune pueda identificar.
Cuando se produce una infección o lesión, el cuerpo produce una reacción llamada inflamación. La inflamación sirve para dirigir los elementos del sistema inmune al sitio de la infección o lesión.
La inflamación consiste en tres partes: aumento del suministro de sangre al área infectada, aumento de la permeabilidad de los vasos sanguíneos pequeños, lo que permite que las moléculas grandes abandonen el torrente sanguíneo y lleguen a la infección, y el aumento de la migración de los fagocitos hacia el sitio de la infección. La inflamación hace que el área infectada luzca roja, se hinche y se sienta caliente y dolorosa.
La división no específica del sistema inmune, incluyendo la piel, el moco, los cilios y los fagocitos puede hacerse cargo de muchas infecciones e infecciones potenciales. Los problemas surgen cuando los fagocitos carecen de la capacidad para identificar las cosas que pasan por alto la división no específica de las defensas del sistema inmune.
Afortunadamente, el sistema inmune tiene otra división llamada la división adaptativa, o específica. A diferencia de la división no específica, la división específica del sistema inmune es capaz de producir partículas llamadas anticuerpos.
Estos diminutos anticuerpos tienen dos extremos. Uno de ellos es un receptor, que puede reconocer un organismo o sustancia específica. El otro extremo es un marcador que encaja en los receptores generales de los fagocitos. Cuando un anticuerpo engancha su extremo específico a un organismo invasor o a una sustancia extraña, identifica al invasor de tal manera que los fagocitos de la división no específica del sistema inmune pueden reconocerlo y destruirlo.
Estos anticuerpos producidos por la división específica del sistema inmune son producidos por glóbulos blancos llamados linfocitos B. Los linfocitos B vienen en miles de variedades, cada una capaz de reconocer un marcador o antígeno específico.
El número de linfocitos que pueden reconocer cualquier marcador o antígeno en particular es muy pequeño. Cuando el linfocito B correcto encuentra el antígeno del invasor, se une a él. Esto estimula al linfocito a reproducir rápidamente muchos linfocitos B de exactamente el mismo tipo.
Con la ayuda de un complicado sistema de señalización química, las nuevas células B se ordenan para comenzar a verter anticuerpos. Los anticuerpos se unen a los invasores, y los fagocitos los destruyen. Algunas de las nuevas células B, en lugar de producir anticuerpos, se convierten en células de memoria. Después de que la invasión se resuelve, estas células de memoria perduran en el cuerpo. Si ese invasor en particular llegara a aparecer de nuevo, el cuerpo será capaz de destruirlo rápidamente.
Además de los linfocitos B que producen anticuerpos, existe otro tipo importante de células linfocíticas: linfocitos T o células T. Las células T vienen en varias modalidades: ayudantes, asesinas, supresoras, memoria y otros.
Las células T auxiliares (como las células B) son muy específicas, y tienen receptores específicos para invasores específicos. Las células T auxiliares son las que están a cargo del complicado sistema de señalización química que le dice a las células B qué hacer e inicia la producción de células T asesinas.
Tenemos la suerte de que poseemos un sistema inmune tan complejo y eficiente que funciona a su nivel más alto cuando aseguramos los requisitos de la salud conscientemente.
Tu salud es muy valiosa. Toma las medidas necesarias para protegerla y preservarla. Recuerda, el único tú que tienes eres tú mismo.
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