Ambos tenemos más de 80 años y nos dedicamos a envejecer de forma saludable con un estilo de vida basado en plantas sin procesar. Nos gustaría compartir nuestras historias personales sobre cómo ambos superamos enfermedades que amenazaban nuestras vidas y pasamos a gozar de una existencia larga, muy sana y feliz.
Al volver a casa de un viaje a China en el otoño de 1992, empecé a sentir algunos cambios musculares menores, pero no le di demasiada importancia. Hasta que un día me desperté sin poder abrir un ojo.
Fui donde mi médico, quien me hizo una revisión tras la cual me diagnosticó con parálisis de Bell. Entonces le dije: “No, creo que es miastenia gravis”. No sé por qué dije eso, ya que la MG es una enfermedad neuromuscular muy rara, de la que ni siquiera la mayoría de los médicos saben mucho. No obstante, fui remitida a un neurólogo quien me hizo una prueba sencilla, ¡y confirmó que mi auto diagnóstico era correcto!
Me dijeron que la MG era incurable, que tendría que estar medicada el resto de mi vida y que mi esperanza de vida se reduciría. En otras palabras, mi situación era desalentadora.
Me recetaron varios fármacos muy potentes, incluyendo la prednisona, y me dijeron que no había mucho más que se pudiera hacer. Veía doble, tenía dificultades para hablar y tragar, y a veces estaba tan débil que no podía sostener la cabeza.
Pero decidí no aceptar esa sentencia o veredicto. En cambio, seguí buscando formas de mejorar mi salud. Empecé a practicar taichí y qigong. Caminaba varios kilómetros a diario. Intenté comer más sano (carne blanca de pollo, pavo, y pescado), ¡aunque en aquel momento no sabía mucho sobre lo que era y no era sano! Estuve muy enferma e incluso acabé en cuidados intensivos durante cinco días por culpa de los malos consejos de un neurólogo de fama internacional.
Durante mi enfermedad seguí buscando alguna esperanza de cura, ¡y acabé viendo a 11 neurólogos diferentes! Todos dijeron más o menos lo mismo que el primero. Ninguno sugirió un cambio en el estilo de vida, incluyendo la alimentación, como un posible remedio.
Fue en el 2006 que escuché a un nutricionista clínico. Explicó que comer productos de origen animal compromete el sistema inmunitario y recomendó a los pacientes con MG o cualquier enfermedad autoinmune que hicieran el cambio a una alimentación basada en plantas sin procesar. Inmediatamente lo hice, en pocos meses dejé de tomar todo medicamento, ¡ya no tenía ningún síntoma de esta temida enfermedad!
Han pasado 14 años y me siento segura al decir que ya no tengo esta enfermedad “incurable”. Estoy muy agradecida.
En 2006 yo también tuve un problema de salud grave. Me enteré que tenía un pequeño tumor en la parte exterior de mi riñón izquierdo. Mi urólogo me aconsejó que me lo extirparan de inmediato. Fui a un centro médico de primera categoría en Carolina del Norte y me sometí a una cirugía de crioablación, un procedimiento que con éxito congeló el tumor. Por desgracia, el tumor era maligno.
El cirujano me informó de que había extirpado todo el tumor, pero me explicó que este tipo de tumor tiende a reaparecer. Nunca mencionó que cambiar lo que comía podría ayudar a prevenir una reaparición de mi cáncer.
Pero gracias a mi esposa, Fran, y a mi deseo de reducir las posibilidades de reincidencia, también adopté una alimentación basada en plantas sin procesar como medio de prevención y hoy día llevo 14 años sin cáncer. Yo también estoy muy agradecido. Pero espera, ¡hay más! ¡Nos enteramos de que mi cirujano ha adoptado la misma alimentación que nosotros!
Así que ahí lo tienen: nuestras propias historias sobre cómo el cambio a una alimentación basada en plantas puede no solo revertir la enfermedad, sino también prevenirla. Ahora nos sentimos mejor que nunca. Es un privilegio para nosotros compartir nuestras historias y, con suerte, inspirar a otros.
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