El siguiente es un artículo de un beneficiario de una subvención comunitaria.
Es una injusticia de nuestro sistema alimentario que los vegetales frescos no estén al alcance de tantos. El Centro de Educación Energética y Medioambiental de la Universidad del Norte de Iowa está trabajando para resolver este problema.
En Iowa, la escasez de frutas y verduras frescas se da tanto en las zonas urbanas como en las rurales. A pesar de la sobreabundancia de comidas poco saludables—en casi todos los lugares donde comemos (restaurantes, instituciones, escuelas, hospitales, residencias de ancianos) se ofrecen comidas altamente procesadas, muy grasas, y azucaradas— existe un enorme déficit de frutas y verduras frescas. Esta combinación alimenta las epidemias de obesidad, diabetes tipo 2, y enfermedades cardiovasculares y nos hace más vulnerables al COVID-19.
¿Qué podemos hacer a escala comunitaria para demostrar la urgencia y cambiar las cosas? Para empezar, tenemos que admitir que el problema existe. Cuando un puente se derrumba, lo reconocemos como un fallo estructural; cuando la mitad de una ciudad carece de acceso a una tienda de mercado de servicio integral, ¿lo reconocemos como un fallo del sistema alimentario?
Si queremos ver comunidades prósperas basadas en la agricultura y una mayor disponibilidad de alimentos saludables, tenemos que apoyar nuestra economía alimentaria local y regional en cada comida. Esto significa que los hogares, los restaurantes, las instituciones, las escuelas, y los hospitales tienen que replantearse cómo compran y preparan los alimentos a favor de la salud, la vitalidad económica local, y las prácticas laborales justas en todos los sectores del sistema alimentario. También significa cambiar la forma en que invertimos en el sistema alimentario, dando prioridad a aspectos como los huertos locales, las fincas de hortalizas, el procesamiento de cereales para el consumo local, y las instalaciones de distribución.
En el condado de Black Hawk (Iowa), donde vivo, y en los seis condados circundantes, cada año llegan 90 millones de dólares en diversas formas de subvenciones a los cultivos. Ni un centavo se destina para ayudar a los productores de frutas y verduras. No hay financiación para las instalaciones de congelación de verduras ni para los centros alimentarios que sirven a los compradores institucionales de alimentos locales como un distrito escolar público. Estas empresas del sistema alimentario crearían valor económico local, apoyarían a los negocios alimentarios y agrícolas locales, y nos ayudarían a servirnos buenos alimentos, pero no se invierte en ellas.
El margen de crecimiento es enorme. Solo un 5% de los niños escolares del condado consumen la cantidad recomendada de frutas y verduras. Como resultado, tenemos altas tasas de sobrepeso y obesidad junto con las enfermedades crónicas que las acompañan. Los niveles inaceptables de pobreza exacerban y contribuyen a estos problemas de salud.
De nuevo, debemos reconocer estos problemas. Desafortunadamente y según mi experiencia, la mayoría de los planificadores de la ciudad y del condado, los profesionales de la salud, e incluso las personas que trabajan en las empresas alimentarias de emergencia ni entienden ni reconocen que nuestro sistema alimentario está fallando: tanto a nuestra salud como a nuestras economías locales. La gente entiende el sistema de calles y carreteras. Entienden el sistema de servicios municipales como la policía y los bomberos y el tratamiento de las aguas residuales. Entienden que estos sistemas deben planificarse cuidadosamente para que funcionen. ¡Pero el sistema alimentario está abandonado a su suerte! Las ciudades y los profesionales de la salud apenas están empezando a comprender las desigualdades del sistema alimentario y el papel que juegan los gobiernos e instituciones locales en crear proactivamente un sistema alimentario orientado a la salud y la vitalidad económica.
Nuestro equipo de personal, estudiantes y socios de la comunidad han sido capaces de investigar, planificar, recaudar fondos y poner en marcha varias iniciativas alimentarias comunitarias de bajo coste y gran impacto como:
La buena alimentación como medicina es la solución previa a una serie de enfermedades del sistema alimentario. Las clínicas de salud y los hospitales pueden y deben invertir en sus comunidades para construir infraestructuras y cadenas de suministro que apoyen dietas más saludables y una cultura que las fomente.
Estas iniciativas ofrecen frutas y verduras frescas a precios asequibles y apoyan a las granjas locales.
El Centro de Estudios en Nutrición de T. Colin Campbell (CNS) se ha comprometido a aumentar la conciencia sobre el extraordinario impacto que tiene la alimentación en la salud de nuestros cuerpos, nuestras comunidades y nuestro planeta. En apoyo a este compromiso, el Centro de Estudios en Nutrición ha creado una iniciativa de subvenciones comunitarias para potenciar las iniciativas sostenibles de alimentación en todo el mundo, proporcionando subvenciones para permitir la creación de empresas innovadoras e impulsar el crecimiento de las iniciativas existentes. Por favor, considera hacer una donación a esta gran causa. El 100 % de tu donación se destinará a apoyar iniciativas como la que acabas de leer en este artículo.
Más información sobre nuestro programa de subvenciones comunitarias.
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