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Temas » Ciencia de la nutrición » El gran negocio de la fórmula para bebés: un estudio de caso sobre las investigaciones financiadas por la industria
Centro de Estudios en Nutrición del Dr. T. Colin Campbell

Este artículo es una publicación editada de un instructor de nuestro Certificado de Nutrición Basada en Plantas, en referencia a una tarea de análisis crítico. En esta tarea, los estudiantes revisan de manera crítica aseveraciones publicadas sobre la salud y reciben comentarios del equipo de instructores. Puedes obtener más información sobre el programa aquí. Nuestro objetivo no es solo fomentar la alfabetización nutricional, sino también capacitar a los estudiantes para que continúen aprendiendo después de finalizar el curso.


Recientemente, un estudiante revisó el siguiente artículo para la tarea de análisis crítico del Módulo 1.20: “Animal source foods, rich in essential amino acids, are important for linear growth and development of young children in low‐ and middle‐income countries.“[Los alimentos de origen animal ricos en aminoácidos esenciales son importantes para el crecimiento y desarrollo lineal de los niños pequeños en países de bajos y medianos ingresos].[1] El estudiante hizo un excelente trabajo y destacó el claro conflicto de interés que había, dado que varios de los autores del artículo trabajan para FrieslandCampina, una de las cooperativas lecheras más grandes del mundo.

Al leer el artículo, me llamó la atención cómo los hallazgos y las recomendaciones podrían parecer relativamente inofensivos, lo que los hace aún más nefastos.

Los autores sostienen que los niños en países de bajos y medianos ingresos sufren desnutrición crónica después de la lactancia debido a la falta de diversidad en la dieta, lo que a su vez lleva a deficiencias de aminoácidos.[1] Aunque no ofrecen mucha evidencia en el artículo, afirman que “de los 6 a los 23 meses de edad, lo más necesario es consumir alimentos de origen animal ricos en nutrientes”. No especifican el tipo ni la cantidad de “alimento de origen animal rico en nutrientes”, y la palabra lácteos se menciona solo tres veces en todo el artículo.

En lo que respecta a la investigación financiada por corporaciones, este parece ser un ejemplo de sesgo relativamente leve. Aunque la conclusión de centrarse en los alimentos de origen animal no cuenta con mucha evidencia que la respalde, otros ejemplos de investigaciones financiadas por corporaciones suelen mostrar un sesgo mucho más evidente. En este caso, el artículo no promueve activamente ningún producto específico. Compáralo con otros artículos que elogian el producto de los patrocinadores, como este ejemplo sobre los aguacates; puedes encontrar muchos ejemplos similares en el blog Food Politics de Marion Nestle.

Muchos lectores entienden intuitivamente que la participación de la industria puede influir en los resultados, algo que se ha confirmado en investigaciones. Según un estudio, más del 55 % de los artículos con participación de la industria alimentaria “informaron resultados favorables para los intereses de esta industria, en comparación con un 9.7 % en el caso de los artículos sin participación de la industria alimentaria”.[2] Sin embargo, aunque los resultados de este artículo favorecen en general a la industria de los alimentos de origen animal, el lector promedio podría no percibir el sesgo con tanta claridad. Después de todo, estos investigadores solo están discutiendo las necesidades de niños desnutridos, ¿cierto? La necesidad de más aminoácidos esenciales parece ser importante, ¿verdad? Muchos lectores incluso podrían considerar que esta investigación es socialmente positiva y responsable.

¡Y ese es precisamente el punto!

En este caso, se necesita un poco más de contexto, en forma de dos datos adicionales que el lector promedio probablemente desconozca: (1) además de ser una de las cooperativas lecheras más grandes del mundo, FrieslandCampina es también uno de los mayores fabricantes de fórmula para bebés en el mundo, y (2) el mercado de fórmula que más ha crecido en los últimos años es el dirigido a bebés mayores de seis meses, en particular los de seis aveintitrés meses, precisamente el periodo que los autores señalan como de mayor necesidad.

La investigación corporativa sostiene el poder corporativo

En el artículo de 2021, “Globalization, first-foods systems transformations and corporate power: a synthesis of literature and data on the market and political practices of the transnational baby food industry,” [La globalización, la transformación de los sistemas de primeros alimentos y el poder corporativo: una síntesis de los datos sobre el mercado y las prácticas políticas de la industria de comida de bebé], los autores, Baker et al., destacan cómo la poderosa industria de fórmula para bebés produce investigaciones para respaldar sus productos e imagen y, en última instancia, consolidar y expandir su poder.[3]

Este tipo de investigación permite que dicha industria ejerza un poder discursivo e institucionalice ciertas creencias y prácticas, como impulsar las ventas presentando sus productos como “lo más parecido posible a la leche materna” y amplificar este mensaje mediante aseveraciones directas o implícitas sobre los beneficios de sus productos para la salud y el desarrollo, dirigidas tanto a profesionales de la salud como a consumidores (ver estrategias de mercadeo) . . . Al enmarcar estos esfuerzos como parte de iniciativas de responsabilidad social corporativa, esta ciencia refuerza y legitima su imagen como actores corporativos responsables y socios deseables en el ámbito de la política pública.

La relación entre la investigación y el mercadeo es muy común. Como describen Baker et al.,

No hay evidencia pública para muchas de las aseveraciones o solo cuentan con evidencia de baja calidad que las respalde. La prueba que sí existe suele citar estudios patrocinados directamente por la industria. Las etiquetas de los productos incluyen aseveraciones sobre el desarrollo del cerebro, los ojos y el sistema inmunitario, la reducción de alergias y resultados específicos relacionados con comportamientos normales de los bebés, como la falta de sueño, la irritabilidad y los vómitos.

Es fácil imaginar cómo el artículo científico sobre los aminoácidos esenciales podría utilizarse más adelante en las iniciativas de mercadeo de FrieslandCampina para sus fórmulas dirigidas a niños de 6 a 24 meses. De hecho, no hay que imaginarlo: el artículo está citado en el sitio web del FrieslandCampina Institute como evidencia de por qué los niños pequeños y en edad preescolar deberían beber leche.

Sin embargo, un lector promedio que revise rápidamente el artículo después de abrir el enlace desde el sitio web de FrieslandCampina podría pasar por alto estos conflictos de interés. A primera vista, el artículo parece respaldar el producto sin decirlo explícitamente. (Como mencioné anteriormente, la palabra leche o lácteos apenas aparece en el artículo).

Un breve repaso histórico

Consideremos la historia de la poderosa industria de la fórmula para bebés. Baker et al. (2021) hacen un excelente trabajo al describirla, pero intentaré hacer un breve resumen.[3]

Básicamente, debido a las prácticas agresivas de mercadeo de las empresas de fórmulas, las tasas de lactancia en todo el mundo disminuyeron drásticamente en la década de 1950, y alcanzaron sus niveles más bajos en la década de 1960. Este mercadeo agresivo incluyó tácticas realmente escandalosas y poco éticas, como hacer que vendedores se disfrazaran de profesionales de la salud para visitar salas de maternidad y compartir información falsa con las madres poco después del parto.

En la década de 1970, se organizó un boicot internacional y surgió un enorme movimiento global para frenar los tipos de mercadeo y las alegaciones que las compañías de fórmulas podían hacer. Esto llevó a la creación de un nuevo grupo comercial internacional, el International Council of Infant Food Industries (ICIFI), y a un esfuerzo coordinado para: (1) mejorar la opinión pública mientras seguían anunciando directamente a los consumidores, (2) impedir políticas que limitaran el mercadeo y (3) expandir su mercado.[4] ¡Y ha funcionado!

Las dos caras del poder

Hagamos una breve pausa para reflexionar sobre cómo esta industria ha logrado rehacer su imagen y crecer significativamente a pesar de la resistencia que enfrentó en la década de 1970. La idea de las dos caras del poder, popularizada por los científicos políticos Peter Bachrach y Morton S. Baratz en los años sesenta, puede ayudarnos a entender cómo la industria ha ejercido su influencia.[5]

Este concepto enfatiza la necesidad de prestar atención no solo al poder manifiesto para crear o establecer leyes y normas (la primera cara), sino también al poder menos visible de moldear preferencias, agendas y discusiones (la segunda cara). Como observaron Bachrach y Baratz, cuando individuos o grupos utilizan de forma efectiva esta segunda cara del poder, a menudo pueden evitar en gran medida tener que recurrir a su poder manifiesto. Si las opciones preferidas por los poderosos son las únicas que se discuten y consideran, es seguro que cualquier resultado les será favorable. Esto puede reducir considerablemente, por ejemplo, la necesidad de cabildear.

Con este concepto en mente, ampliemos la mirada para considerar también las esferas de influencia discutidas en el Módulo 5 del Certificado de Nutrición Basada en Plantas [“Evaluemos la política y las políticas alimentarias”]. Normalmente, nos enfocamos en la persona situada en el centro de estas esferas de influencia; sin embargo, para fines de esta discusión, consideremos todas las formas en que la industria influye en las demás esferas (y, por lo tanto, en la persona). Como ya se ha demostrado, la industria busca influir en las políticas de regulación y mercadeo. Con la libertad de promocionar sus productos de manera más agresiva, logran persuadir a personas en todas las esferas sobre el valor nutricional de la fórmula, a menudo en detrimento de las tasas de lactancia materna. Al dirigirse a profesionales de la salud y financiar investigaciones que favorecen sus intereses, moldean la cultura y hacen que las madres sientan que la fórmula es superior e incluso más segura que la leche materna. En última instancia, estos esfuerzos significan que más personas en una comunidad usan fórmula, lo que la hace parecer la opción más normal, si no la mejor.

Nuevamente, Baker et al. (2021) integran muy bien estos conceptos:[3]

El poder que tiene la industria de comida de bebé de usar las técnicas de mercadeo descritas anteriormente solo es posible gracias a las grandes inversiones que hace en fomentar entornos normativos, regulatorios y de conocimiento que sean favorables para dicho mercadeo. Encontramos amplia evidencia de las prácticas políticas de la industria, coordinadas a escala global, para lograr este objetivo.

Consideradas en conjunto, estas prácticas demuestran las dos caras del poder corporativo: una más oculta y encubierta, que implica estrategias para restringir el discurso crítico, dominar a los opositores y frenar amenazas regulatorias; y otra más visible y orientada al público, que busca fomentar una imagen de responsabilidad social corporativa y mantener su “licencia social” para operar. Estas prácticas son, en términos generales, coherentes con las identificadas en estudios sobre las industrias del tabaco, el alcohol y los alimentos ultraprocesados, así como con la forma en que la globalización económica neoliberal ha fortalecido notablemente el poder de estas industrias para hacer crecer y sostener sus mercados, por ejemplo.

Conclusión

Al igual que otras grandes industrias, la industria de la fórmula ha desarrollado sistemas complejos compuestos por múltiples métodos para establecer, consolidar y mantener el poder. En este sistema, la investigación científica es una herramienta. Además de alimentar la necesidad percibida de sus productos, fomenta una imagen positiva al aparentar responsabilidad social. A menudo, la investigación se utiliza para crear evidencia que pueda citarse como justificación de un producto “innovador”.

En el contexto de esta estructura mayor, puede que un solo artículo de investigación no parezca especialmente significativo o agresivo, pero debemos considerar el efecto de red que se crea cuando cientos de estos artículos se publican a lo largo de muchos años y décadas.

Finalmente, aunque este artículo se centra en la forma sistemática en que las empresas de fórmula para bebés acumulan poder, incluido el financiamiento de investigaciones científicas, no estoy sugiriendo que la fórmula nunca deba usarse. Hay muchas razones importantes por las cuales una madre podría optar por alimentar a su bebé con fórmula en distintos momentos de la vida del niño, incluso desde el nacimiento.Para aprender más sobre la nutrición infantil y de lactantes, consulta estos recursos

Además, si te gustó esta publicación, te recomiendo leer el artículo completo de Baker et al. ¡Es muy interesante y de acceso abierto!

Referencias

  1. Parikh P, Semba R, Manary M, et al. Animal source foods, rich in essential amino acids, are important for linear growth and development of young children in low- and middle-income countries. Matern Child Nutr. 2022;18(1):e13264. doi:10.1111/mcn.13264
  2. Sacks, Gary, Devorah Riesenberg, Melissa Mialon, Sarah Dean, and Adrian J. Cameron. “The Characteristics and Extent of Food Industry Involvement in Peer-Reviewed Research Articles from 10 Leading Nutrition-Related Journals in 2018.” Edited by Quinn Grundy. PLOS ONE 15, no. 12 (December 16, 2020): e0243144. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0243144.
  3. Baker, P., Russ, K., Kang, M. et al. Globalization, first-foods systems transformations and corporate power: a synthesis of literature and data on the market and political practices of the transnational baby food industry. Global Health 17, 58 (2021). https://doi.org/10.1186/s12992-021-00708-1
  4. Hastings, Gerard, Kathryn Angus, Douglas Eadie, and Kate Hunt. “Selling Second Best: How Infant Formula Marketing Works.” Globalization and Health 16, no. 1 (December 2020): 77. https://doi.org/10.1186/s12992-020-00597-w.
  5. Bachratz, Peter, and Morton Baratz. “The Two Faces of Power.” American Political Science Review, no. 56 (1962): 947–52.

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