Leí con interés los comentarios de mi ensayo, Harto de “Fed Up”. Acojo en forma particular las objeciones, especialmente de aquellos que pensaron que yo subestimaba el caso contra el azúcar. (Probablemente debería añadir este comentario a esa discusión, pero se puede perder así que lo resalto aquí para darle más énfasis).
Aquí están mis declaraciones del artículo que creo que son más relevantes:
“Sin embargo, puedes elegir qué lado de este debate prefieres; estoy inclinado a favorecer el argumento de que el azúcar es problemático[1], aunque el efecto está menos calificado científicamente de lo que todos estamos inclinados a creer” … Me refiero a las pruebas publicadas en las cuales “…la evidencia de que el azúcar es un factor importante en la obesidad es relativamente débil”. Sigo apoyando estas afirmaciones.
No estoy en desacuerdo con que haya efectos adversos de los carbohidratos refinados (es decir, el azúcar). Solo cuestiono el énfasis dado a estos presuntos efectos como si fueran el principal problema de salud alimentaria del día. Estoy de acuerdo con el Dr. Neal Barnard, quien sugirió que esta propuesta es el actual “chivo expiatorio”, como si otras preocupaciones más amplias con respecto a la alimentación fueran mucho menos importantes.
También escribí el artículo porque los llamados “expertos” en la película (¿los periodistas son expertos?) son los que previamente han dejado claro que están en total desacuerdo con la alimentación basada en plantas sin procesar. Estoy convencido de que una de las principales intenciones de “Fed Up” —especialmente dadas sus vigorosas relaciones públicas— era contrarrestar la película documental excepcionalmente exitosa “Forks Over Knives” y su mensaje principal.
Además de la sorprendente debilidad de la evidencia contra los carbohidratos refinados, desde entonces he descubierto que en los estudios del Dr. Esselstyn que muestran la reversión drástica de la enfermedad cardíaca, no se intentó limitar el consumo de azúcar. Si asumimos un consumo promedio, la enfermedad cardíaca se revirtió considerablemente a pesar del consumo de bastante azúcar. Como dije anteriormente, no sé de ninguna evidencia de que la eliminación de azúcar añadido y otros carbohidratos refinados de una dieta típica estadounidense sea capaz de restaurar la salud, como está demostrado con la alimentación basada en plantas sin procesar.
La preocupación pública por los efectos adversos del azúcar ilustra muchas discusiones sobre alimentación y salud donde la opinión popular y la evidencia científica se están nivelando en el mismo campo de juego. Una persona que comentó en mi ensayo, por ejemplo, expresó que podría haber escrito lo que escribí porque mi “opinión” no estaba incluida en la película; otro estaba un poco sorprendido de que yo pudiera expresar ese comentario en vista de mi defensa de una alimentación saludable (por cierto, personalmente no me molestan estas opiniones, estoy totalmente de acuerdo en que son realizadas honestamente y, sin duda, compartidas por otros).
Sin embargo, estos comentarios plantean una cuestión importante, pero preocupante. ¿Qué cuenta más, la ciencia o las creencias públicas? Así que aquí expreso mi opinión.
Me ha gustado mucho la disciplina de la ciencia y su búsqueda de la verdad, pero también sé que, con demasiada frecuencia, esto es una ilusión debido a la influencia de la financiación de la investigación o por el entorno político que controla la interpretación de la evidencia. Simplemente me gustaba estar en la ciencia formal por lo que se supone que es, por muy imperfectamente que pudiera ser practicada. Esta es la razón por la que pasé toda mi carrera en la ciencia, estando en un ambiente —eso pensaba— donde podía hablar libremente y explorar preguntas haciendo realmente la investigación experimental, siempre y cuando pudiera obtener los fondos necesarios de los fondos públicos.
Creo que todos podemos estar de acuerdo en que la opinión pública está considerablemente influenciada por los medios de comunicación, que tienen sus propias deficiencias graves, que incluyen un conocimiento limitado, su deseo de satisfacer las expectativas de los consumidores y las adicciones personales y quienes desean complacer a sus patrocinadores, que pueden estar más interesados en la riqueza de las empresas que en la salud del consumidor.
La conclusión es la siguiente: todos tenemos que trabajar duro para tratar de comprender de dónde sacamos nuestras opiniones mientras que continuamente estamos en alerta para obtener mejor información cuando aparezca.
En esta discusión de los pros y contras de azúcar añadido y otros carbohidratos refinados, me resulta difícil llegar a una opinión totalmente racional, especialmente cuando los directores de la película documental seleccionaron cuidadosamente esta historia de una mucho más grande que se está ignorando. Sobre la base de mi anterior familiaridad con las opiniones de la mayoría de los “actores” de la película, creo que ignorar la parte mucho más completa de la historia fue intencional.
En el caso mío y de nuestra familia, tratamos de minimizar o evitar todo el azúcar añadido y las harinas refinadas, pero yo/nosotros lo hacemos, en parte, porque estos productos diluyen nuestro consumo de mejores fuentes de buena nutrición. También lo hago debido a un par de experiencias mías que van más allá de la biología. La primera fue un libro (Sweetness and Power, 1986) de Sidney Mintz que sostenía de manera persuasiva que la industria azucarera debe gran parte de su existencia a su temprana explotación de la esclavitud humana. La segunda fue un intento fuertemente armado y poco ético por parte de la industria de obligar a dos comités asesores de alimentación (uno nacional, uno internacional) a establecer un límite superior no corroborado de ingesta de azúcar (25 % de las calorías de la alimentación) para la llamada buena salud. Vi la carta de la industria enviada a mi colega que presidía un comité asesor de la Organización Mundial de la Salud, una muestra realmente desagradable de arrogancia corporativa.
La película comentó brevemente esta carta pero citó incorrectamente la posición de la industria, como sugiriendo que su límite recomendado era una cantidad mínima cuando en realidad era una cantidad máxima.
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