Quisiera contar brevemente algunos de los acontecimientos que llevaron al inicio de lo que se llamaría El Estudio de China. Cuando empecé a trabajar en el laboratorio de Campbell en Cornell en 1980, nuestro enfoque fue completamente la investigación con animales sobre los efectos de la nutrición en los eventos que conducían al cáncer de hígado. En un estudio típico alimentamos a las ratas con un químico llamado aflatoxina B1, que causaba cáncer de hígado en aproximadamente de ocho a doce meses. A continuación, alimentamos a diversos grupos de animales con dietas diferentes para ver cómo los componentes específicos de la alimentación (nivel de proteína, tipo de grasa o diferentes extractos de plantas) afectarían las etapas tempranas del desarrollo de cáncer de hígado (hepatocarcinogénesis).
Un día estábamos comiendo juntos en el laboratorio. La práctica de comer en el laboratorio ha sido prohibida desde hace mucho tiempo por razones de seguridad, pero generaba un sentido de camaradería que es difícil de duplicar en la cafetería. Campbell sacó un artículo y dijo que acababa de recibir una carta de un hombre chino que trabajaba en un laboratorio de toxicología en Albany, Nueva York. Estaba en búsqueda de empleo. Esto era muy intrigante porque, en 1981, los visitantes de China eran inauditos y los científicos chinos en nuestro campo eran simplemente desconocidos. Al laboratorio en Albany no le estaba yendo bien y este hombre, el Dr. Chen Junshi, tenía una beca de la Organización Mundial de la Salud y podía ir a cualquier parte que tuviera espacio para él y para sus intereses de investigación comunes. Chen (los nombres chinos tienen primero el apellido) estaba interesado en el papel del oligoelemento selenio en la hepatocarcinogénesis. Todos expresamos nuestro interés y Campbell invitó a Chen a unirse a nosotros. Cuando llegó me asignaron para que fuera su técnico y Chen rápidamente demostró sus habilidades de investigación y en el laboratorio. En el transcurso de nueve meses él diseñó y realizó tres estudios y escribió los manuscritos resultantes, un logro sin precedentes. En el proceso fue amigable, ingenioso e infaliblemente respetuoso, a pesar de las confusiones ocasionales de su técnico y de nuestra constante curiosidad por las diferencias culturales entre chinos y estadounidenses.
Nos enteramos de que, como científico educado durante la Revolución Cultural, Chen, un doctor en medicina, tuvo el infortunio de ser enviado a prestar servicios médicos en las regiones muy remotas de la muy pobre provincia de Sichuan. En un caso clásico de hacer limonada con sus limones, Chen ayudó a organizar un estudio de una enfermedad inusual, única en esa parte del mundo, la enfermedad de Keshan. La condición no infecciosa implicaba deformidades del corazón y se sospechaba que tuviera una causa nutricional. El grupo de Chen formuló la hipótesis de que la falta de selenio en la alimentación era parcialmente la causa. Se sabía que los niveles de selenio eran muy bajos en el suelo y las plantas en esa región, pero nadie había mostrado que el selenio era un nutriente necesario para los seres humanos. En un estudio sin precedentes mostraron una mejora drástica de la condición cardíaca mediante la ingesta de suplementos con dosis pequeñas y regulares de selenio. Este estudio se conoce ahora como el capítulo final en el estudio de los nutrientes humanos esenciales (vitaminas y minerales). No se ha descubierto ningún nutriente esencial nuevo desde que se publicó este estudio en 1979.
En nuestras discusiones en el laboratorio, tanto las revelaciones pequeñas como las grandes nos mostraron algunas de las diferencias culturales. En el transcurso de algún trabajo de laboratorio un día le dije a Chen que usara una trenza de alambre para cerrar una bolsa de plástico. Él preguntó qué era una trenza de alambre y estaba bastante intrigado por el papel y el dispositivo de alambre. Chen era un lector voraz. Los misterios eran sus favoritos. Yo le suministraba dos o tres libros a la semana de las ventas de garaje locales. Un día, en un momento de “irreflexión” cultural, le di 1984, una novela de (George) Orwell acerca de la tiranía política futurista para que lo leyera. Lo devolvió a la mañana siguiente y me agradeció por el libro respetuosamente, pero dijo que no tenía necesidad de leerlo, pues ya lo había vivido. Luego fue el día en que descubrió el papel plástico Saran-Wrap. Otro día, un técnico de laboratorio regresó del Departamento de vehículos motorizados del Estado de Nueva York (New York State Department of Motor Vehicles) y gruñía en voz alta sobre la burocracia. (¿No son iguales todos los departamentos de vehículos motorizados?) Le preguntamos a Chen si había mucha burocracia en China. Después de averiguar el significado del término, nos hizo saber con unos pocos hábiles movimientos de su mano y un sacudir la cabeza con una mueca de dolor, que estaba extremada y dolorosamente familiarizado con la burocracia cruel y deshumanizante. A nadie le apetecía seguir preguntando.
Después de esta estancia muy breve, Chen volvió a China. En sus últimos días en nuestro laboratorio, él y Campbell comenzaron a discutir posibles colaboraciones de investigación futuras una vez que regresara a China. Los debates se centraron en la posibilidad de estudiar la ingesta de selenio en China y compararla con la prevalencia del cáncer en China. Este fue el comienzo de El Estudio de China. Algunas piezas claves se coordinaron a la perfección a través de nuestros colegas ingleses y otros chinos. Sin embargo, la idea inicial y el corazón del proyecto se basaron en las excelentes relaciones personales y profesionales que se forjaron durante la reveladora visita de Chen a nuestro laboratorio.
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