El siguiente es un fragmento de ‘Whole: Rethinking the Science of Nutrition’ (BenBella Books) o su edición en español, ‘Integral (Whole): un nuevo enfoque sobre la ciencia de la nutrición’ (Editorial Sirio) por T. Colin Campbell, PhD y Howard Jacobson, PhD.
Empecemos con la crisis ecológica más destacada de nuestro tiempo: el calentamiento global. Cuando miras seriamente los números, te das cuenta de que hacer el cambio de una dieta basada en carne a una alimentación basada en plantas haría más para frenar y revertir el calentamiento global que cualquier otra iniciativa.
Una de las críticas inteligentes al poderoso e importante documental de Al Gore, An Inconvenient Truth (Una verdad incómoda, en español), fue que sus recetas eran, lamentablemente, insuficientes a la luz de la magnitud del problema. Consejos como reemplazar los bombillos incandescentes por fluorescentes compactos, reducir tu termostato un par de grados y mantener los neumáticos de tu vehículo totalmente inflados son acciones que pueden hacerte sentir virtuoso, pero tienen poco o ningún impacto en el problema real. Una hoja de orientación disponible en ClimateCrisis.net anuncia que reducir la cantidad de basura que produces en un 10 por ciento puede ahorrar 544 kilogramos de dióxido de carbono por año. Cuando haces las cuentas, te das cuenta de que el otro 90 por ciento de tu basura sigue produciendo 4898 kilogramos de CO2 cada año. Hacer las mismas cosas con un poco menos de intensidad no va a revertir el calentamiento global, especialmente cuando el CO2 que ya hemos producido va a atrapar el calor en la atmósfera durante cientos de años. Es como si todos estuviéramos en un autobús que va a toda velocidad hacia el borde de un precipicio, y la mejor idea que tuviéramos fuera que todos sacaran los brazos por las ventanas para aumentar la resistencia al viento. ¡Quizás alguien debería saltar al asiento del conductor y pisar los frenos!
En 2006, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura publicó un informe en el que se destacaba la conexión entre las comidas de origen animal y el calentamiento global[1]. Su contenido es sorprendente porque este organismo es el principal responsable del desarrollo de las operaciones ganaderas en todo el mundo. Siendo sesgado, si acaso, hacia la observación del efecto opuesto, este informe concluyó, de todas formas, que el consumo de comidas de origen animal crea el 18 por ciento del calentamiento global, más que las contribuciones de la industria o el transporte[2] . Esta información, que ya tiene seis años, sigue sin ser ampliamente conocida.
En las relativamente pocas ocasiones en las que la comida de origen animal entra en discusiones sobre el calentamiento global, se menciona esta estimación del 18 por ciento. Sin embargo, un informe más reciente concluye que esta estimación de la contribución de la comida de origen animal al calentamiento puede ser mucho mayor. Robert Goodland, asesor ambiental del presidente del Banco Mundial durante mucho tiempo, y Jeff Anhang, su colega del Grupo del Banco Mundial, han determinado que la cría de ganado contribuye, al menos, en un 51 por ciento al calentamiento global total.
El gas de efecto invernadero más famoso, el que más atención recibe de los medios de comunicación, los activistas y los actores políticos es el CO2. Pero el CO2 no es el único gas de efecto invernadero, y de hecho no es el más sensible a los esfuerzos de reducción. El metano (CH4) ofrece una palanca más prometedora para hacer retroceder el calentamiento global. Molécula por molécula, el metano es unas veinticinco veces más potente para atrapar el calor que el dióxido de carbono. Pero lo más importante es que el metano, con una vida media atmosférica estimada de siete años, desaparece de la atmósfera mucho más rápidamente que el dióxido de carbono, que tiene una vida media estimada de más de un siglo. Entonces, casi tan pronto como eliminemos las fuentes de metano, su contribución al efecto invernadero comenzará a disminuir significativamente. Por el contrario, incluso después de que dejemos de liberar CO2, el gas que ya ha sido liberado contribuirá al calentamiento global durante décadas.
Cuando se considera la cantidad de metano en la atmósfera en un periodo de veinte años, se dice que su potencial de calentamiento global es setenta y dos veces mayor que el del CO2[3]. Y el metano se asocia, en gran medida, con la producción ganadera industrial. Esto significa que reducir el consumo de carne, el motor principal de la industria ganadera, puede ser la forma más rápida para afectar el calentamiento global. Resulta que nuestros programas actuales, enfocados en la reducción del dióxido de carbono, son en su mayoría una gran cantidad de palabras huecas.
Si esta nueva evaluación de la contribución del metano es correcta, las implicaciones son trascendentales. Estoy desconcertado respecto a por qué más gente en la comunidad medioambiental no le está prestando atención a esto. ¿No quieren desafiar a la industria ganadera? Tal vez necesitamos bioingenieros para averiguar cómo atrapar y procesar de forma segura las flatulencias de vaca. Si esto no funciona, tal vez deberíamos dejar de producir y comer las máquinas que hacen las flatulencias[4].
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