Como recogedor de comida silvestre que lleva una alimentación basada en plantas, hago todo lo posible por equilibrar la salud óptima con prácticas ambientalmente sostenibles. No pretendo ser perfecto, hago todo lo posible por vivir de acuerdo con la frase: “Una vez sabes mejor, actúa mejor”. Desafortunadamente viví gran parte de mi vida sin la consciencia de cómo mi comida llegaba a mi plato, así que he pasado la mayor parte de la última década adaptando mi dieta a prácticas más sostenibles. Revertí una enfermedad crónica a la vez que desarrollé la incesante necesidad de entender mi comida y su impacto en mi salud y la del planeta. Es con este espíritu, que quiero tocar un tema a menudo debatido en la comunidad vegana y basada en plantas: la miel.
Con el aumento de un 45% en la apicultura en los últimos 50 años[1] y cada vez más personas interesadas en ayudar a las abejas y polinizadores, pensé que este tema merecía una mirada más cercana en base a la investigación actual. No entraré en si la práctica es ética o no. Según The Vegan Society, la miel no califica como un producto vegano. Tampoco entraré sobre los beneficios de la miel para la salud, excepto para decirte que puedes sustituir la miel por melaza o azúcar de dátil, los cuáles son 35 veces más ricos en antioxidantes. Este artículo se centra directamente en la cuestión de la sostenibilidad de la miel producida en los Estados Unidos con la ayuda de la abeja melífera común, Apis mellifera. Las abejas melíferas que vemos hoy en los Estados Unidos, y en todo el hemisferio occidental, no son nativas. Por lo tanto, mi evaluación de su sostenibilidad se basa sólo en el hemisferio occidental y mis conclusiones para las prácticas sostenibles en los Estados Unidos diferirá de las prácticas sostenibles para las abejas melíferas en el sur de Asia, donde son nativas.
Aunque no he consumido miel en más de una década, sé que los polinizadores son importantes y pensé que los apicultores todavía pueden beneficiar al medio ambiente, aún incluyendo la potencial explotación de las abejas melíferas. Algunos apicultores son más éticos que otros e imaginé que podría encontrar a uno que realmente se preocupara por las abejas y que hiciera todo lo posible por tomar solamente lo que las abejas no requieren. De modo que no vi la apicultura como un gran problema – hasta febrero de 2021.
Mi consejo: siembra jardines que simpatizan con los polinizadores, ten cuidado con las abejas que viven bajo tierra, y evita usar pesticidas que puedan dañar a las abejas.
La primera imagen de este artículo es lo que creo que es el abejorro americano amenazado, Bombus pensylvanicus. Según el USDA, “Se sospecha fuertemente que el abejorro estadounidense se infectó con un virus cuando las abejas europeas fueron importadas a América del Norte para polinizar tomates de invernadero”.[2]
Dos estudios recientes publicados en la prestigiosa revista científica Nature ponen en duda la sostenibilidad de la práctica apícola en los Estados Unidos. Los estudios están respaldados por décadas de investigación sobre la apicultura, pero estos dos llamaron mi atención y me motivaron a compartir el mensaje con una audiencia más amplia.
Araña lince verde comiéndose un abejorro.
El primer estudio, titulado Las colmenas de abejas melíferas disminuyen la abundancia de abejas silvestres, la riqueza de especies, y el recuento de frutas en las fincas, independientemente de las franjas de flores silvestres, me llamó la atención en febrero de 2021. El título no deja mucho a la imaginación. Esencialmente, las fincas alrededor de los Estados Unidos han comenzado a plantar franjas de flores silvestres para tratar de aumentar el número de polinizadores y la diversidad de especies. Los investigadores tenían curiosidad por saber cómo las abejas melíferas afectarían la eficacia de estas franjas de flores silvestres para aumentar el rendimiento de la fresa y la calabaza. Observaron 21 granjas a lo largo del Atlántico Central durante un período de dos años y sus resultados me sorprendieron. Durante la floración, la riqueza de especies aumentó en las franjas silvestres, lo que finalmente resultó en una mayor producción de frutas y verduras en comparación con los sembrados sin estos ecosistemas compatibles con los polinizadores. Sin embargo, cuando los investigadores agregaron abejas melíferas a las franjas de flores silvestres, los resultados sonaron una alarma.
Independientemente de si una franja de flores silvestres estaba presente o no, tener abejas melíferas en la finca disminuyó la abundancia de abejas silvestres en un 48%, la riqueza de especies en un 20%, y el recuento de la producción de fresa en un 18%— en todas las fincas.[3] La cosecha de calabaza de invierno también fue consistentemente más baja en los sembrados donde las abejas melíferas estaban presentes. El abstracto concluye con lo siguiente:
“Este trabajo demuestra que las colmenas de abejas melíferas podrían afectar negativamente la producción de frutas y las poblaciones de abejas silvestres en las siembras, y que los beneficios conferidos por las franjas de flores silvestres podrían no compensar estos impactos negativos. Mantener colmenas de abejas melíferas en fincas con franjas de flores silvestres podría reducir los servicios de conservación y polinización.”
Si los hallazgos compartidos en ese artículo no fueran lo suficientemente angustiantes, también encontré otro estudio publicado en la misma revista, Nature, con hallazgos igual de sorprendentes. Esta investigación se llevó a cabo en el clima tropical de las Islas Canarias y compartió una perspectiva igualmente sombría a la de la investigación en el Atlántico Central.
Melissodes bimaculatus, “Abeja de cuerno largo de dos manchas,” una abeja de tierra solitaria a comuna.
Este estudio, Las abejas interrumpen la estructura y la funcionalidad de las redes de plantas y polinizadores, fue uno de los primeros intentos en determinar el impacto de las abejas melíferas en el medio ambiente a través de un experimento. El estudio siguió a apicultores que instalaron hasta 2,700 colmenas de abejas durante el pico de floración en la primavera, una práctica que no comenzó hasta el 2008. Los investigadores compararon los datos del 2007 con los datos posteriores a la introducción de la abeja melífera (2008, 2009) y describieron sus hallazgos.
Diversidad de polinizadores en el girasol mexicano.
Cuando la abeja melífera fue introducida en las Islas Caimán, a muchos polinizadores nativos les resultó difícil obtener suficiente néctar para mantener su población. Los polinizadores que se vieron especialmente afectados fueron los generalistas que se aprovechan de las muchas ofertas en la red de la naturaleza.[4] Más allá del daño a las poblaciones de abejas nativas, esto tuvo consecuencias tangibles para las plantas nativas. Cuanto más cerca estaban las plantas de las colmenas de abejas melíferas, menos frutos y semillas producían las plantas. A medida que los investigadores examinaron las plantas más alejadas de la colmena, más y más frutas comenzaron a aparecer, lo que indica que las colmenas de abejas melíferas eran probablemente las culpables. Los investigadores mencionan que estos resultados eran esperados en base a investigaciones previas en el campo, más vieron la introducción de abejas melíferas como mucho más perjudicial de lo que se había hipotetizado anteriormente. A medida que avanzamos, podríamos cuestionarnos cuán ético puede ser llevar a cabo un experimento similar con la posibilidad de que el experimento ponga en peligro el ecosistema de polinizadores nativos. Es cierto que la investigación futura siempre se aprecia, más esa investigación podría causar daño a las poblaciones de abejas melíferas sin colmenas.
Palomillas con manchas plateadas se divierten polinizando.
Dicho esto, quiero mencionar que las abejas melíferas siguen sufriendo, al igual que las abejas nativas. No odies a las abejas melíferas, pero considera que puede haber otras formas de ayudar a las poblaciones de abejas locales. También toma en cuenta que la apicultura puede dañar a las mismas abejas melíferas, puede reducir la producción de fruta, y podría robar tiempo y energía que podría ser mejor utilizada en otras tareas.
Mi consejo: planta jardines compatibles con los polinizadores, ten cuidado con las abejas que viven bajo tierra, y evita usar pesticidas que puedan dañar a las abejas. Otra forma de ayudar a las abejas es simplemente hacer menos. Generalmente no estamos acostumbrados a hacer menos, pero puede ser tan fácil como dejar que tu jardín “crezca salvaje” o evitar construir una colmena. A menudo, no hacer nada puede permitir que la naturaleza sane. Así que, por favor piensa en las abejas, pero especialmente piensa en las abejas y los polinizadores nativos.
Cuando cito investigaciones para probar un punto, me gusta considerar el libro Integral del Dr. T. Colin Campbell. No hay un estudio que pueda responder completamente a la pregunta de si la apicultura es una práctica sostenible o no. En este mundo reduccionista, no podemos estudiar completamente todas y cada una de las posibilidades para llegar a conclusiones generalizadas sobre cualquier tema. En verdad, nunca veremos el todo si solo nos enfocamos en las partes. Siempre hay oportunidad para más investigación sobre el tema, aunque la investigación puede costar mucho dinero, ser poco práctica, o potencialmente poco ética. El financiamiento para temas que pueden perjudicar la industria de la miel de $ 7 mil millones de dólares tiende a ser escaso y difícil de encontrar. Aún cuando estos dos estudios no son suficientes para generalizar a todas las poblaciones en el hemisferio occidental, si bien plantean preguntas que deben discutirse si realmente deseamos salvar a las abejas. Además, estos estudios experimentales citan gran cantidad de evidencia que parece confirmar sus desalentadores hallazgos.
Todas las fotos de este artículo son originales de Josh Wayne.
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