Numerosos estudios de investigación han demostrado que la suplementación nutricional no produce una mejor salud. Sin mencionar que muchos suplementos tienen el resultado opuesto al que esperamos. Estos son solo algunos de muchos ejemplos:
Puede haber algunas excepciones, particularmente para las personas con mayor riesgo de deficiencia (más adelante se abundará sobre esto), pero, en general, la evidencia indica que tomar suplementos no es una estrategia sabia cuando de mejorar la salud se trata. No debemos considerar los suplementos como un atajo para una mejor salud ni como excusa para consumir menos alimentos integrales saludables.
A pesar de esta investigación, hay un auge de la industria de suplementos. Según las proyecciones más recientes de la empresa de investigación de mercado Grand View Research, el año pasado el tamaño del mercado mundial de suplementos dietéticos fue de casi $180,000 millones, y el 25 % de los productos se vendieron en los EE. UU.[7] Se proyecta un crecimiento continuo a lo largo de esta década.
Podríamos especular extensamente sobre por qué la industria prospera a pesar de que no hay pruebas de alta calidad: las epidemias de enfermedades crónicas, el eterno encanto de las soluciones simplistas que no requieren cambios sustanciales en el estilo de vida, el fuerte mercadeo de estos suplementos, los profesionales de la salud que se benefician personalmente de la venta de suplementos, y muchos más profesionales de la salud que no están capacitados en nutrición, entre otras razones. El informe de Grand View Research menciona que hay “una mayor consciencia de los consumidores sobre la medicina preventiva”, pero sería más preciso decir que hay una mayor confusión entre los consumidores sobre la medicina preventiva.
La pobre regulación de los suplementos también ha favorecido el crecimiento de la industria. La regulación de suplementos en los EE. UU. ha sido difícil durante más de un siglo.[8] “Los fabricantes de suplementos, las asociaciones comerciales, los políticos y, especialmente, el público [que busca una mayor autonomía en las decisiones de cuidado de la salud]” han contribuido grandemente a limitar el poder de las agencias reguladoras. La Ley de Salud y Educación sobre Suplementos Dietéticos (DSHEA, por sus siglas en inglés) estableció el marco reglamentario actual en 1994. Como resultado de esta ley, la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE. UU. (FDA, por sus siglas en inglés) no tiene autoridad para aprobar la seguridad, la eficacia ni la rotulación de los suplementos antes de que salgan al mercado.[9] En otras palabras, es responsabilidad de los fabricantes garantizar la seguridad de sus productos.
Una de las consecuencias más notables de la Ley DSHEA fue que, a partir de esta, “se permitieron alegaciones de beneficios a la salud siempre y cuando hubiera prueba de dichas alegaciones en récord. Se estipularía en la etiqueta que la FDA no avala dichas alegaciones, y estas, a su vez, evitarían que los suplementos se consideren fármacos. Por lo tanto, no tendrían que cumplir con el nivel de escrutinio requerido para esos productos terapéuticos [énfasis añadido]”.[8]
Es decir, esta legislación permite a los fabricantes de suplementos hacer alegaciones en sus etiquetas, incluso si las pruebas que las respaldan son insuficientes y la investigación ha sido financiada por el propio fabricante. El único requisito es que, en alguna parte de la botella, también se incluya la siguiente advertencia en letra pequeña: “La FDA no evalúa estas alegaciones. Este producto no tiene el fin de diagnosticar, tratar, curar ni prevenir ninguna enfermedad”. Por eso, a pesar de los numerosos estudios sin conflictos de interés, como los mencionados previamente, cuyos resultados demuestran que los suplementos no tienen beneficios, los fabricantes continúan afirmando que sus productos favorecen la salud del corazón y ayudan al sistema inmunitario.
La ley exige que los fabricantes de suplementos incluyan una etiqueta con los ingredientes dietéticos y la dosis indicada, pero aparte de este requisito, tienen el camino libre.[9] La FDA inspecciona periódicamente las instalaciones donde se fabrican suplementos y evalúa los informes de eventos adversos, pero aun así, su poder es prácticamente inútil. Cuando se determina que un producto no es seguro (y recuerde que la FDA solo lo sabrá después de que el producto haya estado en el mercado el tiempo suficiente para exponer a los consumidores a ese peligro), es probable que el primer paso de la FDA sea pedirle al fabricante que retire el producto voluntariamente. En cuanto a los productos que no son nocivos, pero sí ineficaces, los fabricantes pueden seguir acumulando millones sin preocupación alguna.
Debido a esta falta de regulación, es posible que los suplementos producidos a bajo precio ni siquiera contengan todos los ingredientes en las cantidades indicadas.[10] Esto es particularmente preocupante para los deportistas, quienes podrían enfrentar multas, suspensiones o exclusiones de competencias si sus pruebas de detección de sustancias arrojan resultados positivos, incluso si no estaban al tanto de la adulteración. Una revisión de más de 630 suplementos de más de 200 fabricantes encontró que alrededor del 15 % de las muestras se habían adulterado con esteroides o derivados de esteroides.[11] Por supuesto, a menos que los deportistas y otras personas prueben los suplementos, ¡nunca notarán la diferencia!
Es posible que usted se pregunte sobre la eficacia de los suplementos nutricionales más sofisticados actualmente en el mercado, no los que aíslan y sintetizan nutrientes individuales, sino las fórmulas complejas derivadas de ingredientes de alimentos integrales. ¿Ayudan estos productos a mejorar la salud? Eso alegan empresas como Athletic Greens y Juice Plus+, y lo analizaremos con más detalle en otro artículo. (Obtenga más información sobre los llamados suplementos para un intestino saludable.)
¿Qué pasa entonces con las personas que llevan una alimentación basada en plantas sin procesar? ¿Necesitan suplementos especiales para compensar la falta de carne y productos lácteos en su dieta? T. Colin Campbell, PhD, y Thomas Campbell, MD, responden a esta pregunta en El estudio de China.[12] Solamente hay cuatro nutrientes que se encuentran en los alimentos de origen animal, pero no en los de origen vegetal: el colesterol y las vitaminas A, D y B12. Nuestros cuerpos producen colesterol, lo que significa que no es un nutriente esencial, y también producimos vitamina A a partir del betacaroteno de origen vegetal. La mejor manera de obtener vitamina D es mediante una exposición moderada al sol —“según la época del año y la pigmentación de la piel, se puede obtener suficiente vitamina D en tan solo cinco a treinta minutos al día”— y muchos alimentos están fortificados con vitamina D, pero las personas que viven más lejos del ecuador podrían optar por tomar un suplemento.
Eso deja solo la vitamina12. Según El estudio de China, “las investigaciones han demostrado convincentemente que las plantas que crecen en suelos sanos con una buena concentración de vitamina B12 absorberán fácilmente este nutriente […] [Sin embargo,] en los Estados Unidos, la mayor parte de nuestra agricultura se realiza en suelos relativamente muertos, diezmados por años de uso de plaguicidas, herbicidas y fertilizantes artificiales”. Es común encontrar vitamina B12 en alimentos fortificados, pero recomendamos a las personas que siguen una alimentación exclusivamente a base de plantas que verifiquen sus niveles en sangre y elijan un suplemento de vitamina B12 en dosis bajas de ser necesario. (Obtenga más información sobre la vitamina B12 aquí.)
Para concluir, a continuación está la respuesta del Dr. T. Colin Campbell a la pregunta de si deberíamos o no deberíamos tomar suplementos:
Argumentar que los suplementos de nutrientes individuales funcionan para tener salud a largo plazo desvía la atención de la importancia de consumir alimentos integrales de origen vegetal. Estos suplementos pueden aumentar los niveles de tejidos y, en algunas circunstancias, ayudar a atenuar lesiones y reacciones tempranas que se cree tienen consecuencias a largo plazo. Sin embargo, estos efectos no demuestran beneficios para la salud a largo plazo, como se ha resumido en varios metaanálisis de numerosos ensayos clínicos publicados durante las últimas dos o tres décadas.
Además, difiero totalmente con la afirmación de que tomar suplementos de vitaminas y minerales representa “nutrición”. No es cierto. Considero que los suplementos nutritivos no son más que una extensión de la industria farmacéutica; por ejemplo, consideremos que Hoffman-LaRoche controlaba más del 60 % del mercado inicial de vitamina C. Estos productos se ofrecen antes que los medicamentos convencionales durante el desarrollo de enfermedades, pero esta distinción es cada vez más difusa.
No comparto la opinión de que la práctica médica se puede mejorar significativamente mediante el uso de estos suplementos. Y a diferencia de muchos que apoyan el uso de suplementos, no recibo financiación de la industria farmacéutica, ni personal ni profesionalmente.
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