A decir verdad, la enfermedad arterial coronaria, que es la forma más común de enfermedad cardiaca, y la responsable de los infartos cardíacos, no debería existir y si existe, nunca debería progresar.
¿Cómo se puede hacer esta afirmación cuando la enfermedad coronaria es el asesino líder de las mujeres y hombres de la civilización occidental?
Las víctimas de la guerra de los conflictos de Corea y Vietnam produjeron una incidencia de enfermedad cardiaca coronaria en la autopsia del 80 %, a pesar de tener una edad promedio de 20 años. En Estados Unidos es difícil encontrar una familia que no tenga un pariente inmediato o lejano con enfermedad cardiaca. Un estudio de las víctimas civiles entre las edades de 16 y 34 años, quienes mueren por accidentes, homicidios y suicidios, revela enfermedad cardiaca coronaria en cada uno de ellos. El Dr. Lewis Kuller, un profesor universitario de Salud Pública de la Universidad de Pittsburg, hizo la siguiente afirmación en abril del 2006, a partir de su estudio de salud cardiovascular que tuvo 10 años de duración: “Todos los hombres que tienen 65 años de edad o más, que han estado expuestos a la dieta occidental tradicional, tienen enfermedad cardiovascular y deberían tratarse como tal”.
¿Esto significa que estamos todos destinados a enfermarnos de enfermedad cardiaca coronaria? No tan rápido. El Dr. William Castelli, quien dirigió el famoso Estudio del Corazón de Framingham, subvencionado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés), a mediados de los años ochenta, afirmó que de los 5.5 billones de personas en el mundo, cuatro nunca han escuchado acerca de las enfermedades cardiacas. Lo que él quiso decir en ese momento era que dicha enfermedad estaba limitada a personas que vivían en la civilización occidental y a aquellas poblaciones que tenían la solvencia para consumir leche y productos lácteos, huevos, carne, pollo, harina blanca y aceites procesados de manera regular.
La Segunda Guerra Mundial proporcionó un ejemplo gráfico de cómo los estragos de estas enfermedades podrían ser totalmente detenidos. Noruega era una de las varias naciones europeas occidentales ocupadas por la Alemania nazi durante el conflicto entre 1939 y 1945. Los alemanes retiraron todo el ganado de estos países invadidos. Las poblaciones nativas subsistieron de cereales de grano entero, leguminosas, vegetales y frutas. Casi inmediatamente, las muertes por ataques cardíacos y enfermedad cerebrovascular en Noruega se desplomaron. Con el cese de hostilidades en 1945, los productos animales estuvieron de nuevo al alcance, así como el retorno inmediato a los niveles de mortalidad de estas enfermedades, previos a la guerra. Es una lección poderosa en salud pública respecto a la causa y la cura de nuestro asesino más común: la enfermedad cardiaca. Este mensaje no fue acatado por la profesión médica o por el público. Ha sido todo lo contrario. La popularidad y el éxito de la cultura occidental ha influenciado adversamente las culturas asiáticas y las culturas en desarrollo, por lo que ellos buscan imitar nuestra tóxica dieta occidental. Como resultado, se prevé que la enfermedad arterial coronaria se convertirá en la responsable número uno de enfermedad global en el 2020.
Las áreas rurales de China, los montañeses de Papúa Nueva Guinea, los habitantes de África central y los indígenas Tarahumara del norte de México siguen una nutrición basada en plantas y son perdonados de esta epidemia galopante, la cual es una enfermedad de la abundancia.
El liderazgo norteamericano en salud pública ha sido un fracaso total en sus intentos para poner un límite a esta enfermedad. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, en inglés) remodela la pirámide norteamericana de alimentos cada cinco años, sin renunciar nunca a las mismas comidas que causan la epidemia. El liderazgo del USDA está compuesto por exagentes poderosos de las industrias de carne, lácteos, cerdo y de aves de corral.
La profesión médica tiene un registro aún más pobre. Ha tomado la estrategia de que cada estadounidense debe saber todos los factores de riesgo para enfermedad cardiaca como el tabaquismo, la presión arterial alta, la diabetes, el colesterol alto, y una fuerte historia familiar. El énfasis en los factores de riesgo por parte de la profesión médica es una concesión sobreentendida de que, mientras los estadounidenses consuman semejante dieta tóxica, todos desarrollarán la enfermedad. Entonces, el saber tus factores de riesgo puede alertarte y alertar a tu médico, de alguna manera, acerca de qué tan rápido te está atrapando esta enfermedad.
La medicina moderna de la última mitad del siglo XX y de los comienzos del siglo XXI debe ser condenada por su fracaso en compartir con el público el conocimiento para eliminar las enfermedades crónicas asesinas más comunes como son la enfermedad cardiaca, la diabetes tipo II, la obesidad, la hipertensión, la disfunción eréctil y la demencia, pues todas son una cosecha amarga de la nutrición occidental tóxica de origen animal.
Déjanos poner al descubierto aún más el problema de la demencia. Para la edad de 85 años, se reconoce que el 50 % de los estadounidenses tendrán demencia. Investigaciones más recientes revelan que a la edad de 50 años ellos comienzan a sufrir eventos cerebrovasculares muy pequeños y silenciosos, los cuales, a medida que continúan, le cobran un precio serio e irreversible al cerebro. La memoria se vuelve menos astuta cuando se está por los sesenta y, si estos pequeños eventos cerebrovasculares continúan, se tendrá demencia entre los setenta y los ochenta. Este es el producto final de lesiones vasculares al cerebro, así como ocurre con el corazón.
Sin nunca faltarle los equipos nuevos y costosos para imágenes y procedimientos, la profesión médica desarrolló la cirugía bypass de arterias coronarias, la angioplastia, y los estents para las arterias bloqueadas que van hacia el corazón. ¿Pero son estas las respuestas? ¡Un NO muy enfático! La epidemia no ha sido alterada desde su comienzo. Para ser justos, en situaciones de urgencia, como el infarto cardiaco, estos pueden salvar la vida o salvar el músculo de daños.
Las autoridades académicas están siendo cada vez más críticas sobre el énfasis excesivo en estas intervenciones, las cuales proporcionan recompensas financieras enormes al médico.
El aspecto negativo de estos procedimientos es que muchas personas experimentan complicaciones serias y mueren. Del millón de estents realizados este año, el 1 % o 10 000 morirán por el procedimiento. Si perdiéramos 10 000 soldados este año en Irak, a eso se le llamaría matanza.
El gasto de estos procedimientos consume la mayor parte del presupuesto de salud. La cardiología gasta más de 1/4 de billón de dólares por año. Incluso si los procedimientos fuesen exitosos, los beneficios merman con el paso del tiempo. Los mismos cardiólogos intervencionistas admiten que la vida no se extiende en años y estos procedimientos no evitan nuevos infartos cardiacos.
¿Cómo es posible que la profesión médica no pueda hacer caso a las impresionantes lecciones de Noruega durante la Segunda Guerra Mundial, o a la no existencia de enfermedad cardiaca en el tercer mundo o en países en desarrollo que por cultura, herencia y tradición subsisten de una nutrición basada en plantas?
En realidad, existieron médicos que sí escucharon estas lecciones. Estos pioneros fueron hombres como Pritikin, McDougall, Klaper, Pinckney, Campbell, Ornish, Esselstyn, Barnard y Diehl, para mencionar unos pocos. El Dr. Dean Ornish en California y el Dr. Caldwell B. Esselstyn, Jr. en Ohio, sin conocerse el uno al otro, a mediados de los años ochenta, con unos meses de diferencia, iniciaron por separado estudios de nutrición basada en plantas como tratamiento para pacientes severamente enfermos con enfermedad arterial coronaria. La meta era retirar cada último bocado de comida animal, lácteos, harina procesada, y aceites que estaban causando la enfermedad y alimentarse con una alimentación de vegetales, frutas, legumbres y cereales de grano entero.
En todos los pacientes obedientes los resultados fueron rápidos y duraderos. El dolor de angina de pecho disminuyó o desapareció, mientras los niveles de colesterol se redujeron y ambos médicos encontraron que las placas de rayos X de las arterias del corazón confirmaban que la enfermedad podía revertirse. El Dr. Ornish probó esto después de un año de tratamiento. El Dr. Esselstyn demostró lo mismo cinco años después y reportó sus resultados de nuevo a los 12, a los 16 y finalmente después de 21 años en el lanzamiento reciente de su libro, Prevenir y revertir las enfermedades de corazón. El Dr. Esselstyn está particularmente satisfecho con un grupo más pequeño de pacientes, a quienes cardiólogos expertos les dijeron en 1986 que tenían menos de un año de vida, y todos están vivos hoy, 21 años después.
Claramente no es una caminata por el parque para los pacientes el cambiar a una nutrición basada en plantas, después de una vida entera de haber consumido comidas ricas de origen animal llenas de sabor, productos lácteos y aceites. También están los desafíos de qué hacer en los restaurantes, al viajar o al cenar en las casas de los amigos. Los pacientes necesitan apoyo y guía mientras superan estos obstáculos y su rápida mejoría es su recompensa. Mientras los pacientes se regocijan al descubrir finalmente la respuesta a su enfermedad, generalmente se enfurecen con sus médicos, quienes nunca hicieron mención de esto.
A los pacientes los fortalece darse cuenta que ellos son el centro de control para destruir la enfermedad que los estaba destruyendo. Ellos también reconocen, en contraposición al enfoque intervencionista, que no hay mortalidad con la alimentación ni la enfermedad. Más importante aún, los beneficios no merman, sino que continúan mejorando con el paso del tiempo. Los pacientes se dan cuenta de que se han vuelto inmunes a los ataques cardíacos y pierden el miedo que los persigue, característico de los pacientes cardíacos y de sus familias, de que otro ataque cardiaco pueda ocurrir.
¿Por qué no hay más cardiólogos que empleen este método simple, que ha probado ser exitoso? La respuesta de repertorio es: “Mis pacientes no seguirán esa alimentación”. Esto es ciertamente difícil de aceptar cuando culturas enteras sin enfermedad cardiaca han preferido esta forma de alimentarse por siglos y miles de pacientes cardiacos han aceptado esta técnica. Una respuesta más honesta sería que hay una recompensa financiera mucho menor para el profesional de la salud. La esperanza es que las compañías de seguros aprecien este método menos costoso y más confiable y recompensen la consejería sobre estilo de vida, lo cual va a acelerar el impulso y la aceptación. El Dr. Esselstyn ahora trata cardiólogos intervencionistas que buscan su consejería cuando tienen la enfermedad. Es imperativo mirar un panorama más amplio para la salud de Estados Unidos.
Todo el mundo discute acerca de la crisis del sistema de salud y cómo debería ser costeada. ¿Dónde se encuentra el dinero? Esto es tan serio que vemos nuestras grandes corporaciones como General Motors y Ford de rodillas porque no pueden pagar los costos de salud de sus empleados o retirados. Un método más simple es eliminar estas enfermedades crónicas comunes de la civilización occidental, las cuales no existen en culturas con alimentación basada en plantas.
Por ejemplo, si un paciente con 250 libras de peso, obeso, levemente diabético, hipertenso, tiene un ataque cardíaco, pero se vuelve completamente obediente con el tratamiento de nutrición basada en plantas, ocurren cambios profundos. A los ocho meses pesará 190 libras y ya no será obeso, su diabetes e hipertensión desaparecerán, como también cualquier riesgo de un futuro ataque cardiaco. Este paciente también se protegerá de disfunción eréctil y demencia. La dieta occidental tóxica consumida durante décadas se comporta como un estofado maligno que diariamente marina nuestras células para crear enfermedades crónicas.
Quizás, la mejor manera de concluir sea parafraseando las palabras de John F. Kennedy, “No preguntes lo que tu país puede hacer por tu salud, pregunta lo que tú puedes hacer por tu salud”.
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