En un artículo titulado, Could Eating Yogurt Reduce Inflammation[1] (“¿Podría el yogur reducir la inflamación?”, en español), Medical News Today cubrió un estudio[2] financiado por el National Dairy Council (Consejo Nacional de Productos Lácteos, en español) que encontró que el yogur lácteo reduce los marcadores inflamatorios. A juzgar solo por los financiadores, tuvimos que profundizar para evaluar la validez de esta investigación.
Para este estudio controlado aleatorizado, 128 mujeres premenopáusicas con “buena salud” fueron divididas en cuatro subgrupos: consumidoras de yogur obesas, consumidoras de yogur no obesas, grupo de obesas control y grupo control. Nota: la mitad de estas mujeres estaban consideradas médicamente como obesas. La mitad de las mujeres obesas y no obesas recibieron instrucciones de consumir 12 onzas (340 g) de yogur lácteo bajo en grasa durante nueve semanas, mientras que la otra mitad consumió la misma cantidad de un pudín no lácteo. A las tres, seis y nueve semanas, se registraron la presión arterial, el peso y los marcadores inflamatorios.
Mientras que los investigadores observaron que cuatro de los doce biomarcadores mejoraron en las participantes que consumieron yogur, los LPS (lipopolisacáridos, que son responsables de la inflamación crónica) que se encontraban circulando en la sangre no disminuyeron ni tampoco el biomarcador objetivo, sCD14. Las mujeres obesas que consumieron yogur vieron una disminución en su presión arterial diastólica en dos puntos, pero todas las participantes aumentaron de peso durante este estudio, específicamente, las mujeres obesas en los grupos de yogur y pudín ganaron un promedio de 0,9 kg.
La primera falla que encontramos en este estudio es con la comida de “control”. Un pudín a base de soya no es una alternativa acertada al yogur a base de lácteos. Si bien ambos tienen un alto contenido de azúcar, el pudín no tiene propiedades probióticas, mientras que la mayoría de los yogures a base de plantas que se hacen hoy en día son fermentados y contienen cepas probióticas. Simplemente no puedes comparar el yogur con el pudín y esperar un resultado válido; es como comparar fruta con bocadillos con sabor a fruta: uno tiene la ventaja obvia (e injusta).
Este estudio se ve aún más comprometido por las restricciones laxas en las dietas de los participantes. Se les pidió a las mujeres que “limitaran” su ingesta de productos lácteos, alimentos fermentados y alimentos probióticos a cuatro o menos porciones por día. Esto no es una restricción, ya que tres porciones de chucrut o kombucha (ambos alimentos fermentados) son toda una “potencia” probiótica.
Otros métodos de estudio cuestionables caen dentro de las prácticas de recolección de datos. Los investigadores recolectaron las tapas de los recipientes de yogurt y pudín de cada participante como prueba de cumplimiento; sin embargo, esta no es una unidad de medida confiable. Una tapa despegada no es prueba de consumo. Los participantes pudieron haber arrancado fácilmente la tapa y descartado el yogur o el pudín o no haber terminado la porción completa. Además, los investigadores utilizaron un brazalete automático Omron para registrar la presión arterial del participante, aunque este dispositivo no se considera el estándar de oro de este tipo de equipos. Esto podría haber llevado a lecturas inexactas y resultados falsos.
En general, este estudio no demostró que el yogur lácteo sea antiinflamatorio, aunque eso es lo que los medios médicos decidieron inferir y promover debido al tema polémico de la inflamación. Sin embargo, el estudio encontró un posible vínculo entre la reacción de nuestro microbioma a las bacterias consumidas y la inflamación. Si bien se necesita más investigación, puede haber una conexión entre los alimentos fermentados y la reducción de la inflamación. Por supuesto, el yogur lácteo no es el único alimento fermentado. Como se mencionó anteriormente, el yogur no lácteo, el chucrut, los encurtidos, la kombucha, el miso y otros alimentos basados en plantas contienen bacterias amigables con el intestino que no presentan los efectos secundarios de los lácteos o las comidas lácteas.
Esta cobertura ofrecida por el Medical News Today sirve como un recordatorio de que es crucial ver más allá de los titulares. Si bien muchos de nosotros confiamos en que los medios de comunicación difunden y explican investigaciones complicadas, debemos confiar en nosotros mismos para interpretar esta información resumida y tomar la decisión final. Mira la financiación del estudio y evalúa los beneficios frente a los costos. Los efectos secundarios perjudiciales a largo y corto plazo de los lácteos —desde hinchazón y dolor de estómago hasta un mayor riesgo de cánceres hormonales— no valen el supuesto beneficio de una disminución leve de la inflamación. De todos modos, podemos disminuir efectivamente la inflamación al comer plantas.
*Este artículo se reproduce con permiso de Switch4Good.
Copyright 2024 Centro de Estudios en Nutrición. Todos los derechos reservados.