Somos una población de consumidores que anhela una “solución mágica” a sus problemas. Desde una perspectiva amplia de negocios, somos un mercado lucrativo para hacer muchos productos tipo “solución mágica”. Una solución con una nutrición basada en plantas, la cual simultáneamente trata la mayoría de nuestras enfermedades, no parece encajar en ese modelo de negocios. Para los negocios es una propuesta letal, pero para los consumidores es una solución que salva vidas.
Durante muchos de mis años previos en investigación y docencia, hice parte del paradigma tradicional de bioquímica, bioquímica nutricional y toxicología molecular. Luego, a mediados de los años noventa, empecé a dictar un curso que desafió tanto la forma en que habíamos entendido y enseñado la nutrición por muchas décadas como a mí mismo. Fue llamada “Nutrición vegetariana” (que no fue mi nombre preferido), pero viví con ello porque podría ser de interés para aquellos que se consideraban a sí mismos como vegetarianos. Prefería hablar de la evidencia científica en lugar de la ideología como la base para esta información. Venía dudando más y más de nuestros métodos tradicionales de investigación y la forma en que los descubrimientos eran interpretados. Sabía que algo faltaba.
Mi esposa estaba preocupada por mi duda, cada vez más evidente, y mi dilema. Ella me animó a escribir un libro para abordar a fondo las soluciones potenciales para nuestros crecientes problemas de salud. Con mi hijo, Tom, empezamos a escribir lo que eventualmente se convirtió en El Estudio de China. Inicialmente, sabía que sería un desafío articular una presentación clara de décadas de los diversos hallazgos de nuestras investigaciones. Sin embargo, en 2005 el libro se convirtió un éxito en ventas. Estaba razonablemente contento con el mensaje, en gran parte por la inclusión de los hallazgos clínicos de los Doctores Dean Ornish, Caldwell Esselstyn y John McDougall. Sus descubrimientos independientes eran correspondientes con la evidencia bioquímica de nuestros propios estudios de investigación.
En mis cursos y escritos continúo desafiando la gran cantidad de investigación reduccionista, la cual es típica de la ciencia y que oculta el gran panorama. Cuando se trata de nutrición, estas partes de la ciencia aparentemente “normales” presentan enormes oportunidades para la confusión al dar poca o nada de atención a cualquier tipo de “visión holística” y natural. Por ejemplo, ni el colesterol de los alimentos ni la grasa saturada son causas significativas de enfermedad cardiaca. El colesterol de los alimentos y la grasa saturada son solamente indicadores de la cantidad de comidas procesadas de origen animal que son consumidas, una observación que fue introducida dentro de la comunidad de investigación científica hace más de 100 años, cuando se comprobó que la proteína de origen animal era una causa más significativa de enfermedad cardiaca temprana que el colesterol ingerido, por ejemplo. Por lo tanto, el origen de la comida (bien sea de animales o de plantas) es un factor más relevante. De hecho, este origen dice más que los componentes como el colesterol y la grasa, los cuales pueden ser removidos de comidas no saludables a través del procesamiento y luego engañosamente comercializadas como saludables.
Todo esto me hace pensar: ¿cómo puede haber semejante evidencia convincente de los beneficios de la nutrición basada en plantas sin procesar en la salud humana y aun ser tan poco conocida por los profesionales de la salud? La respuesta se está volviendo cada vez más clara. Es una combinación de factores. Funciona de la siguiente manera:
En otras palabras, hay un beneficio empresarial obtenido por la confusión pública sobre alimentación y salud. Esto abre el mercado a una amplia variedad de declaraciones de propiedades saludables y productos, cada uno de los cuales presumiblemente está atendiendo un problema específico.
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