Aunque han pasado casi 50 años desde que se diseñó el primer organismo modificado genéticamente (OGM) en 1973, sigue habiendo mucha confusión sobre la producción, el uso, la regulación y las consecuencias de salud y ambientales de los OGM a largo plazo. Las masivas campañas de propaganda financiadas por corporaciones como Monsanto (adquirida por Bayer en 2018) han aumentado la confusión pública y han tachado las críticas válidas como pseudociencia. Para esta serie de artículos de OGM, entrevisté al biólogo molecular y científico de plantas Jonathan R. Latham, PhD, cofundador y director ejecutivo del Proyecto de Bioscience Resource y director de Poison Papers Project, para obtener respuestas a las preguntas que realmente deberíamos estar haciendo acerca de los OGM.
Los defensores de los OGM a menudo afirman que estos ayudarán a alimentar a la creciente población mundial, que se cree que alcance los 10 billones en el 2050.[1] De cierto modo , esto puede ser cierto. A fin de cuentas, debido a las prácticas agrícolas intensivas habilitadas por los OGM, nuestro sistema alimentario ya produce más que suficiente para alimentar a esa población proyectada de 10 billones.[1]
Sin embargo, a pesar de esta productividad y abundancia, casi un billón de personas en todo el mundo todavía sufren de hambre y muchas más están desnutridas.[1]
Mientras que los OMG presentan una oportunidad teórica para mejorar la agricultura en medio de un clima cambiante —por ejemplo: aumentando el rendimiento, resistencia a la sequía o tolerancia al calor— hay muchos factores incontrolables que limitan su supuesta utilidad. Esto es especialmente cierto porque la mayoría de las alteraciones genéticas producen sólo “pequeños porcentajes” de aumento en rendimiento o mejor tolerancia al estrés. Como dice el Dr. Latham, a menos que abordemos el aumento de las temperaturas, “no importa lo que hagas, OGM o no-GOM, de todos modos estamos fritos. [4] Los OGM que producen ganancias marginales respecto a tolerancia no son mejores que los cultivos orgánicos cuando se trata de sobrevivir los efectos cada vez más severos, impredecibles y variables del cambio climático.[4]
La tecnología de los organismos genéticamente modificados permite que las industrias más dañinas del mundo puedan ampliar su alcance y aumentar nuestra dependencia de ellas.
A medida que las temperaturas suben y las condiciones ambientales cambian, también lo harán los cultivos que podamos sembrar en ciertas áreas. Pero los OGM no son necesarios para esa adaptabilidad. “Lo que quieren hacer con los OGM es tomar estos cuatro o cinco cultivos de productos básicos y [cultivarlos] a temperaturas extremas… Quieren que el maíz se cultive más al norte, más al sur, más al oeste y más al este”.[4] En otras palabras, las cualidades seleccionadas para diversas variedades de cultivos OGM no sirven para mejorar la resiliencia de la agricultura. Más bien, existen para desplazar otros cultivos y ampliar los márgenes de beneficio económico.
Siguiendo la evidencia de la producción actual y pasada, el objetivo principal de las empresas biotecnológicas claramente no es alimentar al mundo con alimentos nutritivos.
La gran mayoría de los OGM son cultivos básicos como maíz, soya y canola. Estos a su vez se utilizan principalmente para alimentar al ganado y, en el caso del maíz, etanol para combustible.[1, 5] Cuando se utilizan para alimentar directamente a la gente, como señaló el Dr. Latham, es más a menudo en forma de comida chatarra procesada.[4] A medida que el consumo de carne y el uso de automóviles continúen aumentando a nivel mundial, el satisfacer las demandas proyectadas requerirán más OGM.[1, 2] Pero, ¿esto es algo que realmente queremos? Los expertos en clima y los activistas nos dicen que necesitamos eliminar gradualmente las dietas altas en carne y los combustibles con altas emisiones de carbono si queremos solucionar significativamente el cambio climático. ¿Qué se dice de los OGM cuando funcionan para hacer lo contrario?
Ahora que sabemos que estamos produciendo más que suficiente para alimentar a todos en el planeta, hoy y en las próximas décadas, necesitamos rechazar la idea de que tenemos que producir más alimentos para acabar con el hambre mundial. Un tercio del suministro mundial de alimentos se desperdicia anualmente,[3] y la influencia del capitalismo en el mercado prioriza la ganancia por encima de todo. La solución a este desperdicio, y otras ineficiencias en el sistema alimentario, no es producir más OGM. Más bien, la forma en que se producen los OGM es muy ineficiente, ya que las tierras fértiles que podrían utilizarse para alimentar directamente a las personas se utilizan para cultivar alimento para el ganado. Cuando le pregunté sobre la importancia del uso de OGM para la alimentación del ganado, el Dr. Latham dijo: “¿Cómo puedes decir que estás alimentando al mundo y mejorando el clima cuando estás [alimentando] animales que son malos para tu salud [y el medio ambiente] [con] la mayoría de tus productos?”[4]
Los OGM no se utilizan para crear sistemas alimentarios sostenibles, ni para promover energías limpias o alimentar alimentos saludables a las poblaciones humanas. No son la solución milagrosa necesaria, como lo han anunciado, para garantizar suministros de alimentos en el futuro. Al contrario, la tecnología de los OGM le permite a las industrias más dañinas del mundo ampliar su alcance y nuestra dependencia de ellas. Perpetúan los mismos problemas que dicen ayudar a solucionar y nos distraen de los problemas masivos que lo son las prácticas agrícolas actualmente dominantes. A medida que las desigualdades bajo el capitalismo empeoren, los recursos se vuelvan más escasos y el apetito del mundo por los alimentos insostenibles de origen animal crezca,[2] las empresas productoras de OGM seguirán distrayéndonos con la ilusión de una crisis de producción de alimentos, pero esto sólo enmascara las amenazas mucho más apremiantes para nuestra salud y supervivencia: desigualdad, dependencia de alimentos y combustibles procesados, y sistemas agrícolas industrializados insostenibles.
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