Hasta ahora en esta serie, he discutido los orígenes de la dieta cetogénica y el papel biológico de los cuerpos cetónicos (Parte 1), si vivir en un estado de cetosis es normal y natural (Parte 2) y si las dietas cetogénicas son efectivas para bajar de peso (Parte 3). En esta publicación, voy a explorar una de las principales afirmaciones de salud sobre las dietas cetogénicas: que revierten la resistencia a la insulina y tratan eficazmente la diabetes.
Dietas cetogénicas y diabetes
Las afirmaciones de que las dietas cetogénicas tratan eficazmente la diabetes abundan en Internet y en libros populares. Los entusiastas keto (de la dieta cetogénica) afirman que el consumo de carbohidratos es la causa de la resistencia a la insulina que conduce a la diabetes tipo 2[1].
Se sabe que la resistencia a la insulina es un factor de riesgo importante para el desarrollo de complicaciones de la diabetes[2], tanto microvasculares —ojo diabético (retinopatía), daño nervioso (neuropatía) y enfermedad renal (nefropatía)— como macrovasculares —arteriopatía coronaria, enfermedad arterial periférica y accidente cerebrovascular—. Los defensores de la dieta cetogénica argumentan[3] que eliminar los carbohidratos de la alimentación trata eficazmente la causa de la diabetes y sus complicaciones: “La resistencia a la insulina se manifiesta funcionalmente como ‘intolerancia a los carbohidratos’”. Cuando los carbohidratos de los alimentos se restringen a un nivel por debajo del cual no se convierten significativamente en grasa (un umbral que varía de persona a persona), los signos y síntomas de resistencia a la insulina mejoran o, a menudo, desaparecen por completo”.
Se descubrió que los niños y los adultos jóvenes a los que se les prescribieron dietas cetogénicas para controlar la epilepsia tuvieron parámetros de rigidez arterial más altos, un marcador temprano de daño vascular.
Ciertamente, hay estudios que demuestran la efectividad de las dietas cetogénicas para reducir varios marcadores de control diabético. Por ejemplo, un estudio[4] comparó una dieta cetogénica con “cantidades ilimitadas de comidas de origen animal (es decir, carne, pollo, pavo, otras aves de corral, pescado, mariscos) y huevos, cantidades limitadas de queso duro (por ejemplo, cheddar o suizo, cuatro onzas o 113 g por día), queso fresco (p. ej., cottage o ricotta, 2 onzas o 56 g por día), vegetales para ensalada (2 tazas por día) y vegetales sin almidón (1 taza por día)” con una dieta de bajo contenido glicémico y de reducción de calorías y encontró que la dieta cetogénica es superior en la reducción de la glucosa en sangre, la hemoglobina A1C y los niveles de insulina en ayunas junto con la reducción de la insulina inyectada y los medicamentos orales para la diabetes.
Pero existen múltiples líneas de evidencia que contradicen la creencia de que “los carbohidratos causan diabetes, por lo que el bajo consumo de carbohidratos cura la diabetes”.
¿Qué dice la ciencia?
Primero, la mayoría de los estudios de intervención sobre dietas cetogénicas son a corto plazo, pero la evidencia limitada disponible de estudios con períodos de seguimiento más largos indica que los efectos beneficiosos de las dietas cetogénicas en los biomarcadores se disipan con el tiempo, la adherencia a largo plazo es difícil y existen tasas más altas de cálculos renales, osteoporosis e hiperlipidemia[5].
Además, hay estudios epidemiológicos o poblacionales, que demuestran consistentemente que reducir la ingesta de carbohidratos aumenta el riesgo de diabetes:
- La tasa de diabetes tipo 2 en China aumentó del 2,6 % en el año 2000 al 9,7 % en 2010, y el aumento más drástico se produjo en las zonas urbanas[6]. Pero la ingesta de arroz y otros cereales ha disminuido radicalmente en China durante ese tiempo, mientras que la ingesta de aceite y productos de origen animal aumentó, al igual que las tasas de obesidad[7].
- Del mismo modo, se descubrió que las comunidades indígenas mexicanas como la tepehuana, huichol y mexicanero no tenían nada de diabetes justo antes de principios del siglo XX, cuando consumían una dieta extremadamente alta en carbohidratos, que consistía principalmente de versiones sin refinar de maíz, frijoles, arroz y calabazas[8]. Los indios pima, que viven en México con dietas altas en carbohidratos complejos, que derivan en promedio el 25 % de la energía de las grasas y el 11 % de las proteínas, tienen menos de un quinto de la prevalencia de diabetes[9] en comparación con los pima, que viven en los EE. UU. con una dieta alta en grasa y proteína.
- El Health Professionals Follow-Up Study (estudio de seguimiento de profesionales de la salud, en español) realizó un seguimiento durante 20 años de más de 40 000 hombres de EE. UU. que estuvieron libres de diabetes tipo 2 al inicio y descubrió que aquellos que consumían una dieta baja en carbohidratos y rica en grasas y proteínas de origen animal tenían un 37 % más de probabilidades de desarrollar diabetes[10].
- Se descubrió que los veganos, que naturalmente consumen una dieta alta en carbohidratos, tienen la mitad del riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 en comparación con los consumidores de carne, incluso después de ajustar por actividad física e índice de masa corporal[11]; en otras palabras, ¡incluso los veganos con sobrepeso y sedentarios tenían un riesgo reducido de diabetes debido al consumo de plantas ricas en carbohidratos!
En estudios de intervención, se ha encontrado que las dietas basadas en plantas y bajas en grasas son superiores a las dietas convencionales para la diabetes que restringen la ingesta de carbohidratos.
- Hombres diabéticos en terapia con insulina fueron confinados en una sala metabólica y fueron alimentados con una dieta restringida en carbohidratos, que generalmente se les recomienda a los diabéticos (20 % proveniente de proteínas, 43 % de carbohidratos, 37 % de grasas), seguida de una muy baja en grasas, alta en carbohidratos y alta en fibra vegetal (21 % de proteínas, 70 % de carbohidratos, 9 % de grasas) durante el resto del estudio[12]. Los participantes recibieron instrucciones de comer más si perdían peso con la dieta alta en carbohidratos para excluir el efecto de la pérdida de peso en la sensibilidad a la insulina. Como resultado, cada paciente redujo su dosis diaria de insulina al consumir la dieta alta en carbohidratos, de un promedio de 26 unidades por día a 11 unidades por día, y varios pudieron suspender la insulina por completo. A pesar de la reducción de la insulina, los valores de glucosa plasmática en ayunas y posprandial fueron más bajos en la mayoría de los pacientes con una dieta alta en carbohidratos que con la dieta estándar para la diabetes.
- En un ensayo clínico de 74 semanas, que comparó una alimentación basada en plantas sin procesar con una alimentación conforme a las pautas de la Asociación Americana de Diabetes, la alimentación basada en plantas mejoró los niveles de azúcar y lípidos en sangre más que las recomendaciones alimenticias convencionales para la diabetes[13].
- Una revisión sistemática de los estudios que utilizan dietas basadas en plantas para la diabetes[14] encontró que mejoraron significativamente el control glicémico, pese a (o tal vez debido a) los aumentos en la ingesta de carbohidratos en un 14% de energía, en promedio, mientras que disminuyeron la grasa en 12 %.
¿Qué conduce a la resistencia a la insulina: los carbohidratos o las grasas?
Se sabe desde la década de 1930 que la grasa en los alimentos disminuye la sensibilidad a la insulina[15], o dicho de otro modo, causa resistencia a la insulina. Entre los diversos tipos de grasas en los alimentos, el tipo saturado, que se encuentra principalmente en productos de origen animal, pero también en los aceites de coco y palma tiene el peor efecto sobre la sensibilidad a la insulina. Los estudios epidemiológicos indican que “los sujetos con una mayor ingesta de grasa son más propensos a desarrollar alteraciones en el metabolismo de la glucosa, diabetes tipo 2 o intolerancia a la glucosa, que los sujetos con una menor ingesta de grasa”. Además, los estudios experimentales demostraron claramente que las dietas con alto contenido de grasa afectaron la sensibilidad a la insulina, mientras que las dietas bajas en grasas, pero altas en carbohidratos la mejoraron[16].
El mecanismo subyacente en la resistencia a la insulina se caracteriza por la acumulación de lípidos (grasas) en los músculos, el hígado y, finalmente, el páncreas:
- Los músculos absorben los ácidos grasos libres del torrente sanguíneo para usarlos como combustible, y absorben más cuando la grasa es el principal macronutriente en la alimentación. Sin embargo, cuando la ingesta de grasas en la alimentación es persistentemente alta, comienzan a acumular más grasa de la que pueden oxidar (quemar como combustible), y esta acumulación de lípidos intramiocelulares hace que las células musculares se vuelvan resistentes a la insulina[17].
- La resistencia a la insulina en el tejido muscular aumenta la deposición de grasa en el hígado, haciendo que el hígado también se vuelva resistente a la insulina[18]. Esta resistencia a la insulina hepática impulsa al hígado a liberar glucosa continuamente y aumenta los niveles de triglicéridos (grasas) en el torrente sanguíneo, empeorando el hígado graso.
- Debido a la resistencia a la insulina en los músculos y el hígado, el páncreas se ve obligado inicialmente a producir y secretar más insulina. Pero luego, los niveles más altos de triglicéridos circulantes también comienzan a causar acumulación de grasa en y alrededor del páncreas, eliminando las células beta secretoras de insulina (“lipotoxicidad”) y, eventualmente, resultando en una producción inadecuada de insulina. En este punto, los niveles de glucosa en la sangre aumentan y se presentan los síntomas de la diabetes tipo 2.
Estas tres manifestaciones patológicas de la resistencia a la insulina son impulsadas por un “desequilibrio energético positivo”[19], es decir, consumir más energía de la que usamos en nuestras actividades diarias. Como se menciona en la Parte 3 de esta serie, una alimentación basada en plantas sin procesar alta en carbohidratos complejos, sin refinar y baja en grasas, es la intervención alimenticia más efectiva para la pérdida de peso a largo plazo, publicada en una revista revisada por expertos[20]. Incluso cuando se les indicó que comieran ad libitum (es decir, hasta que estuvieran llenos, sin control de porciones) y sin que se les pidiera que aumentaran su nivel de ejercicio, los participantes con sobrepeso y obesidad en el estudio BROAD lograron pérdidas de peso promedio de 12 kg en un año.
¿Cuál alimentación es la mejor para la salud a largo plazo de los diabéticos?
Finalmente, es importante tener en cuenta que los diabéticos no mueren de diabetes como tal; mueren por sus complicaciones. La principal causa de muerte en los diabéticos es la enfermedad cardiovascular, y una alimentación basada en plantas sin procesar baja en grasas es la única que revierte la enfermedad coronaria.[21].
Por otro lado, se descubrió que los niños y los adultos jóvenes a los que se les prescribieron dietas cetogénicas para controlar la epilepsia tuvieron parámetros de rigidez arterial más altos[22], un marcador temprano de daño vascular. Este hecho, por sí solo, debería ser suficiente advertencia sobre los riesgos a largo plazo de las dietas cetogénicas, y alentar el uso de dietas bajas en grasas y basadas en plantas como la regla de oro para el control de la diabetes.
En resumen, las poblaciones humanas que viven con dietas con alto contenido de carbohidratos complejos, bajas en grasas, compuestas principalmente de alimentos vegetales mínimamente procesados, han disfrutado históricamente de tasas extremadamente bajas de diabetes. Cuando realizan la “transición epidemiológica” a una dieta estadounidense estándar, lo que inevitablemente significa una reducción de los carbohidratos complejos y un aumento de las comidas de origen animal y vegetal refinadas (incluyendo grasas, aceites, harina y azúcar), sus tasas de diabetes se disparan.
Si bien las dietas cetogénicas pueden conducir a mejoras temporales en el control glicémico, pierden su eficacia con el tiempo, son fundamentalmente antinaturales para los humanos y no pueden prevenir las complicaciones potencialmente mortales de la diabetes.
¿Por qué correr el riesgo de hacer una dieta cetogénica, cuando una alimentación basada en plantas sin procesar es un método delicioso, sostenible y comprobado para prevenir, controlar e incluso revertir la diabetes?
Aprende más sobre la dieta cetogénica en los artículos anteriores de esta serie:
Parte 1 – ¿Qué es la dieta cetogénica?
Parte 2: ¿Es la dieta cetogénica natural para los humanos?
Parte 3: ¿La dieta cetogénica realmente funciona para perder peso?
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