El siguiente artículo se vuelve a publicar con permiso del autor. Fue publicado originalmente en el Health Science Journal (invierno 2020) por la National Health Association (NHA).
Ha existido una larga y decepcionante historia de prejuicios de género y falta de respeto hacia las mujeres en la ciencia, la medicina y las artes creativas. Desde artistas como Colette y Camille Claudel hasta las matemáticas afroamericanas que dieron el impulso inicial a nuestro programa espacial, la creatividad de las mujeres ha sido a menudo apropiada y opacada por hombres que se han beneficiado de su trabajo. Aunque Marie Curie, una mujer, ostenta el distinguido honor de ser una de las únicas cuatro personas en la historia que ha recibido dos premios Nobel de ciencia, las desigualdades de género persisten. Los increíbles estudios de difracción de rayos X de la molécula de ADN realizados por la química inglesa Rosalind Franklin fueron cruciales para comprender la estructura molecular del ADN cuando Watson y Crick se apropiaron de ellos. Y cuando ellos acabaron cosechando la fama y el Premio Nobel por su descubrimiento del ADN, ella se convirtió en una nota al calce relativamente invisible y desconocida en la historia de la ciencia.
Esta parcialidad de género ha sido especialmente evidente en el tratamiento médico y la atención de salud. Por años, el exceso de histerectomías practicadas en EE. UU. ha sido un ataque atroz contra las mujeres, especialmente cuando existen opciones de atención más conservadoras, como el apoyo en la nutrición, que hubieran podido resolver potencialmente múltiples problemas de salud femeninos de una forma más vivificante. Créanme, si las castraciones se hicieran con la misma facilidad y despreocupación con la que se realizan las histerectomías, habría un ejército de hombres denunciantes, al estilo de Paul Revere, galopando por las calles de nuestro país, de armas tomadas, protegiéndose los genitales y gritando: “¡Los cirujanos vienen!”. Sin duda, habría una enmienda constitucional garantizando el derecho divino de los hombres a portar testículos. Por desgracia, cuando los padres fundadores de los Estados Unidos declararon que todos los hombres son creados iguales, se referían a todos los hombres blancos y no a las mujeres ni a los hombres de color. De modo que las mujeres siguen luchando una larga batalla por la igualdad de derechos y por un trato justo en el lugar de trabajo, en las salas de juntas y en el ámbito médico.
La historia de la terapia de reemplazo hormonal (HRT por sus siglas en inglés) de rutina es otro ejemplo flagrante de abuso, prejuicio negativo y negligencia contra la mujer. Cuando los estrógenos conjugados derivados de la orina de caballo (Premarin) salieron al mercado a principios de la década de 1940, acapararon el mercado de la HTR y se convirtieron en el medicamento más recetado en Estados Unidos. Por desgracia, las mujeres estaban tan infravaloradas y desatendidas que no se realizaron estudios controlados rigurosos para abordar los riesgos potenciales de este tratamiento. Lo que se pasó por alto, y desde luego no es sorprendente, fue que las hormonas esteroides reproductivas derivadas de los caballos no son metabolizadas eficazmente por el hígado de las hembras humanas. Como consecuencia, estos estrógenos permanecen más tiempo en circulación, lo cual aumenta el riesgo de infarto y de cáncer de seno, ovarios y útero. Este riesgo potencial y este abuso se prolongaron durante 50 años antes de que el riguroso estudio doble ciego Women’s Health Initiative Study se realizara finalmente entre 1993 y 1998 y demostrara claramente que la HRT sí aumentaba el riesgo de accidente cerebrovascular y cáncer de los órganos reproductores de la mujer. Cincuenta años vergonzosos de riesgos y abusos durante los cuales la medicina “moderna” pasó por alto las necesidades sanitarias de las mujeres.
Hoy día, estamos viendo una discrepancia de género en una de las condiciones más temibles y devastadoras de los tiempos modernos: la enfermedad de Alzheimer (EA), asociada a una grave pérdida de memoria y deterioro cognitivo. La EA es la forma más común de demencia que afecta a las personas mayores de 65 años, y aproximadamente 200,000 estadounidenses menores de 60 años viven con Alzheimer de inicio temprano, ya sea en una fase preclínica asintomática o con déficits cognitivos menores. La EA afecta a casi seis millones de personas, es la sexta causa de muerte en los Estados Unidos y en el 2019 le costó a nuestra nación cerca de 300 mil millones de dólares. Entre el 2000 y el 2017, las muertes por EA aumentaron un 145 %, mientras que la muerte por enfermedad cardíaca solo aumentó un 9 %. La EA mata a más personas que el cáncer de seno y de próstata combinados.[1] Pero lo que realmente me llamó la atención es que dos tercios de las personas con EA son mujeres. Y dado que los cambios patológicos y cognitivos tempranos de la EA suelen producirse antes de los 60 años, el hecho de que las mujeres vivan unos cinco años más no explica que haya una mayor incidencia en ellas.[2] Cabe preguntarse, ¿por qué la EA es más frecuente en las mujeres?
Para responder a esa pregunta, es esencial comprender los importantes cambios neurológicos, vasculares y metabólicos asociados a la EA. Y mientras hablamos de la debilitante patología de la EA, ten en cuenta que hay una constelación de factores de riesgo y opciones de estilo de vida, incluyendo una dieta alta en grasas saturadas de origen animal, la obesidad, el tabaquismo, el consumo de alcohol, la hipertensión arterial, el estrés crónico y la privación de sueño, que pueden afectar a la progresión de esta enfermedad y los cambios patológicos subyacentes. El cerebro de las personas con EA suele mostrar dos cambios que acaban provocando el deterioro y la muerte de las neuronas.
(1) Placas seniles formadas por péptido amiloide producido por células cerebrales dañadas.
(2) Ovillos neurofibrilares formados por proteína modificada químicamente (proteína tau) dentro de la arquitectura interna de las células cerebrales.[3]
Además de estos cambios neurológicos, ahora se reconoce ampliamente que la EA es también una enfermedad vascular asociada con el colesterol alto y un aumento de las placas ateroscleróticas que reducen el suministro de sangre al cerebro. Tanto las tomografías PET como los análisis de microscopía electrónica han demostrado que el colesterol elevado también favorece la formación de placas amiloides y los cambios neurodegenerativos cerebrales.[4]
Incluso hay datos que sugieren que el colesterol LDL, la forma “mala” del colesterol, puede dañar la barrera vascular que separa la circulación sanguínea del cerebro (la barrera hematoencefálica), permitiendo que el colesterol acceda, se acumule en el cerebro y fomente los cambios devastadores de la EA. El colesterol en el cerebro también puede oxidarse de una forma reactiva peligrosa, en la cual los radicales libres favorecen el estrés oxidativo y el daño cerebral. Esto hace que sea imperativo eliminar todas las comidas cárnicas y lácteos que aportan grasas saturadas y colesterol y comer una amplia base de alimentos vegetales que contienen la mayor concentración de antioxidantes que reducen el estrés oxidativo.
De acuerdo con este componente vascular, hay datos que sugieren la asociación entre el aumento de homocisteína con la patología cognitiva de la EA.[5][6][7][8] La carne, los huevos y los productos lácteos tienen altos niveles del aminoácido metionina, que se metaboliza en la toxina vascular homocisteína. Las vitaminas B/ácido fólico pueden transformar y reducir los niveles sanguíneos de homocisteína y disminuir el daño vascular potencial y la formación de placas en el corazón y el cerebro. Por desgracia, la dieta típica basada en carnes tiene una escasez de verduras y, por tanto, carece de vitaminas B para modificar su alto contenido en homocisteína. Una alimentación basada en plantas y repleta de proteínas vegetales, como verduras, legumbres y cereales de grano entero, tiene niveles mucho más bajos de metionina y un alto contenido en vitamina B, lo cual resulta ideal para reducir el daño vascular y la formación de placas asociados a la EA. Por estas razones, además del control rutinario de su perfil de colesterol, también recomiendo medir los niveles de homocisteína en la sangre a las personas mayores de 50 años.
Desde el punto de vista metabólico, el estrés oxidativo y la resistencia a la insulina también desempeñan un papel importante en la promoción de la patología subyacente de la EA. Consumir una dieta basada en proteína animal y rica en grasas saturadas sobrecarga de grasa las células hepáticas y musculares e interfiere con la capacidad de la insulina entregar azúcar en estas células. Como las células se resisten a la acción saludable normal de la insulina, el azúcar no puede entrar en estas células y aumenta anormalmente en la sangre, convirtiéndose finalmente en grasa y resultando en aumento de peso. El elevado nivel de azúcar en la sangre y la disminución del metabolismo de la glucosa, junto con la resistencia a la insulina, provocan que el organismo produzca insulina en exceso. El exceso de insulina en la sangre junto con la disminución del metabolismo de la glucosa se encuentra en la fase preclínica asintomática temprana de la EA y favorece el inicio de las placas amiloides mucho antes del desenlace real de los cambios cognitivos y la demencia. Hay que tener en cuenta que la EA suele diagnosticarse en la fase de demencia leve a moderada. Sin embargo, gracias a las nuevas tecnologías de diagnóstico por imagen, como la tomografía por emisión de positrones (PET) y la resonancia magnética (RM), ahora pueden observarse depósitos tempranos de amiloide y la formación de placas amiloides en la fase preclínica antes de que haya síntomas cognitivos apreciables.
En cuanto a las mujeres, los estudios de imagen cerebral han demostrado una relación entre la disminución de estrógenos y un mayor riesgo de EA. Por lo general, las mujeres que entran en el periodo perimenopáusico, entre los 40 y los 60 años (cuando los niveles de estrógenos empiezan a cambiar/disminuir antes de la menopausia), han demostrado un descenso de la energía cerebral y un aumento de las placas de Alzheimer.[9] Según estos datos, las mujeres que se someten a histerectomías, especialmente en etapas tempranas de la vida, demuestran una mayor incidencia de EA. Aunque la EA puede desencadenarse por una disminución de estrógenos, hay muy poca investigación y casi ningún reconocimiento público de esta conexión.
Mientras que la menopausia se asocia típicamente con el envejecimiento y la caída de la función reproductiva, es la reducción de estrógenos cerebrales lo que se relaciona con los molestos síntomas neurológicos de la menopausia, como los sofocos, la alteración del sueño, la depresión y disminución en la memoria. Y aunque la pérdida del efecto neuroprotector de los estrógenos no es la causa de la EA, sin duda es un factor desencadenante que merece más atención. Es importante darse cuenta de que tomar estrógenos adicionales no es la solución, debido a los riesgos de accidente cerebrovascular y cáncer asociados a los estrógenos, tanto en su forma animal como bioidéntica, y también porque no existen estudios controlados a corto o largo plazo que demuestren que la HRT elimine realmente los cambios patológicos tempranos o progresivos de la EA. Queda mucho por hacer (y por fin se está haciendo) para desenredar las complejidades de la conexión femenina con la EA.
No existe ningún tratamiento médico eficaz para la EA terminal. Sin embargo, cada día surgen numerosos reportes y anécdotas sobre personas en estados avanzados de deterioro cognitivo que revierten su demencia con una combinación de factores de apoyo en su estilo de vida. Por lo general, estos informes recomiendan una alimentación basada en plantas sin procesar, que contiene bayas oscuras, nueces de nogal y una gran variedad de verduras de hojas verdes, crucíferas y tubérculos, como factores decisivos para su recuperación. Aunque estas historias son prometedoras y no deben pasarse por alto, desde luego no aportan la base probatoria de ensayos clínicos controlados más rigurosos. Al menos, aún no. Sin embargo, lo que sí dejan entrever es la notable flexibilidad y recuperación del cerebro, incluso en fases avanzadas de degeneración.
Pero la gran y esperanzadora noticia para todas las mujeres y hombres es que, debido a los factores de riesgo conocidos y al largo periodo de latencia entre la formación de las placas y ovillos de la EA y el resultado de deterioro cognitivo serio/ pérdida de memoria, las estrategias de prevención tempranas y continuas basadas en el estilo de vida pueden reducir drásticamente la gravedad de la EA. Mientras que varios estudios pequeños sobre factores de un estilo de vida preventivo a corto plazo han sido decepcionantes, el estudio grande Finger de Finlandia, que se centró en una combinación de varios comportamientos importantes relacionados con el estilo de vida y factores de riesgo vascular simultáneamente, es prometedor.[10]En este estudio, entre 2012 y 2014, 1,260 personas de entre 60 y 77 años participaron en un enfoque multidominio que incluía una alimentación combinando alimentos basados en plantas sin procesar con una pequeña cantidad de productos de origen animal, un programa de actividad que incluía entrenamiento aeróbico (caminar) y de resistencia con pesas, actividad/entrenamiento intelectual cognitivo, actividades sociales y monitoreo y manejo de los factores de riesgo metabólico y vascular. Este ensayo clínico histórico mostró una mejora significativa en todas las funciones cognitivas, incluyendo la función ejecutiva (capacidad para manejarnos y regularnos a nosotros mismos y establecer y alcanzar objetivos), memoria y la velocidad psicomotora, lo cual demuestra que es posible prevenir el deterioro cognitivo con un enfoque amplio del estilo de vida.
Nuestra atención debe centrarse en la prevención, y en que estos datos inspiran esperanza. Se ha hecho evidente que una alimentación basada en plantas sin procesar proporciona los cimientos más importantes para las modificaciones necesarias en el estilo de vida. Una alimentación basada en plantas tiene más de 50 veces el potencial antioxidante que cualquier otro plan de alimentación en el planeta Tierra y es la forma más eficaz de eliminar el estrés oxidativo asociado con la EA.
Eliminar las grasas saturadas y el colesterol presentes en la carne y los productos lácteos es la forma más eficaz de reducir tanto el amiloide como las placas ateroscleróticas asociadas a la EA. Y este enfoque basado en plantas y bajo en grasas es obligatorio para curar los problemas de resistencia a la insulina y el metabolismo afectado de la glucosa que promueven los cambios celulares de la EA. Es esencial corregir estas condiciones metabólicas y promover una rutina eficaz de actividad física/intelectual constante, control del estrés, sueño e interacción social, eliminando al mismo tiempo las drogas, el alcohol y la nicotina. Este enfoque del estilo de vida es beneficioso para todas las personas en cualquier etapa de progresión de la EA, pero es especialmente importante para las mujeres durante la transición a la perimenopausia y la menopausia, cuando el cerebro está potencialmente más vulnerable debido a la disminución de estrógenos.
No olvides nunca que la EA no es una consecuencia inevitable del envejecimiento y la longevidad. Nunca subestimes el poder de tus selecciones de estilo de vida constructivas y personales. Y nunca subestimes el increíble poder de una alimentación basada exclusivamente en plantas para promover un estado de salud óptimo en general y prevenir enfermedades devastadoras como la EA en particular. Tú eliges.
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