Conseguir que los niños coman vegetales es una situación con la que los padres han luchado durante años. Pero en el último cuarto de siglo este problema se ha vuelto más urgente debido al aumento de las enfermedades relacionadas con la alimentación como las enfermedades del corazón, la diabetes y el cáncer, que ahora afligen a los niños. Por primera vez en los Estados Unidos, se espera que la generación actual de niños tenga una esperanza de vida más corta que la de sus padres, en gran parte, debido a lo que están comiendo.
La solución es más simple de lo que podrías pensar. Se reduce a crear oportunidades divertidas para que los niños aprendan sobre los alimentos saludables al tocar, oler, cortar, probar y cultivarlos con sus compañeros. Sé que esto es cierto porque es lo que sucede en mi salón de clases a diario. Durante más de una década, he involucrado a niños de cuatro a catorce años en clases prácticas de nutrición, cocina y jardinería en una la Escuela Pública de la ciudad de Baltimore. He visto a miles de niños devorar vegetales verdes y habichuelas, deleitarse al enrollar sushi vegetariano, persistir con los palillos, suplicar por más kale, protestar cuando descubren cuántos químicos hay en sus cereales favoritos y gritar de alegría cuando ven una mantis religiosa o una mariquita protegiendo a las tres hermanas (maíz, habichuelas y calabaza) que crecen en el jardín de la escuela.
Enseñar alfabetización alimentaria en un entorno educativo es importante porque pone la alimentación y la nutrición a la par con la lectura y las matemáticas; es un bienvenido descanso del trabajo académico, es un maestro y no un padre animándote a comer tus vegetales, aprendes habilidades que puedes usar todos los días, ¡y el trabajo en clase es delicioso!
Las clases prácticas de comida también brindan una oportunidad para que brillen las inteligencias múltiples; muchos estudiantes que luchan con la academia experimentan éxito y liderazgo en mi clase. Aprender es divertido cuando se trata de alimentos. Los alimentos proporcionan una gran manera de traer conceptos académicos a la vida. La ciencia y las matemáticas se vuelven tangibles a través de la medición de ingredientes, la búsqueda de la circunferencia de un rollo de sushi o la observación de estados de materia al hervir o al vaporizar los alimentos.
Los estudiantes aprenden sobre geografía y estudios sociales a través de clases de cocina internacional donde preparan platos tradicionales elaborados con alimentos autóctonos. Los niños disfrutan aprender acerca de las tradiciones culturales en todo el mundo. La exposición positiva a la diversidad cultural a través de los alimentos promueve la aceptación de otras personas. Hace unos días, un estudiante de séptimo grado me sorprendió cuando llegó a clase y me dijo: “As Salaam Alaikum” (“Que la paz esté contigo”), un saludo árabe que aprendió el año pasado cuando hicimos humus y sándwiches de pita con falafel y aprendimos sobre el Medio Oriente. Mis clases de alfabetización alimentaria han aumentado la curiosidad y la aceptación en mis estudiantes acerca de la comunidad global.
Mi escuela es culturalmente diversa. La descomposición étnica de nuestro cuerpo estudiantil es aproximadamente 30 % blancos, 30 % negros, 40 % latinos y la tasa de pobreza es de 76 %. Los niños desfavorecidos aprenden junto a los niños de familias con ingresos de seis cifras. Algunos niños vienen a nuestra escuela sin saber inglés y muchos estudiantes son criados por un abuelo. Todos los 765 estudiantes, desde preescolar hasta octavo grado, son asignados a mi clase cada año. Los estudiantes también pueden participar en club de arte culinario y club de jardinería después de salir de la escuela. Los niños de estos clubes cocinan 200 comidas para las Noches Comunitarias de Arte que se desarrollan en otoño, invierno y primavera. Durante estos eventos la banda y la orquesta interpretan sus canciones, hay un espectáculo de arte estudiantil, y se sirve la cena en la cafetería. Los estudiantes cocinan y sirven comidas basadas en temas junto a padres voluntarios y estudiantes de secundaria a los que solía enseñarles, quienes se ofrecen como voluntarios para ayudar a los niños más pequeños.
Nuestra primera cena comunitaria, 2004
Los niños también participan en la Noche Internacional, una celebración de la diversidad. El año pasado, una madre de Rusia les enseñó a los niños en el club de artes culinarias cómo hacer un sustancioso plato de papa y repollo, y varias madres y abuelas de México nos enseñaron cómo hacer tamales dulces y salados. Los estudiantes sirvieron estos alimentos en la Noche Internacional, y hubo actuaciones de baile que proporcionaron entretenimiento en vivo.
El programa de alfabetización alimentaria en mi escuela se inició hace doce años con las subvenciones obtenidas por mi madre y mentora, la Dra. Antonia Demas, del Food Studies Institute (FSI), una entidad sin ánimo de lucro. Mi mamá hizo la investigación de doctorado en Cornell con el Dr. T. Colin Campbell como su consejero sobre nutrición. Ella ha entrenado y orientado a miles de maestros a través de los años sobre cómo usar su premiado plan de estudios Food is Elementary y ha escrito cientos de subvenciones para iniciar programas de alfabetización alimentaria en escuelas de todo el país y en el extranjero.
El objetivo de Food Studies Institute es tener un educador de alfabetización alimentaria en todas las escuelas del país. Mi escuela pública subvencionada en Baltimore, Hampstead Hill Academy, es la primera escuela en la nación que ha hecho de la alfabetización alimentaria parte de la educación de todos los estudiantes. Cuando la Dra. Demas inició el programa en 2004, le dijo al director que estaba dispuesta a escribir subvenciones por tres años para que el programa se estableciera de manera que los demás pudieran ver que tiene un fondo educativo. Si la comunidad escolar no valoraba lo suficiente el programa después de tres años de financiamiento externo, ella llevaría el programa a otro lugar. Me complace informar que después de los tres primeros años de financiamiento, la escuela ha pagado por el programa (incluyendo mi sueldo y beneficios), así como todos los suministros de comida y jardinería. Además, el director construyó un aula de cocina en un salón que anteriormente no tenía tuberías. Fue equipada con tres lavabos, un lavaplatos, nevera, estufa y alacenas. Durante el primer año de funcionamiento (2004) el director entregó espacio pavimentado para que fuera transformado en el jardín de la escuela y luego, dos años más tarde, dobló el espacio del jardín.
Estudiantes en el jardín de la escuela
La inversión ha dado sus frutos. El programa de alfabetización alimentaria ha cambiado los comportamientos alimentarios de miles de niños y sus familias a lo largo de los años. Por ejemplo, la madre de un estudiante de preescolar me preguntó recientemente cómo preparar la berenjena que su hijo comió en clase, porque él la estaba molestando para que la preparara. Una abuela me dijo que su nieta ahorró su mesada para comprar ingredientes de guacamole y poder hacerlo con su amiga en casa. Un padre de gemelos orgullosamente compartió que sus dos estudiantes de cuarto grado habían cocinado recientemente una cena saludable para la familia.
La Dra. Demas y yo sentimos firmemente que la educación con alfabetización alimentaria proporciona una solución positiva a los problemas de salud, educación y ambientales de nuestra nación. Si queremos evitar que los niños contraigan enfermedades relacionadas con la alimentación, necesitamos educarlos sobre la alimentación saludable, y las escuelas pueden y deben jugar un papel vital. En este momento, la industria alimentaria está gastando millones de dólares en mercadeo para los niños. Muchos padres ocupados no tienen suficiente tiempo ni recursos para enseñarles a sus hijos cómo comer bien. Las escuelas pueden ayudar a superar esta brecha y dar a los estudiantes los conocimientos y las habilidades que necesitan para un futuro feliz y saludable.
Si deseas obtener un programa de alfabetización alimentaria en tu distrito escolar o apoyar el trabajo de Food Studies Institute, por favor contacta a la Dra. Antonia Demas en foodstudies.org. También consulta su nuevo libro para niños: SURPRISES IN MILI’S SUITCASE: How Diabetes was Cured with Food, escrito con Katherine Orr, quien también fue la ilustradora del proyecto. El prólogo fue escrito por T. Colin Campbell.
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