¡Nueva e importante información que te ayudará a entender los obstáculos para tu salud y a desarrollar un plan para una salud óptima y felicidad!
Cuando empecé mi práctica, hace más de 20 años, todavía tenía mucho que aprender. Tenía las habilidades y la información para ayudar a que las personas enfermas se mejoren y las saludables se mantengan bien. Pero pensé que todo lo que tenía que hacer era tomar una cuidadosa historia clínica, realizar un examen físico minucioso, y preparar recomendaciones detalladas de dieta y estilo de vida. Entonces, pensé, mis pacientes seguirían mis consejos diligentemente y obtendrían resultados excelentes.
Pero no siempre funcionó de esa manera. Me di cuenta de que la gente no quería hacer cambios drásticos de estilo de vida, ni renunciar a sus malos hábitos. No renunciaron rápida o fácilmente a los cigarrillos, el café, el alcohol y otras drogas. Lo mismo sucedía con la carne, el pescado, las aves, los huevos o los productos lácteos, así como el aceite, la sal y el azúcar.
Mis pacientes creían en la magia. Ellos creían que, a pesar de sus malos hábitos, indiscreciones y falta de fortaleza personal, la magia de la medicina moderna de alguna manera les permitiría hacer algunos pequeños cambios que requerían un mínimo esfuerzo y que instantáneamente superarían años de abuso a su salud.
Muchos de estos pacientes habían recibido malos consejos de sus médicos. Se les había dicho que cambiar el color de su carne de rojo a blanco, o que ser “moderados” en continuar sus hábitos poco saludables era todo lo que se requería. Algunos pacientes pensaban que sus problemas estaban “todos en la cabeza”, algunos pensaban que sus condiciones eran el “resultado inevitable del envejecimiento”. Muchos pensaban que simplemente tendrían que “aprender a vivir con ello”. Era frustrante ver a personas que estaban enfermas y muriendo, sufriendo innecesariamente, aferradas a los mismos hábitos que causaron sus problemas.
Con el tiempo, comencé a observar que los pacientes a los que les fue mejor a largo plazo fueron aquellos que desarrollaron una filosofía de vida basada en la realidad. No era suficiente decir a estas personas qué hacer, querían entender cómo y por qué funcionaba. En ese momento, me di cuenta de que mi papel como médico implicaba más reeducación de lo que pensé originalmente.
Durante estos últimos 20 años, he tenido el placer y el privilegio de ayudar a varios miles de personas a aprender a estar y mantenerse saludables. Me gustaría compartir parte de la información que puede ayudarte a hacer lo mismo. Demos una mirada a algunas de las cosas que influyen en nuestras tendencias de comportamiento. En gran medida, nuestro comportamiento —las decisiones que tomamos— determina la cantidad y la calidad de nuestras vidas.
Más allá de la supervivencia
En un nivel, los seres humanos son como otros animales: organismos genéticamente programados, biológicamente impulsados, cuyo propósito fundamental en la vida es la supervivencia. (Por supervivencia me refiero a tener suficiente para comer y no ser comido). Pero los seres humanos también operan en un nivel completamente diferente. Hemos desarrollado la herramienta más poderosa que el mundo ha visto jamás: el lenguaje. El lenguaje nos ha permitido dominar el planeta. A diferencia de otros animales, que adquieren conocimientos solo a través de la experiencia directa e individual, el lenguaje permite a los humanos acumular conocimientos y transmitirlos. El lenguaje es el poder detrás del éxito de nuestra especie.
El conocimiento, el cual puede llevar toda una vida de un individuo para acumularlo, puede ser transmitido en cuestión de momentos escuchando a alguien hablar o leyendo sus palabras. Esto nos permite beneficiarnos de las experiencias de vida acumuladas de aquellos que vinieron antes que nosotros.
Un resultado de nuestro don único de lenguaje ha sido el desarrollo de un sistema basado en matemáticas para ayudarnos a determinar lo que es real —a lo que llamamos ciencia—. El método científico no es perfecto, pero es una herramienta tremendamente poderosa que nos ayuda a separar la realidad de la fantasía. Uno de los beneficios directos de este sistema es nuestra capacidad de monitorear y evaluar factores que mejoran o deterioran la salud.
Placer versus felicidad
La mayoría de los animales pasan prácticamente todo su tiempo tratando de obtener lo suficiente para comer y no ser comidos. Pero nosotros, los humanos, hemos podido ganar el control de nuestro medio ambiente hasta tal punto —al menos en los países desarrollados y poderosos— que hemos podido obtener lo suficiente para comer, no ser comidos y todavía nos queda algo de tiempo. Ahora que podemos mirar más allá de la mera supervivencia, podemos explorar lo que da significado a la vida, o de otra manera, lo que nos hace felices.
Muchas personas confunden el placer con la felicidad. Esto puede ser un gran problema y puede llevar a algunos resultados muy infelices. Es indispensable que reconozcamos la diferencia entre placer y felicidad.
El placer es una respuesta estereotipada de tu sistema nervioso a una estimulación específica. La alimentación, la actividad sexual e incluso las drogas pueden estimular tu sistema nervioso, de tal manera que puedas experimentar placer. La felicidad es un estado emocional que se produce espontáneamente cuando percibes el balance general de tu experiencia de vida como altamente positivo.
Muchas personas, cuando son infelices, asumen erróneamente que carecen de placer en sus vidas. Asumen que tienen una deficiencia de placer y van tratando de estimular los mecanismos de detección del placer de su sistema nervioso. La adicción a las drogas es un ejemplo extremo de comportamiento que busca placer. Los drogadictos a menudo destruyen sus vidas solo para inducir una respuesta temporalmente placentera. Según informes, los adictos a cocaína tipo crack han vendido sus hijos pequeños por unas pocas rocas de cocaína. Pero no importa la cantidad de cocaína u otras drogas que usa un adicto, no importa cuánto estimule la droga los mecanismos de detección del placer en el cerebro, él o ella nunca alcanzarán la felicidad a través del uso de drogas.
La necesidad de planear
Para lograr la felicidad, necesitamos desarrollar una estrategia de felicidad. Esa estrategia consiste en aprender a retrasar la gratificación y no ser impulsados únicamente por un comportamiento a corto plazo que busque placer.
Imagina a una persona que tiene madera y clavos, y decide que quiere construir una casa. Supongamos que comienza a juntar las tablas al azar, esperando que resulte ser una casa maravillosa. Sin un plan, ¿cuáles son las posibilidades de que estas acciones aleatorias den como resultado una casa bonita? Pero con una planificación cuidadosa, un buen conjunto de planos, y mucho trabajo duro y paciencia, la probabilidad de éxito aumenta notablemente. Necesitamos abordar nuestra salud y felicidad de esta manera. Sin un plan, es poco probable que creemos felicidad para nosotros mismos.
Deseando alimentos concentrados
Hay una razón por la que encontramos algunas cosas placenteras y otras, dolorosas. Hubo un tiempo en que nuestra propia supervivencia dependía de saber la distinción entre lo que nos beneficiaba y lo que nos perjudicaba. Muchos de los comportamientos que fueron de utilidad en un ambiente natural —cuando nuestro enfoque era tener suficiente para comer y no ser comidos— pueden no servirnos mucho hoy.
Considera nuestro deseo de comer alimentos concentrados —comidas ricas en calorías—. Los primeros seres humanos vivían en un entorno natural donde la comida era escasa. Necesitaban comer tantos alimentos concentrados como pudieran obtener, solo para sobrevivir. Aquellos que tuvieron éxito en conseguir suficiente comida para sobrevivir pasaron ese rasgo a las siguientes generaciones. Todos tenemos este instinto básico en nuestra composición genética para comer alimentos concentrados cuando están disponibles. Pero ahora vivimos en un mundo completamente diferente.
La mayoría de los lectores de la revista Health Science viven en un ambiente caracterizado por el exceso y no por la escasez de alimentos. En un entorno natural no hay árboles de galletas con chispas de chocolate, no hay arbustos de hamburguesas y no hay alimentos refinados o procesados. Pero en nuestro mundo, cada vez más artificial, hay “comidas” rápidas disponibles en casi todos los rincones. Estos alimentos procesados están diseñados para atraer nuestros instintos impulsados genéticamente y engañan a nuestros sentidos naturales. Nuestro deseo natural de comer alimentos concentrados siempre que estén disponibles ya no sirve a nuestras necesidades, pues estamos viviendo en un tiempo en el que los alimentos concentrados están en todas partes.
Ilusiones poco saludables
No es fácil estar sano y feliz en un ambiente que parece diseñado para hacernos sentir enfermos y miserables.
¿Cuántas personas conoces que manejan dos horas al día, en el tráfico pesado, a trabajos que odian, a trabajar con gente que no les gusta, a hacer un producto que detestan, a una compañía que desprecian, a ganar dinero para comprar productos que no necesitan, bajo la ilusión de que, si solo pudieran meter un poco más de comportamiento cortoplacista, de placer de búsqueda y autoindulgente en sus vidas, podrían ser felices?
¿Por qué es que muchos de nosotros seguimos participando en un comportamiento que es conocido por causar dolor, enfermedad y muerte prematura? ¿Por qué seguimos usando drogas dañinas como el tabaco, el alcohol y el café? ¿Por qué seguimos comiendo productos de origen animal y comida chatarra, a pesar de los peligros conocidos?
Hacemos estas cosas porque nos gustan. Nos dan placer. Si bien es cierto que no hay nada inherentemente malo con el comportamiento de búsqueda de placer, este puede ser destructivo, especialmente si se convierte en el foco principal de la vida.
Lamentablemente, la motivación principal de muchas personas es el comportamiento de búsqueda de placer. Ellos creen que, si no son felices, deben tener una deficiencia de placer. Ellos viven bajo la ilusión de que si solo logran exprimir más placer en sus vidas, serán felices.
Esta vida de ilusión comienza cuando somos jóvenes. Enseñamos a nuestros niños a ser drogadictos. Les enseñamos que la forma de lidiar con los problemas es a través de las drogas. Cuando tenemos dolor de cabeza, tomamos una píldora. Cuando tenemos fiebre, tomamos otra píldora. Cuando tenemos tos, bebemos un jarabe. Cuando papá tiene un día duro y necesita relajarse, bebe alcohol. Cuando estamos tan privados de sueño que apenas podemos salir de la cama por la mañana, bebemos un estimulante del sistema nervioso altamente destructivo llamado cafeína, escondido en nuestro té o café. Les damos esta misma droga adictiva a los niños en forma de bebidas de chocolate y cola.
Los obstáculos sociales para la salud
Hay muchas barreras para hacer cambios en la alimentación y en el estilo de vida que yo llamo los obstáculos sociales para la salud. El sistema nervioso humano está programado para reconocer la conformidad social. Cuando un individuo desafía la norma social por ser “diferente”, puede crear dolor psicológico en las personas que lo rodean. Este dolor se llama disonancia cognitiva. A las personas no les gusta cómo las hace sentir la disonancia cognitiva, por lo que trabajan muy duro para eliminarla y, si es necesario, eliminarte a ti.
La gente evalúa por comparación. Para sentirse mejor sobre sí mismas, las personas tratan de mejorar su suerte en la vida, o tratan de derribarte, para sentirse mejor en comparación. Dado que la mayoría de las personas no duermen lo suficiente, están demasiado cansadas para mejorarse a sí mismas. Pueden poner la poca energía que tengan para intentar derribarte.
Cuando te ven tratando de comer bien, pueden intentar tentarte con un postre muy estimulante y alto en grasa, o algo más de lo que ya no comes. Si lo rechazas, pueden comentar algo así como: “¿Cuál es el punto de estar saludable si no hay alegría en la vida?”, “¡Ya no eres divertido!” o “¿No crees que estás llevando este asunto de la salud demasiado lejos?”.
También pueden convertirse, al instante, en expertos en nutrición. Cuando comías perritos calientes, pollo frito, pastelitos o caramelo, nadie decía nada. Pero solo es que comiences a llevar alimentos saludables al trabajo y escucharás comentarios como: “¡No puedes vivir con eso!”, “¿De dónde vas a obtener tu proteína?”. Lo que realmente sienten, pero son incapaces de expresar, es que mediante la mejora de ti mismo estás haciendo que se sientan incómodos respecto a sí mismos.
Haz un plan para el éxito
Las personas exitosas comienzan nuevos proyectos con su meta en la mente. Se centran en las cosas importantes y no se distraen con cosas menores, sin importar qué tan urgentes puedan parecer en el momento. Si la felicidad es tu meta, recuerda que la salud es un fundamento importante para la felicidad, y que la salud es el resultado de vivir saludablemente.
Vivir saludablemente significa asumir la responsabilidad de cuatro áreas principales de tu vida: alimentación, comer los alimentos adecuados, por las razones correctas; ambiente, mantener un hogar y un lugar de trabajo sanos; actividad, hacer suficiente ejercicio, descansar y dormir; y la psicología, participar en actividades productivas y desarrollar habilidades interpersonales eficaces.
Todos somos diferentes, pero el factor de igualación en todas nuestras vidas es el tiempo. Todos tenemos 168 horas a la semana. A lo sumo, tenemos unos 30 000 días para vivir. El desafío para cada uno de nosotros es cómo usar nuestro tiempo para promover la mayor salud y felicidad para nosotros y para nuestros seres queridos.
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