El siguiente artículo es de un beneficiario de una subvención comunitaria.
AmaruArts es un equipo intercultural con sede en Ecuador que promueve la revitalización de la biodiversidad y la salud de las tierras y los pueblos de los Andes tropicales. Esta región se encuentra entre los centros de origen de plantas cultivadas del mundo y es la más diversa de todos los epicentros de biodiversidad global. Esto se debe no solo a la ubicación tropical y la variación topográfica, sino también a las sofisticadas civilizaciones agrícolas que coevolucionaron aquí durante milenios. A pesar de haber sido diezmados por la conquista europea y cinco siglos de colonización, estos pueblos indígenas, y los restos de su gran variedad de cultivos y conocimientos asociados, sobreviven. Pero ahora se están perdiendo como resultado de políticas y tecnologías globales que desprecian el carácter sagrado de la vida en nuestro planeta.
AmaruArts trata de preservar esta sabiduría cultural en peligro, que creemos que contiene muchas claves para nuestro mundo extraviado.
Me crié en Quito, en un hogar donde la poesía, la música, y el teatro eran habituales; más tarde, mi hermano y yo formamos una banda de música andina con algunos amigos del colegio. Este aprecio y cultivo de las artes fue importante en la formación de mi identidad y, finalmente, de mi trabajo. Para mi proyecto de graduación, estudié el impacto de las actividades misioneras en la cultura de las comunidades indígenas de Imbabura, otra experiencia muy instructiva. Al vivir con familias kichwas tradicionales tanto en los Andes como en la Amazonia, me sumergí en sus culturas y llegué a poder hablar su lengua. Con ello, llegué a comprender y apreciar su visión del mundo, que considera a los seres humanos interconectados con la naturaleza de una manera que se ha perdido en la mayoría de las sociedades “modernas”.
Según la filosofía kichwa de la vida, la Tierra y el universo son conscientes y están vivos; el Sol y la Luna, las montañas, el suelo, el agua, las plantas, y los animales son todos seres vivos, similar a la familia extendida; y los principios de respeto, gratitud y ayni (reciprocidad) se aplican a todas las formas de vida. Me fascinó su visión holística del tiempo y el espacio, presente en las historias orales, en la vida cotidiana y en las ceremonias y festividades comunitarias.
Cuando regresé a Quito, se me hizo brutalmente evidente que nuestra sociedad está divorciada del mundo natural y de los pueblos indígenas de nuestro país, y que estamos inconscientes de la rápida destrucción de ambos. Hasta la década de 1990, las lenguas indígenas (como el kichwa) no se enseñaban o ni siquiera se permitían en las escuelas, y aunque los niños podían tener algún contacto con la lengua a través de los ancianos en casa, no aprendían a hablar su propia lengua. Estas pérdidas se han visto agravadas por la migración de los jóvenes de las comunidades rurales en busca de trabajo, lo que ha sido una lucha constante durante mucho tiempo.
Desde los años 70, el cambio se ha acelerado aún más como consecuencia de la “Revolución Verde” y la bonanza del petróleo. La introducción de semillas híbridas dependientes de fertilizantes y pesticidas químicos aumentó la erosión del suelo y la pérdida de variedades de semillas autóctonas, mientras perjudicaba la salud de los agricultores, los consumidores, y ecosistemas enteros. Mientras tanto, la adopción de comidas procesadas en la alimentación se ha correspondido con un enorme aumento de enfermedades degenerativas que antes eran poco frecuentes. Incluso en las zonas rurales, los medicamentos farmacéuticos y las clínicas han desplazado a la mayoría de los Jambik wasi (casas de medicina) donde los curanderos expertos utilizan plantas y tratamientos naturales.
Ver y experimentar todos estos retos de primera mano ha tenido un profundo efecto en mí. Despertó en mí la necesidad de enseñarles a los jóvenes a valorar y aprender los conocimientos culturales y la sabiduría de sus mayores.
Después de estudiar antropología e idiomas en universidades de Quito, busqué soluciones más prácticas a los problemas que veía en las comunidades tradicionales. Mi investigación me llevó a explorar el potencial del cine y los formatos multimedia como herramientas para apoyar la supervivencia cultural indígena, y terminé en el mejor programa de comunicación social y cine de América Latina, en la Universidad de Sao Paulo (USP) en Brasil. Después de graduarme, volví a Ecuador, donde me contrataron para producir un vídeo educativo para una ONG local (CEIMME). Gracias a esa oportunidad, conocí a Jeff, un estadounidense que, a instancias de los dirigentes de la federación indígena kichwa ECUARUNARI-Pichincha (PRR), buscaba un videógrafo para grabar la Fiesta del Coraza en San Rafael y el Inti Raymi en Cayambe.
Jeff trabajaba con PRR como coordinador técnico del proyecto Permacultura Cayambe (PC) para ayudar a abordar los problemas de degradación de la tierra y la migración de sus comunidades. En la práctica, se centraron en cuatro componentes principales: 1) un vivero y un centro de formación; 2) una escuela comunitaria; 3) un proyecto de ecoturismo que ayudó a sostener la escuela; y 4) cursos, talleres, y formación para jóvenes locales y estudiantes visitantes. La escuela se construyó en la comunidad más marginada de la región trabajando en mingas (palabra kichwa que describe el trabajo comunitario en colaboración).
Como culminación de dos meses de preparación relacionados con las actividades del proyecto PC, el Proyecto Todas las Especies (ASP, por sus siglas en inglés) preparó una obra musical como parte de las festividades del Inti Raymi para celebrar la sabiduría agrícola de sus antepasados. En contra del estereotipo de ser “atrasados”, los cayambe-caranquis eran maestros horticultores, arquitectos paisajistas, y gestores de cuencas hidrográficas. Combinaban bosques nacientes, cinturones verdes, terrazas, zanjas, canales, y embalses para la conservación del suelo y el agua, el riego y la gestión del microclima. Sus camellones (camas elevadas y canales alternados que producen efectos ambientales favorables al reducir la humedad y las temperaturas extremas) en los valles húmedos representan el sistema agrícola más sostenible del mundo y eran mucho más productivos que los monocultivos “modernos” (ganado, flores) que ocupan la tierra hoy en día.
Pero la parte más cautivadora del proyecto, para mí, fue el centro de PC situado en las afueras de Cayambe. Aquí, un pequeño terreno baldío (0,12 acres) se transformó en un bosque de alimentos, sede del proyecto y lugar de demostración. Los componentes del diseño incluían tanques de almacenamiento de agua de lluvia en la azotea, un invernadero, un jardín de varios pisos y un vivero de árboles, una espiral de hierbas, estanques de acuicultura en miniatura, un corral solar para cobayas, sistemas de compostaje y lombricultura, y un banco de semillas. Se recogieron e intercambiaron semillas autóctonas y se distribuyeron más de 70 especies de árboles y arbustos nativos en las comunidades participantes.
AmaruArts está desarrollando cuatro talleres de jornada completa para niños y sus madres en comunidades rurales andinas, en los que los participantes aprenderán de los líderes locales sobre agricultura, salud y nutrición.
Enseguida me sentí como en casa, en un ambiente familiar. La mujer que venía entre semana a preparar el almuerzo tenía un amplio repertorio de platos autóctonos y remedios de plantas medicinales. El almuerzo se compartía comunitariamente, y siempre se preparaba comida extra para los invitados inesperados. Los visitantes de la comunidad solían venir con sus hijos, al igual que los ancianos locales, que compartían libremente sus historias. Los fines de semana y las noches, el espacio se convertía en un lugar de reunión para que los jóvenes socializaran y tocaran música.
Cuando me invitaron a dirigir una serie de talleres diseñados por mí con los niños de las escuelas locales, vi la oportunidad de contribuir a un movimiento en el que los niños son respetados y empoderados, se conectan con la naturaleza y sus culturas ancestrales, y son educados en formas de vida que aportan bienestar y esperanza para su futuro y para la vida en el planeta. Siempre salimos a jugar y a explorar con la voz, el sonido, el movimiento, los cuentos, y los juegos. Juntos formamos un espacio seguro en el que todos eran cocreadores y actores que podían expresarse libremente sin censura ni juicio. Este proceso conectó con las actividades de jardinería y las apoyó, y fue mi primer experimento con AmaruArts.
Ahora, gracias al apoyo del Centro de Estudios en Nutrición, AmaruArts está desarrollando cuatro talleres de jornada completa para niños y sus madres en comunidades rurales andinas, en los que los participantes aprenderán de los líderes locales sobre agricultura, salud, y nutrición. El enfoque de los alimentos medicinales se centrará especialmente en la salud inmunológica y el COVID-19. Cocinarán una gran comida en una cocina comunitaria mientras aprenden los beneficios de la preparación de alimentos saludables, y los beneficios nutricionales de los productos alimenticios locales y orgánicos y las hierbas medicinales.
Nuestra visión del futuro es la de una generación empoderada que se gana la vida protegiendo y restaurando la integridad y la diversidad de la vida en los Andes. A lo largo de los siglos, algunos de los sistemas agrícolas más productivos y sostenibles del mundo se desarrollaron en esta región.[1] Un estudio del 2018 basado en datos de 60 fincas de Cayambe, que comparaba los sistemas agroforestales con los de la agricultura convencional, descubrió que los primeros proporcionan condiciones significativamente mejores para apoyar los medios de vida sostenibles de los pequeños agricultores.[2] Durante más de dos décadas, al menos dos protegidos del proyecto PC han establecido buenos medios de vida y han criado a sus familias desde sus pequeñas granjas agroforestales en las comunidades de Chitachaka y Pisambilla.
El video comunitario participativo es una poderosa herramienta para ayudar a hacer realidad esta visión. Puede tener efectos positivos tanto dentro de una comunidad como servir de herramienta para proyectarse globalmente a través de los medios sociales. Además, es un medio muy apropiado para los jóvenes. Los jóvenes pueden producir sus propias historias basadas en valiosas experiencias de vida comunitaria con una perspectiva original. Pueden documentar los conocimientos ancestrales que guardan los ancianos, agricultores y otros, reflexionando sobre sus situaciones en contextos locales y globales, y desafiando las narrativas dominantes para proponer alternativas creativas. Los jóvenes realizadores de video de la comunidad tienen el potencial de convertirse en actores dinámicos del cambio al documentar y compartir el conocimiento oral, facilitando la reflexión y el debate, lo que conduce al empoderamiento de la comunidad. El valor de lo que son y de lo que saben y tienen es crucial para la supervivencia de sus tierras y formas de vida, y de su papel como administradores de los Andes.
El Centro de Estudios en Nutrición de T. Colin Campbell (CNS) se ha comprometido a aumentar la conciencia sobre el extraordinario impacto que tiene la alimentación en la salud de nuestros cuerpos, nuestras comunidades y nuestro planeta. En apoyo a este compromiso, el Centro de Estudios en Nutrición ha creado una iniciativa de subvenciones comunitarias para potenciar las iniciativas sostenibles de alimentación en todo el mundo, proporcionando subvenciones para permitir la creación de empresas innovadoras e impulsar el crecimiento de las iniciativas existentes. Por favor, considera hacer una donación a esta gran causa. El 100 % de tu donación se destinará a apoyar iniciativas como la que acabas de leer en este artículo.
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