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Centro de Estudios en Nutrición del Dr. T. Colin Campbell
De sufrir con el lupus a ser un doctor promotor de la alimentación

Esta serie de artículos está dedicada a ayudarte a curarte de enfermedades autoinmunes o cualquier enfermedad inflamatoria con alimentos de supermercados.

A los 16 años, enfermé gravemente. Desarrollé una artritis debilitante que se movía a través de mi cuerpo y me dificultaba caminar o incluso sostener un lápiz. También desarrollé un sarpullido rojo brillante en la nariz y las mejillas, y comencé a tener migrañas horribles que me mantenían en la cama durante días, solo moviéndome cuando tenía que inclinarme sobre la caneca de basura para vomitar debido al dolor.

Los médicos me diagnosticaron nefritis lúpica sistémica, comúnmente llamada lupus. El lupus es una enfermedad autoinmune en la que el cuerpo ya no puede diferenciar entre las partes del mismo cuerpo que nos pertenecen y atacar organismos como las bacterias y los virus. Las células inmunes, confusas, comienzan a atacar órganos como los riñones, el corazón o el cerebro, causando cantidades masivas de dolor y sufrimiento y, finalmente, esto conduce a una muerte prematura.

En mi caso, incluso peor que los síntomas físicos que padecía, una biopsia renal emergente demostró que tenía insuficiencia renal en etapa IV. Mi sistema inmune estaba destruyendo mis propios riñones.

Mi médico nos dijo, con una expresión de dolor, que sin un tratamiento agresivo, tenía seis meses de vida, y con el tratamiento tradicional con esteroides, probablemente terminaría recibiendo diálisis.

Él recomendó un tratamiento experimental, el uso de quimioterapia, además de los medicamentos como esteroides en dosis altas. Querían probar el efecto secundario tóxico de la quimioterapia, la supresión del sistema inmunitario como una forma de evitar que mi sistema inmune hiperactivo me matara.

Aceptamos el plan, desesperados por salvar mi vida, y recibí quimioterapia con Cytoxan todos los meses durante dos años completos. Hoy en día, la quimioterapia se usa comúnmente para el lupus, pero en general solo para algunos tratamientos en el transcurso de una o dos semanas.

Hasta el día de hoy, nunca he conocido a nadie que lo haya tomado durante dos años seguidos, como lo hice hace más de 20 años. En aquel entonces, la quimioterapia para el lupus aún estaba en etapa de investigación, por lo que no había ninguna referencia sobre cuánto necesitaría para que mi enfermedad entrara en remisión, y así lo hicimos durante dos años.

La quimioterapia es uno de los tratamientos médicos más insoportables que jamás haya experimentado. Los químicos son literalmente toxinas diseñadas para matar células y las recibí directamente en mi sangre a través de vía intravenosa en mi brazo. Son náuseas, vómitos, mareos y debilidad constantes, que duran cuatro semanas después de cada tratamiento. No podía comer, nada se quedaba adentro. Si alguna vez comenzaba a sentirme como yo misma, solo duraba unos días y luego volvía al siguiente tratamiento, cuatro semanas de vómitos sin parar y un infierno de náuseas. Viví así durante dos años completos.

Durante esos años, oía a mi madre llorar detrás de la puerta cerrada de su habitación por la noche, y nunca podré borrar la visión de mi abuela arrodillada en el suelo de la cocina rogándole a Dios que le quitara su vida y perdonara la mía.

Cada vez que tenía la fuerza para hacer algo, leía mis libros de texto y aprendía todo lo que podía. Aprender sobre ciencia fue una distracción maravillosa, que me permitió sobrellevar mi enfermedad y planear mi futuro. Intelectualicé mi enfermedad como un malfuncionamiento fascinante, que podría ser reparado, algún día, por los científicos correctos. Decidí que yo también sería científica, para poder ayudar a otros como yo a vivir vidas más largas. Debido a la forma en que me sumergí en mis libros de texto, me gradué entre los 10 mejores de mi clase de secundaria y obtuve una beca para la universidad de mis sueños, la Universidad Carnegie Mellon.

Si bien la quimioterapia fue una experiencia despiadada, me puso en remisión y detuvo el ataque de lupus a mis riñones, salvando mis riñones y mi vida. En una remisión, tu enfermedad todavía está presente, pero es estable: aunque todavía daba positivo para el lupus, mis órganos estaban funcionando y no estaba empeorando. Lamentablemente, eso no duró. Cuando estaba en la facultad de Medicina, sufrí un ataque isquémico transitorio, conocido como un miniaccidente cerebrovascular mientras trabajaba en la clínica de práctica familiar. Cuando me recuperé, me dijeron que tenía un nuevo autoanticuerpo, un anticuerpo antifosfolípido, que creaba coágulos de sangre en todo mi cuerpo. Me dijeron que necesitaba inyectarme en el estómago con anticoagulantes por el resto de mi vida para evitar un accidente cerebrovascular grave. También me dijeron que nunca podría tener hijos, que sería una sentencia de muerte.

Viví 12 años con el lupus proyectando una sombra sobre mi vida, mis sueños y mi futuro, pero luché mucho para hacer que la vida que se suponía que viviría, importara. Quería hacer la diferencia. Quería ayudar a la gente con el tiempo que me quedara.

Fue entonces cuando conocí al hombre que me salvó la vida y capturó mi corazón, Thomas Tadlock. Enamorarme de él provocó una avalancha de alegría en mi vida. Él no solo amaba y se casaba con una mujer enferma que no podía tener a sus hijos, a la que tendría que cuidar antes de que yo muriera muy joven, finalmente tuvo la llave que me salvó la vida y me ayudó a sanar.

Él es un entrenador de celebridades, y le pedí que diseñara una alimentación para mí, para verme increíble en nuestra boda. Quería parecerme a las celebridades de MTV a las que él estaba entrenando para nuestra boda en Maui. Había sido vegetariana desde niña (o realmente una ‘quesotariana’) y él tuvo que hacer adaptaciones a su protocolo habitual, que incluía carne, además de altos niveles de vegetales y omega 3 y una alta hidratación.

La combinación de los aspectos muy nutritivos de su plan de nutrición (menos la carne) y la eliminación de los productos lácteos, a los que yo era adicta, accidentalmente fueron la combinación correcta de nutrientes que, finalmente, sanaron mi cuerpo del lupus.

Nunca creí en el destino hasta que conocí a mi esposo, pero realmente, si no fuera por él, aún estaría enferma, sin hijos y probablemente incapacitada por la artritis o la falla de un órgano.

El milagro de mi curación nos llevó a dedicar nuestras vidas a comprender la ciencia detrás de las interacciones de diferentes alimentos en nuestra microbiología, y nos hizo desarrollar los seis pasos sencillos para curarse con alimentos del supermercado.

Nos dimos cuenta de que hay ciertas comidas como la carne, los lácteos, las comidas procesadas ​​y algunos aceites que pueden causar inflamación crónica, que desencadena enfermedades, y otros alimentos como verduras crudas, vegetales y ácidos grasos omega-3 que le dan a tu cuerpo los nutrientes que necesita para sanar la enfermedad, incluso el lupus. Gracias a estos principios, no solo he estado completamente libre de la enfermedad durante 13 años (este año los cumplo), pude tener dos hijos sanos y realizarme análisis de sangre que rivalizan con el atleta más saludable. Ni siquiera tengo el colesterol “genéticamente” alto que tuve desde mis 20 años. Sabemos que cada 10 años nuestro cuerpo ha regenerado por completo todas las células de nuestro cuerpo, lo que significa que, literalmente, el cuerpo que tengo actualmente nunca ha estado enfermo.

Esto es lo que deseo fervientemente para todos; que aprendan cómo sanar y obtener la salud y la energía vibrantes que merecen, para que puedan dar los regalos que nacieron para dar. Me retiré de mi querido puesto como directora médica del centro de tratamiento juvenil de una organización sin ánimo de lucro en 2012, para así poder dedicar mi vida a enseñar a doctores, pacientes, padres y a todos los que escuchen lo fácil que es estar sano y mantenerse así.

Esto me lleva a un punto importante: los doctores no intentan ocultarte esta información. Si ellos no la conocen, no pueden enseñártela. Los médicos son siempre las primeras personas que corren al fondo de la sala para hablar conmigo cuando ven mis seminarios, porque están inspirados por aprender más y ayudar más a sus pacientes. No pierdas la fe en tu doctor.

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