En el campo de la nutrición, a menudo se da a entender que los malos patrones de alimentación y los consiguientes resultados de salud que observamos en Estados Unidos se deben a la falta de conocimiento: la gente simplemente no sabe el poder que tienen las dietas basadas en plantas sobre la longevidad y la prevención de enfermedades.[1-4] Este marco permite una solución sencilla: educa a la gente y ellos se curarán a sí mismos. Pero la ciencia detrás de cómo los alimentos impactan nuestra salud está más disponible que nunca para el público. Hay más de 40 000 resultados de libros de nutrición basada en plantas en Amazon, muchos de los cuales son éxitos en ventas y difunden el mismo mensaje: la comida es la medicina. Entonces, si la educación era el problema y ahora está disponible de forma tan amplia, ¿por qué las enfermedades del estilo de vida como el cáncer y la enfermedad cardíaca siguen siendo las principales causas de muerte entre los estadounidenses?[5]
Como estudiante de dietética, me enseñaron que la educación nutricional implica tanto conocimientos como habilidades. No basta con enseñarle a la gente por qué un alimento es saludable; necesitan saber cómo incorporar ese alimento a sus vidas. De hecho, todos somos humanos que vivimos en sociedades complejas, no sujetos de prueba en experimentos científicos controlados. Respondemos a ideas que nos resultan familiares y comemos alimentos en el contexto de la cultura y las comunidades. Esta es la limitación de la nutrición basada en la evidencia: reducir los alimentos a una combinación de ingredientes saludables y esperar que las personas abandonen sus recuerdos y apegos a la alimentación a favor de una prescripción de superalimentos. Yo diría que no son los médicos y científicos prestigiosos los que han liderado significativamente este movimiento de salud, sino los blogueros sobre alimentos y las historias de éxito que nos muestran formas prácticas de vivir basados en plantas y nos dicen: “Oye, tú también puedes hacer esto”.
La abundancia de libros de cocina y blogueros veganos nos guían a través de recetas de alimentos basados en plantas sin procesar (WFPB, por sus siglas en inglés) como la lasaña, cazuela de habichuelas y chile. Cuando leemos historias de familias que han recuperado su salud a través de un estilo de vida basado en plantas sin procesar, nos sentimos inspirados a cambiar porque vemos un poco de nosotros mismos en ellas. Sin embargo, estos hilos familiares y nostálgicos que apoyan el cambio hablan principalmente de un tipo específico de identidad estadounidense: la identidad estadounidense blanca.
Como la única vegana de mi familia, yo también he tenido comida separada del resto de la cena navideña, y he comido a regañadientes ensaladas patéticas en los restaurantes mientras todos los demás se atiborraban de carne. Pero si bien hay miles de recetas basadas en plantas sin procesar que podrían convencer a tu tío blanco de que los macarrones con queso pueden, de hecho, hacerse sin lácteos, ¿a dónde debo ir para las versiones basadas en plantas sin procesar de los platos favoritos de mi tía china, como el jianbing y la olla caliente de pescado de Sichuan? ¿Dónde puedo obtener orientación sobre cómo abordar el trauma profundamente arraigado que experimentaron mis padres y que los llevó a idolatrar la carne y los lácteos como símbolos de clase y estatus? La falta de conocimiento sobre el poder de los alimentos vegetales no es el problema. De hecho, el concepto de comida como medicina tiene sus raíces en la medicina china.[6] Pero la falta de representación de diferentes culturas dentro del movimiento basado en plantas es evidente y las consecuencias son reales. Existe una gran cantidad de investigaciones que muestran que la cultura y las intervenciones nutricionales culturalmente relevantes son importantes para el cambio de alimentación y la pérdida de peso entre los afroamericanos y los asiático-americanos.[7-11]
“Entonces, mientras nos damos una palmada en la espalda pensando que el movimiento basado en plantas está llegando a muchos, en realidad estamos ignorando las necesidades únicas de los estadounidenses no blancos y, potencialmente, ampliando la brecha de estas desigualdades de salud.”
Los recursos nutricionales culturalmente apropiados son especialmente importantes para abordar las desigualdades de salud que vemos entre las diferentes razas y etnias. En 2015-2016, los afroamericanos e hispanos tenían más probabilidades de tener hipertensión, enfermedad cardíaca y diabetes en comparación con otras razas.[12] Y aunque los estadounidenses de origen asiático parecen tener menos riesgos de estas enfermedades del estilo de vida,[12] nuestras experiencias se agrupan, enmascarando el riesgo más alto de enfermedad cardíaca entre los estadounidenses de origen filipino y del sur de Asia.[13,14] Entonces, mientras nos damos una palmada en la espalda pensando que el movimiento basado en plantas sin procesar está llegando a muchos, en realidad estamos ignorando las necesidades únicas de los estadounidenses no blancos y, potencialmente, ampliando la brecha de estas desigualdades de salud. Incluir y amplificar las voces de color es vital para el crecimiento de este movimiento basado en plantas.
Por ejemplo, el programa “10,000 Black Vegan Women” (10 000 mujeres negras veganas) de Tracye McQuirter, MPH, se enfoca en las necesidades y experiencias de las mujeres negras para vivir vidas más saludables y hacer la transición a una alimentación basada en plantas.[15] Joanne Molinaro, JD, la estrella de TikTok detrás de The Korean Vegan (la coreana vegana, en español), comparte cómo conserva su identidad como coreano-americana a través de platos tradicionales veganos y ayuda a tranquilizar a otros asiático-americanos de que no perderán su identidad ni a su familia si eligen consumir una alimentación basada en plantas.[16] Y aunque estas mujeres impresionantes ejemplifican el futuro de la alimentación y la salud que anhelo ver, son solo unos pocos ejemplos en un mar de médicos, científicos, chefs e influenciadores blancos que perpetúan este estrecho movimiento basado en plantas.
Mis padres todavía ven el veganismo como una identidad extranjera de los blancos ricos que comen tostadas de aguacate en Whole Foods. Lo que necesitan son médicos y científicos asiáticos para legitimar el tofu y la leche de soya como fuentes adecuadas de calcio y proteínas, y blogueros para recrear versiones veganas de platos nostálgicos como el zhá jiàng miàn y el hóngshāo yú. Mientras tanto, continuaré levantando las voces de los activistas asiáticos, negros, latinos e indígenas que ayudan a sus comunidades a vivir vidas más saludables mientras, con suerte, se suman a este futuro inclusivo de la alimentación basada en plantas sin procesar. Pero todavía estoy esperando una receta de chāshāo bāo realmente deliciosa que pueda convencer a mi familia para que finalmente se vuelvan veganos.
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