En 1943, la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos comenzó a publicar informes cada cinco años que recomendaban la cantidad de nutrientes individuales que se debían consumir para tener una buena salud. Pero este enfoque en los nutrientes individuales no llegó a decir mucho sobre qué tipos de alimentos proporcionan mejor estos nutrientes para una buena salud.
Treinta y siete años después, en 1980, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) y el Departamento de Salud, Educación y Servicios Sociales (HSS, por sus siglas en inglés) comenzaron a publicar informes de cinco años que tradujeron estas recomendaciones de nutrientes en recomendaciones alimentarias y las nombraron las Guías Alimentarias para los Estadounidenses. Esta nueva dirección también surgió como un seguimiento de las metas de alimentación sugeridas en 1977 por el Comité McGovern del Senado de los Estados Unidos. Inicialmente, pensé que esta idea de las Guías Alimentarias tenía mérito, en parte, porque dos amigos muy competentes y creíbles, que trabajaban en una oficina adyacente a la mía, prepararon ese primer informe.
Se han producido ocho informes de las Guías Alimentarias desde entonces, hace 35 años. Aunque inicialmente era optimista al respecto, ahora he perdido la esperanza de que este programa sea capaz de dar consejo científico sólido y práctico sobre alimentación para el público. A lo largo de este período, el mensaje principal de estos informes ha permanecido igual o incluso peor, aunque se están tabulando más y más estadísticas en las últimas ediciones para impresionar al público.
Aquí hay algunos ejemplos que hablan de mis principales preocupaciones. La recomendación inicial de reducir la grasa en los alimentos al 30 % de las calorías totales de la alimentación continúa siendo declarada o asumida como si fuera realmente baja en grasa y singularmente importante. No lo es. La hipótesis de que la grasa saturada es una causa principal de enfermedad cardíaca y cáncer sigue vigente. No lo es. El límite superior para el colesterol en los alimentos, de 300 mg al día, que fue presentado inicialmente por estos informes, ahora se abandona, con la explicación de que el colesterol en los alimentos está débilmente correlacionado con la enfermedad cardíaca. Estoy de acuerdo con este detalle, pero esto falla en reconocer que el colesterol en los alimentos es un indicador importante del tipo de alimentación que se consume, junto con sus consecuencias para la salud. También crean una contradicción, sin ninguna explicación, cuando abogan por una disminución en la ingesta de grasa saturada (principalmente de comidas de origen animal), mientras que permiten un aumento de la ingesta de colesterol (todo proveniente de comidas de origen animal).
Más importante aún, estos informes siguen ignorando la evidencia existente sobre el tipo de alimentación que ha demostrado tener beneficios extraordinarios para la salud. Esta es una alimentación basada en plantas sin procesar que contiene alrededor de 10 % de grasa total, cantidades naturalmente bajas de grasas saturadas, altas cantidades de carbohidratos complejos (incluyendo la fibra en los alimentos), las cantidades y tipos de proteínas correctos y no contiene colesterol. Al omitir esta información que salva vidas, estos informes de Guías Alimentarias no han estado haciendo nada más que apoyar el orden establecido con respecto a la alimentación, que continúa presentando riesgos inaceptablemente altos de enfermedades cardiovasculares, diabetes, muchos cánceres y enfermedades autoinmunes.
Estos errores, contradicciones y omisiones son trágicos, sobre todo porque estos informes se están utilizando para justificar los programas gubernamentales de alimentación y salud, como nuestro programa de almuerzos escolares. Por ejemplo, el informe de las Guías Alimentarias de 2002 destacó la idea de que el total de la proteína de los alimentos tan alto como el 35 % del total las calorías de la alimentación “minimizaría el riesgo de esas enfermedades crónicas”, que han asediado por tanto tiempo a nuestra salud. Esta es una burda distorsión de la evidencia científica. Casi al mismo tiempo, el comité, bajo asedio de una demanda, se vio obligado a revelar un secreto que no estaba destinado a ser revelado públicamente: que la mayoría de su comité de 11 miembros tenía una asociación con la industria láctea, mientras que el presidente no había revelado el tamaño de su compensación personal por parte de la industria, como era exigido.
Esta historia del comité de las Guías Alimentarias se vuelve especialmente trágica cuando nos damos cuenta de que sus informes están en su mayoría organizados y controlados por una agencia gubernamental (Departamento de Agricultura de los Estados Unidos) que ayuda a una industria a producir alimentos que causan enfermedades, mientras que una agencia gubernamental asociada ayuda a una segunda industria a producir píldoras y procedimientos para arreglar supuestamente estas enfermedades causadas por la alimentación. ¡Vaya plan de negocios!
Confieso que estos informes de las Guías Alimentarias ocasionalmente sugieren una idea que parece abogar por la salud del consumidor. Pero la historia también demuestra que este comité: 1) no proporciona evidencia de apoyo adecuada, 2) no completa sus sugerencias con acciones y 3) no repite este consejo en informes posteriores. En otras palabras, el comité solo maquilla informe tras informe para impresionar al público. En el informe más reciente, mencionan una relación alimentación-ambiente o rocían con palabras como “alimentación basada en plantas” o eliminan el límite de colesterol en los alimentos sin citar más evidencia sustantiva, lo que hace poco más que crear un argumento inútil y contencioso que solo confunde.
Debe abolirse el proceso de elaboración de los informes de las Guías Alimentarias. Solo apoyan el orden establecido existente, ¡con costos incalculables y crecientes en la atención médica! Ahora tenemos evidencia abundante que demuestra que más del 70 al 75 % de nuestros costos totales de atención médica podrían ser eliminados, si el consejo alimenticio correcto fuera proporcionado de una manera que fomente el cumplimiento del público. Este comité falla no solo en ignorar esta evidencia, sino lo que es aún más revelador, falla en abogar por la investigación para probar que esta información es errónea. En resumen, el comité de Guías Alimentarias debe proporcionar información profesional que permita a las personas tomar decisiones informadas para sí mismas o, si el comité desea negar información de este tipo, que luego recomiende la investigación y el diálogo para demostrar que es incorrecta. ¡Es hora de que el Gran Hermano deje de controlar lo que el público llega a conocer!
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