Estoy hablando del tema que rodea el llamado gen de la obesidad y afirma que la ciencia pronto podrá transformar tu cuerpo para que tenga esa forma delgada y elegante de tus sueños.
Los biólogos moleculares que están divulgando esta información se están aprovechando de la situación, al igual que los medios de comunicación. Así mismo las compañías farmacéuticas están ansiosas ante la posibilidad de desarrollar nuevos medicamentos para el control de la obesidad. ¿Y los consumidores? Al estar muy interesados en el tema, creemos fácilmente en la información que nos proveen los medios.
¿Cual es la conmoción? Todo comenzó hace unos años, al tener conocimiento del descubrimiento de un importante gen de obesidad. La fascinación con este gen en particular surgió en parte porque un buen mecanismo parecía estar a la mano. En otras palabras, este gen particular es llamado a la acción en las células del cuerpo que comienzan a llenar sus depósitos de grasa. Produce (en animales de experimentación) una proteína, llamada leptina, que luego actúa como una hormona al viajar de regreso al centro de control del apetito del cerebro para detener comer más, tal vez para controlar el peso corporal. Considera qué droga tan premiada sería la leptina. Si se administra adecuadamente, la leptina se podría utilizar para controlar el apetito. Estas observaciones tempranas también sugirieron que las personas obesas tendrían bajos niveles circulantes de leptina porque tenían dificultad para apagar sus apetitos.
Sin embargo, ¿adivina qué? Las personas obesas a menudo muestran tener altos y no bajos, niveles de leptina. Una explicación para esta extraña observación fue que tal vez la leptina de las personas obesas no podía enviar su mensaje porque algo estaba mal con los sitios receptores del portal de entrada del centro de control del apetito. En otras palabras, las células de llenado de grasa parecen estar produciendo cantidades adicionales de leptina para compensar este defecto.
Pero ahora sabemos de otros genes en este esquema obeso de las cosas. Uno es un gen llamado GLP-1, que parece actuar en conjunto con la leptina para detener el apetito —si todo funciona bien—. Otro es un gen que controla la producción de lo que se cree que es una enzima clave en el metabolismo de la grasa. Lo que me molesta es la insólita algarabía dada a estos descubrimientos tan pronto como se reportan. Cada vez que esto ocurre, surge una nueva esperanza de que no solo estamos un paso más cerca de la comprensión del enigma de la obesidad, sino (¡de manera inquietante!) un paso más cerca del desarrollo de un fármaco que podría modificar la acción de uno de estos genes para reducir la obesidad.
Con todo esto, encuentro una preocupante convergencia de intereses por parte de la ciencia, los medios de comunicación y la gente de mercadeo. Los científicos abordarán cualquier problema, especialmente cuando se considera el problema de salud número uno y se presta a análisis molecular y genético. Muchos volúmenes se podrían escribir acerca de las complejidades de esta historia y ese es parte del problema —información en exceso, detallada en exceso, y fuera de contexto en exceso—.
La gente de los medios reconoce una buena historia cuando ve una. El New York Times, por ejemplo, informó que este descubrimiento de genes “podría señalar el camino a tratamientos con medicamentos efectivos para la obesidad”. A continuación, el mercadeo añade su propio giro, al animarnos a equiparar la autoestima con los cuerpos elegantes. Pagamos mucho dinero para crear esa ecuación. Se dice que una compañía llamada Amgen, de Thousand Oaks, California, pagó a la Universidad Rockefeller $ 20 millones por una licencia de patente para comercializar el producto de la proteína del gen de la obesidad si la evidencia demuestra que funciona.
El intenso interés público en la obesidad crea un ambiente de exageración y de falsas promesas. Cualquier estante de revistas de almacén lo dice todo. Gastamos más de 30 mil millones de dólares al año (no millones, sino miles de millones) para quitarnos nuestros kilos de más. Sin embargo, seguimos teniendo cada vez más peso, con el número de adultos con sobrepeso (20 % más del peso corporal ideal) que aumentó en más de un 30 % durante la década de los ochenta, según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud de Estados Unidos. Casi 40 millones de adultos fueron considerados con un peligroso sobrepeso en 1990. Y quizás, lo más alarmante de todo, la obesidad entre los niños durante la última década ha aumentado a un ritmo sin precedentes. No es de extrañar que el público consuma vorazmente todo tipo de palabras alentadoras, pero, en gran medida, engañosas.
Para llegar a los hechos reales escondidos bajo las falsas promesas, vamos a refrescar nuestro conocimiento con unas ideas muy simples sobre los genes y cómo funcionan. Los genes —supuestamente numerados en más de 100 000—, son los códigos que dictan el tipo y la cantidad de proteínas que se producen en nuestras células para el correcto funcionamiento de nuestros cuerpos. Estos códigos genéticos se componen de secuencias únicas de cuatro tipos de purina y pirimidina, bases químicas encadenadas, como las cuentas de un collar, a lo largo de una larga cadena de ADN. A excepción de los glóbulos rojos, prácticamente todas las células de nuestro cuerpo contienen el mismo ADN. Los códigos de ADN específicos (genes) llamados a la síntesis directa de estas proteínas dependen de qué tipo de célula está haciendo qué.
La producción de proteína a partir de ADN implica, en primer lugar, la transcripción del código de ADN para cada gen en un código imitador bastante similar de ARN. A continuación, el código de ARN se traduce en la secuencia única de aminoácidos que comprenden cada uno de los cientos de miles de diferentes tipos de proteínas. El proceso global es mucho más complejo que esto (¡la literatura sobre este proceso podría llenar cientos de miles de páginas!), pero esto servirá para nuestra discusión.
Las proteínas producidas a partir del código de ADN llevan a cabo sus funciones únicas principalmente como enzimas y hormonas. Las enzimas regulan un gran número de reacciones bioquímicas altamente integradas e interdependientes, mientras que las hormonas transportan mensajes de las células de un tejido a las células de otro. Una vez más, este proceso es altamente interdependiente y complejo. Debemos mencionar que las hormonas, después de viajar a través de las células sanguíneas a otro tejido, transfieren su mensaje a las nuevas células mediante la unión a los portales de entrada, o receptores, en la superficie celular. En esta coyuntura, el mensaje se pasa a través de la membrana celular para producir mensajes adicionales al interior de la célula.
¿Conclusión? Estas reacciones son tan integradas, interdependientes, complejas y estrechamente controladas que prácticamente no hay manera de que podamos manipular una sola reacción y luego predecir con exactitud todas las consecuencias.
Bueno, ahora volvamos a nuestra historia de genes de obesidad y descubre por qué digo que estamos sentados en el precipicio de otro desastre científico. Debido a que cada enzima u hormona dentro de la compleja red de reacciones integradas se deriva de un gen único, se deduce que debe haber un gran número de genes que juegan papeles en la determinación de la obesidad. ¡Se imaginan medicamentos cada vez que se descubre un nuevo gen! Pero simplemente no hay forma de que alguna vez podamos tratar la obesidad de una manera tan superficial. Incluso, si se demuestra que un medicamento produce un efecto sobre la obesidad, este tampoco se mantendrá o se asociará con consecuencias adversas a largo plazo. Puedo apostarlo.
¿Por qué en la ciencia nos resulta tan difícil simplemente observar cómo la Naturaleza se ocupa del problema de la obesidad y luego elegir nuestras acciones en consecuencia? Ya tenemos pruebas abrumadoras de que una alimentación baja en grasas, basada en plantas y ejercicio regular puede controlar, en gran medida, la mayoría de los problemas de peso. Por supuesto, no sabemos de manera exacta cómo funciona esto mecánicamente, pero eso es secundario. Conocer los mecanismos exactos sirve más a las compañías farmacéuticas que a los consumidores. Y una predicción final: se encontrará que dicha alimentación y programa de ejercicios regularán de manera consistente las actividades de estos genes, los ahora conocidos y los que están por descubrir, en formas que funcionen mejor para el control de peso y la buena salud en general.
¿Por qué la ciencia y las autoridades médicas persisten en decirles a los consumidores que esta alimentación y un programa de ejercicios son extremos y es algo que a la mayoría de la gente no le gusta de todos modos? ¿No es un poco arrogante para nosotros sugerir lo que les pueda gustar a los consumidores y luego hacer investigación sobre algo que en su mayoría sirve a nuestros propios intereses?
Un cambio de estilo de vida total es más seguro, y mucho más económico de adoptar. Pruébalo y te preguntarás por qué no hiciste el cambio en tu alimentación mucho antes. ¡Te deseo la mejor salud!
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