Desde hace algún tiempo, los científicos que le dan seguimiento a las poblaciones de peces han estado levantando la alarma y advirtiendonos que no habrá peces en los océanos para el año 2050 si continuamos en la misma trayectoria actual.[1] Un estudio publicado en julio del 2020 que analiza la biomasa de peces encontró que el 82% de las zonas de pesca están por debajo de los niveles permitidos para rendimientos sostenibles.[2] Informes anteriores encontraron tendencias similares con una caída del 49% en las poblaciones de peces entre 1970 y 2012, con casi el 90% de las poblaciones de peces marinos del mundo ahora completamente explotadas, sobreexplotadas o agotadas.[3][4]
Sin embargo, los científicos que estudian específicamente los océanos y las reservas oceánicas han demostrado que los ecosistemas marinos son simultáneamente más resistentes de lo que pensábamos. Las poblaciones de peces tienen la increíble capacidad de recuperarse a velocidad rápida, pero hay un detalle. La tasa de recuperación de las poblaciones de peces depende del tipo de reserva.
Debemos llegar a comprender que los océanos no existen de forma aislada.
En las reservas o zonas protegidas en donde la pesca no estaba permitida durante todo el año, las poblaciones de peces han mostrado una resistencia increíble. Un estudio de México mostró un aumento del 463% en la biomasa de peces en solo 12 años, un aumento masivo.[5] En particular, las especies depredadoras aumentaron dramáticamente y los comportamientos de los peces cambiaron inesperadamente. La proliferación de peces también ha sido beneficiosa para las personas locales que se han beneficiado del ecoturismo y el aumento de la capacidad de pesca en las zonas alrededor de la reserva. Estas cifras fueron especialmente llamativas en comparación con otras reservas en las que la pesca estaba limitada pero no estaba totalmente prohibida. En estas reservas, se produjo un escaso crecimiento de las poblaciones de peces.
Con el éxito de estas zonas marinas protegidas, es evidente que son necesarias más reservas. Es por eso que las Naciones Unidas se fijó una meta para la creación de reservas marinas en todo el mundo con el objetivo de tener el 10% del océano de todo el mundo protegido para el año 2020. En el 2017, sólo el 3.6% del área marina estaba protegida, con sólo el 2% en áreas protegidas con restricciones de acceso.[6] Todavía tenemos un largo camino por recorrer para garantizar la protección de los ecosistemas acuáticos y lo que está en juego es demasiado alto para no actuar.
En realidad, los océanos de todo el mundo están experimentando una multitud de problemas desconcertantes, ya sea por el cambio climático y la acidificación de los océanos, la contaminación por nitrógeno y las zonas muertas, la contaminación por plásticos, la pérdida de hábitats costeros o la sobrepesca rampante que conduce al colapso de los ecosistemas. Como individuos, podemos optar por no apoyar la sobrepesca y el bykill simplemente eligiendo no comer pescado, ya sea salvaje o de granja.
Vivimos en un planeta azul y la vida fuera del agua no es más que una pequeña porción de nuestro increíble mundo. Si tomamos en cuenta que el 99% del espacio disponible para la vida en la tierra está bajo el agua y que nuestra comprensión colectiva de los ambientes acuáticos sigue siendo relativamente simplista y con muchas deficiencias, debemos llegar a comprender que los océanos no existen de forma aislada.[7] Perder estos ecosistemas sería desastroso para la vida en todas partes y debe haber más movimiento público hacia el establecimiento de reservas protegidas y la eliminación de subsidios para la sobrepesca.
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