La evidencia científica obtenida a través de métodos rigurosos es fundamental a la hora de aconsejar al público sobre patrones de alimentación saludables, especialmente porque la dieta juega un papel tan importante en la salud a largo plazo.[1-5] Pero los estudios científicos no están exentos o libres de limitaciones. Mientras que estos pueden probar que una determinada dieta funciona, a menudo no dan orientación sobre cómo poner esa información en práctica.
El “estándar de oro” en la calidad de la evidencia es el ensayo de control aleatorio (ECA) donde los participantes se dividen en dos grupos: el grupo de control recibe un placebo (sin tratamiento) mientras que el grupo de tratamiento recibe la intervención.[6] Idealmente, el estudio está cegado, lo que significa que ninguno de los dos grupos sabe en qué grupo se encuentran, lo que reduce la posibilidad del efecto placebo. El ECA controla todos los demás factores entre los grupos (actividad física, edad, etc.), de modo que las diferencias en los resultados solo pueden atribuirse a la ausencia o presencia del tratamiento. Sin embargo, cuando se trata del estilo de vida dietético, tales estudios son increíblemente difíciles de llevar a cabo, por una serie de razones logísticas. En primer lugar, son demasiado estrictos para mantenerlos durante largos períodos de tiempo, como se prefiere cuando se estudian las enfermedades crónicas. En segundo lugar, no se prestan a probar patrones dietéticos amplios, incluidos los alimentos integrales; ya que con el fin de mantener el nivel de control necesario para el ECA, los investigadores tienen que controlar cuánto y qué comen los participantes de una manera muy precisa. Tienen que controlar estos factores a tal punto que ya no estarían estudiando patrones dietéticos realistas y a la hora de desarrollar protocolos de tratamiento en la vida real no serían prácticos;[7] Es por esto que vemos que la pérdida de peso, colesterol, y mejoras de la glucosa en sangre no se sostienen sino que rebotan rápidamente meses después de que el estudio haya concluido.[8]
Los programas de arranque y los grupos de apoyo social sostenido son un complemento muy importante de los estudios rigurosos descritos anteriormente: ofrecen orientación para la aplicación práctica de consejos dietéticos basados en la evidencia que tenemos para el cambio de estilo de vida a largo plazo.
En los ensayos clínicos, se les prescriben a los pacientes planes de dieta estrictos que no permiten espacio para personalizar las necesidades o preferencias de las personas. Y ese es el punto: los científicos quieren ver qué tan efectivo es un patrón específico de alimentación para cambiar los resultados de salud. Para ello, necesitan tener mediciones precisas, hasta los gramos de proteína consumidos y los decimales de libras perdidas. Cualquier desviación del plan resta confianza en la efectividad de la dieta y en la validez del estudio. Y si bien este rigor es lo que permite que la investigación influya en las políticas públicas y la práctica médica, una vez más, añade poco en cuanto a transformar la práctica. El dar planes de dieta sin educación, crea expectativas poco realistas en las personas. Después de todo, vivimos en comunidades complejas y en evolución, no en laboratorios estériles y controlados.
Los programas de arranque y los grupos de apoyo social son un complemento muy importante de los estudios rigurosos descritos anteriormente: ofrecen orientación para la aplicación práctica de consejos dietéticos basados en la evidencia para el cambio de estilo de vida a largo plazo. En la investigación, estos son similares a los programas de “educación de autocuidado”, donde, en lugar de que un médico te recete una dieta que interrumpe tu estilo de vida, se te guía a través de recursos de desarrollo de habilidades y comunidades que cambian tus rutinas hacia prácticas que promueven la salud.[9]
En lugar de recibir pasivamente un plan de dieta en un ensayo clínico, los participantes en estos programas más informales participan activamente en lecciones sobre nutrición, cómo comprar y cocinar de manera asequible y cómo mantenerse en el buen camino en situaciones sociales. El Centro de Estudios en Nutrición (CNS) ofrece un Kickstart de 7 días que incorpora recetas y educación basada en plantas.[10] Programas como estos a menudo se combinan con grupos de apoyo comunitario como el Grupo de Facebook Diet Daze del Chef Del Sroufe, donde las personas pueden compartir ideas, conocimientos, luchas y éxitos de la pérdida de peso y la salud sostenibles. Es bien sabido que muchos factores, incluyendo el contexto social, la conveniencia y la preferencia, influyen en las elecciones de alimentos;[11] y la investigación ha demostrado que las intervenciones que incorporan la educación nutricional y el apoyo social forman parte integral del cambio de comportamiento de salud a largo plazo.[9,12,13]
Los estudios clínicos bien diseñados proporcionan pruebas importantes sobre cómo la dieta juega un papel en la prevención, el manejo y la reversión de algunas enfermedades del estilo de vida,[4,14-16] pero hay otras herramientas que vale la pena utilizar. Al respetar los esfuerzos no-clínicos dirigidos por la comunidad para proporcionar los componentes de apoyo que faltan y que son necesarios para los cambios exitosos en el estilo de vida, elevamos la evidencia obtenida en los estudios clínicos. Llevamos esos hallazgos al mundo de la práctica y creamos innumerables oportunidades para el cambio sostenible. Mientras que hay datos limitados sobre la efectividad cuantitativa de estos programas en la literatura científica, esa es casi la belleza de la misma: no hay aleatorización estricta, visitas al laboratorio clínico, necesidad de pesar alimentos, etc. En cambio, puedes practicar hábitos saludables en tu propio entorno, en tus propios términos. Por lo tanto, si tú o un ser querido llegan a motivarse para comenzar un nuevo viaje de salud, no se conformen con un plan de comidas o servicio de entrega. ¡Ninguno de nosotros tiene que hacerlo solo! Encuentra un grupo de apoyo o una página donde puedas hacer preguntas, aprender habilidades de cocina y actividad física, y hacer de la salud una práctica comunitaria más sostenible.
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