Las ventas de lácteos están en declive. Solo en 2018, los Dairy Farmers of America (ganaderos lácteos estadounidenses, en español) informaron una caída de 1,1 mil millones de dólares en las ventas nacionales totales de leche. Con el aumento de la popularidad de las leches de origen vegetal —que vieron un aumento significativo del 9 por ciento en ese mismo año— Big Dairy (la gran industria láctea, en español) está luchando por encontrar una salida para toda esta leche que el público estadounidense ha decidido que ya no quiere ni necesita. Confiando en su impresionante rama de comercialización y su increíble capacidad para girar una historia, los lácteos encontraron esta salida en la tendencia de probióticos / salud intestinal. Desde los primeros en adoptar Activia hasta los millennials, que ahora están comprando, literalmente, el fenómeno del yogur cultivado, muchos están convencidos de que estos alimentos lácteos fermentados benefician su digestión. Nos reunimos con la Dra. Angie Sadeghi, gastroenteróloga residente de Switch4Good, para conocer más sobre los verdaderos costos y beneficios de las comidas lácteas probióticas.
La Dra. Sadeghi explicó que el intestino —que constituye el sistema digestivo completo, desde la boca hasta el ano— contiene 100 billones de organismos, incluyendo bacterias, hongos, virus y arqueas. Cuando son alimentados, estos diversos organismos ayudan a producir moléculas bioactivas necesarias, como hormonas, neurotransmisores, enzimas, sustratos y aminoácidos. La Dra. Sadeghi explicó: “Cada vez que comes, el bioma es el primero en probar tu comida. Este ayuda a digerir y procesar los alimentos y es más activo en el proceso de digestión que tus propias enzimas pancreáticas”. También señaló: “Tú no tienes el control, [tu bioma] lo tiene”. Basta con decir que estos organismos no deberían ser ignorados.
Muchos de nosotros hemos absorbido el concepto de bacterias intestinales “buenas” y “malas” gracias a la locura por la salud intestinal que arrasa las redes sociales y los estantes de los supermercados. En realidad, se trata de los dos tipos de organismos que viven en el intestino: simbióticos y parásitos. La variedad simbiótica es vista como los microbios “buenos”; cuando se alimentan, ayudan a metabolizar los alimentos y, a su vez, producen una o más de las moléculas bioactivas mencionadas anteriormente. En contraste, los organismos parásitos absorben ciertos alimentos y producen moléculas inflamatorias, que pueden alterar la salud intestinal y provocar síntomas como gases, hinchazón y dolor de estómago.
La salud intestinal está determinada por cuál de estos dos tipos de organismos tiene el control. Cuantos más microbios simbióticos haya, más saludable es el intestino. Por el contrario, si los microbios parásitos superan en número a los simbióticos, esto dará como resultado un intestino no saludable (e incómodo). Afortunadamente, este sistema es extremadamente receptivo, y tenemos el poder de cambiar nuestro microbioma intestinal simplemente por lo que decidimos poner en nuestras bocas.
Tanto los organismos simbióticos como los parásitos reaccionan a los alimentos que comemos. Los alimentos que apoyan a los microbios simbióticos se encuentran principalmente en el reino vegetal, e incluyen alimentos ricos en fibra como frutas, verduras, nueces, semillas y legumbres. Según la Dra. Sadeghi, mientras más de estos alimentos comas, más apoyarás un “bioma amigable”. Sin embargo, las comidas con alto contenido de grasa —en particular aquellas con alto contenido de grasas saturadas y trans— generalmente apoyan los microbios inflamatorios / parásitos. Estas comidas incluyen carne, huevos, azúcar y lácteos. La Dra. Sadeghi indicó que comer ocasionalmente comida estimulante de parásitos —como un pedazo de pastel— puede anular o no una alimentación saludable. Explicó que, si uno tiene un intestino sano, comer un poco de azúcar procesada o aceite no tendrá un impacto tan grande en la salud intestinal en general como si uno comenzara con un intestino limítrofe o poco saludable. Esencialmente, una bola festiva de helado no lácteo no ayudará a tu intestino, pero tampoco arruinará el proceso.
Según la Dra. Sadeghi, los alimentos ricos en fibra generalmente son suficientes para estimular y mantener un bioma intestinal saludable. Si bien las compañías afirman haber empaquetado el secreto de la digestión a través de comidas fermentadas —como yogurt, chucrut, kombucha, vino y queso— la verdad es que no hay evidencia científica reconocida que respalde estas afirmaciones. La Dra. Sadeghi afirmó: “No hay estudios que hayan analizado si estos probióticos se incorporan a la mucosa intestinal o se descartan en las heces. De hecho, ni siquiera sabemos con certeza si no son dañinos. En un estudio reciente, publicado en Cell, los investigadores analizaron si los probióticos se incorporan a la mucosa después de la terapia con antibióticos para restaurar la salud intestinal[1]. Hicieron colonoscopias en dos grupos de individuos y tomaron muestras de su bioma. Ambos grupos recibieron antibióticos. Uno recibió probióticos y el otro no recibió probióticos. Ellos querían saber si tomar probióticos restauraba la salud del intestino más rápido. Para su sorpresa, ¡el grupo que no recibió probióticos recuperó el bioma más rápido!”.
La Dra. Sadeghi apoyó su declaración al señalar que ella no se esfuerza por comer comidas fermentadas. Hasta que haya más estudios que demuestren los beneficios de los probióticos ingeridos, no la encontrarás tomando ninguna píldora ni “cuchareando” yogur “apto para el intestino”, como tampoco lo recomendará a sus pacientes.
Hemos determinado que no existe una investigación adecuada que vincule los beneficios de comer comidas fermentadas, pero en aras de la argumentación, supongamos que se publicarán algunos estudios sólidos en el futuro cercano que asocien positivamente las comidas fermentadas con una mejor salud intestinal. Supongamos también que, aunque el 65 por ciento de la población mundial es intolerante a la lactosa, la ciencia cuestionable que afirma que la fermentación ayuda a digerir la lactosa resulta ser válida[2]. Esto todavía no justificaría el consumo de yogur a base de lácteos por el bien del microbioma. Esencialmente, el hecho de que un alimento contenga un beneficio no significa que sea saludable. Tenemos que sopesar los pros y los contras. La Dra. Sadeghi comparó esto con la idea de que la compañía Coca-Cola promocionara la Coca-Cola como una bebida saludable porque la fortificaron con potasio. Sí, nuestros cuerpos necesitan potasio, pero el azúcar procesada y las calorías vacías superan este beneficio. Por lo tanto, incluso si se observara que las comidas fermentadas restauran la salud intestinal, los riesgos para la salud asociados con los lácteos —incluyendo eczema, acné, diarrea, gases, hinchazón, dolor abdominal, empeoramiento del síndrome del intestino irritable y más— superan con creces cualquier mejora menor que estos probióticos puedan proporcionar.
Si no podemos confiar en nuestro yogur diario de la mañana o en una kombucha de la tarde para restaurar nuestra salud intestinal, ¿qué vamos a hacer? Es tan simple como reducir el consumo de productos lácteos y ricos en grasas y reemplazarlos con alimentos ricos en fibra. Una alimentación basada en plantas y sin lácteos producirá una gran cantidad de esos organismos simbióticos, y con el tiempo, estos pequeños ganarán la batalla.
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