Una década antes de que me diagnosticaran esclerosis múltiple (EM) en 2003, estaba lidiando con un eczema severo. Aunque el eczema no está oficialmente relacionado con la EM, creo que fue el resultado inicial de la inflamación antes del debut de mi EM. Mis dermatólogos (sí, plural) no tuvieron soluciones para el eczema que alguna vez llegaran a funcionar para mí.
El día que me diagnosticaron EM a los 31 años, comencé religiosamente a tomar el primero de dos medicamentos inyectables para la EM. Durante los siguientes siete años experimenté entumecimiento en mi torso, piernas y pies. También tenía fatiga al caminar o problemas para caminar, uno de los síntomas más comunes de la EM. Perdí la vista en cada ojo en diferentes ocasiones. En 2009 desarrollé vértigo, una sensación de que la tierra giraba rápidamente, que a menudo duraba tres días seguidos, con quizás un día de normalidad entre episodios. Tomé Dramamine para enfrentar mis días. Ninguno de los neurólogos (sí, plural, de nuevo) u otros médicos sabían qué hacer. Uno de mis médicos me diagnosticó la enfermedad de Ménière y me recetó varios fármacos. Admito que nunca tomé ninguna de esas drogas. Simplemente no me pareció lógico ni seguro. Quiero decir, ¿cuántos medicamentos recetados puede (o debería) tomar una persona?
Durante varios años tuve resonancias magnéticas anuales (y resonancias magnéticas mensuales durante un año completo durante mi participación en un estudio de los Institutos Nacionales de Salud), y los resultados de cada una fueron más deprimentes, con lesiones nuevas y “aumentadas” (es decir, no buenas) en mi médula espinal y cerebro. Asistí a un grupo de apoyo organizado por la Sociedad Nacional de Esclerosis Múltiple. Básicamente, solo hablábamos de los efectos secundarios y las molestias de los medicamentos inyectables. Mucha gente lloraba. Simplemente sentí que el grupo no brindó recomendaciones útiles sobre lo que yo podía hacer.
Hay muchas ideas sobre cómo curar o tratar la EM en internet. Si bien amaba las anécdotas de otras personas diagnosticadas con EM, anhelaba un tratamiento profundamente basado en la evidencia científica. Mientras tanto, mis médicos solo me remitieron a investigaciones financiadas por compañías farmacéuticas. En 2011, en una búsqueda desesperada de ayuda, encontré los libros Overcoming Multiple Sclerosis (OMS) y El Estudio de China. El contenido de ambos libros tuvo mucho sentido para mí porque se basan en investigaciones científicas realizadas durante décadas. Después de toda una vida comiendo completamente solo basura y siendo una adicta al trabajo (podría ser considerada como una sedentaria que hacía una maratón ocasional), dejé las comidas de origen animal de golpe en Acción de Gracias de 2011 y adopté una alimentación basada en plantas sin procesar (WFPB, en español). Muchos de mis síntomas mejoraron en ese momento. Mi eczema se eliminó y el vértigo desapareció, hasta cuatro años después (no por casualidad) cuando me volví perezosa en mi rutina de bienestar. Afortunadamente, mis síntomas desaparecieron rápidamente una vez que retomé mi camino.
Sentí que tenía la prueba que necesitaba de que la alimentación basada en plantas sin procesar estaba funcionando, así que decidí dejar de tomar mis medicamentos inyectables para la EM —una decisión controvertida, pero una que tomé, de todos modos—.
Bien o mal, dejé de hacerme resonancias magnéticas anuales porque me sentía muy fuerte. Sentí que tenía la prueba que necesitaba de que la alimentación basada en plantas sin procesar estaba funcionando, así que decidí dejar de tomar mis medicamentos inyectables para la EM —una decisión controvertida, pero una que tomé, de todos modos—. Mi neurólogo se opuso con desdén y al menos, un toque de ira. Si bien quería creer que se preocupaba por mí, tenía mis dudas.
En 2015 obtuve mi primera resonancia magnética desde que comencé la alimentación basada en plantas sin procesar, y mostró que mis lesiones no solo habían dejado de “aumentarse”, sino que algunas habían desaparecido por completo. Y no tuve nuevas lesiones en comparación con mi resonancia magnética de 2010. Mi neurólogo no me felicitó ni atribuyó este resultado a nada específico. La siguiente resonancia magnética, en 2017, mostró los mismos resultados, y mi neurólogo dijo: “Sigue haciendo lo que estás haciendo”. En marzo de 2018, me pasó igual.
Cada vez más investigaciones demuestran que la alimentación y la enfermedad están conectadas. Sin embargo, mi enfoque para controlar la EM no está respaldado por ningún neurólogo que haya conocido. El caso es que nunca he sido una rebelde; siempre me he movido dentro de los límites permitidos. Por lo tanto, decir que me incomodaba no estar de acuerdo con los médicos acreditados es una forma diplomática de decirlo. Pero después de años de que las recetas estándar no funcionaran, un empeoramiento de la salud y un mal pronóstico, me sentí obligada a tomar medidas en mis propias manos.
Después de adoptar los llamados enfoques “alternativos” —aunque fuertemente basados en evidencia científica recopilada por instituciones respetables— mi experiencia personal ha construido mi confianza. Desde 2015, he dicho adiós a las lesiones en mi cerebro y médula espinal, adiós al vértigo y adiós al eczema. Si bien nunca sería tan audaz como para decir que mi EM es inofensiva o está curada, ya no me siento impotente. Tengo la esperanza, basada en la evidencia, de que mis elecciones diarias influyan en mi resultado.
La autora de este blog desea permanecer en el anonimato, pero agradece tu retroalimentación en los comentarios a continuación o en su blog: www.blessedwithms.org.
Copyright 2024 Centro de Estudios en Nutrición. Todos los derechos reservados.