La agricultura regenerativa, también llamada cultivo regenerativo de la tierra, tiene sus raíces en las prácticas que los pueblos indígenas utilizaban para mantener la tierra sana y apoyar las cosechas exitosas.[1] Por el contrario, los métodos de producción de alimentos convencionales de hoy en día a menudo agotan el suelo y contaminan las vías fluviales mientras consumen grandes cantidades de recursos naturales.
Muchos ven en la agricultura regenerativa una forma de revertir estos daños y devolver el equilibrio al medioambiente, pero otros ven estas afirmaciones con escepticismo. ¿Será pasar de una agricultura intensiva para obtener el máximo rendimiento a un sistema regenerativo centrado en las mejoras a largo plazo la solución a los retos climáticos actuales?
Regeneration International una organización sin fines de lucro enfocada en acabar con el calentamiento global y el hambre en el mundo a través de prácticas regenerativas, define la agricultura regenerativa como “una práctica holística de gestión de la tierra que aprovecha el poder de la fotosíntesis en las plantas para cerrar el ciclo del carbono, restaurar la salud del suelo, apoyar la resistencia de los cultivos y aumentar la densidad de nutrientes”[2] La agricultura de esta forma tiene en cuenta todos los elementos del ecosistema, aprovechando sus interacciones naturales para renovar la tierra y reducir las emisiones.
Los agricultores regenerativos siguen cinco principios básicos para lograr estos objetivos:[3]
En conjunto, estas prácticas construyen el suelo, mantienen un ecosistema sano y reintroducen tanto el carbono como el nitrógeno en el suelo, que a menudo se agotan con la cosecha de cultivos. Los aportes al suelo suelen incluir compost, té de compost y fertilizantes naturales de origen animal y vegetal —en lugar de fertilizantes químicos, herbicidas y pesticidas— y los agricultores tratan de minimizar la necesidad de riego aprovechando el agua ya disponible en la zona.
Los partidarios de la agricultura regenerativa la ven como una forma de proteger, conservar y rehabilitar el planeta mientras producen alimentos más sanos. Sus afirmaciones están empezando a recibir la atención de investigadores en campos como la ecología y la ciencia medioambiental, pero algunos críticos no están convencidos de que los supuestos beneficios soportan el escrutinio.
Beneficios
Los agricultores que utilizan prácticas regenerativas afirman que son capaces de aumentar la cantidad y la calidad de la capa superior de la tierra, lo que reduce la necesidad de insumos y agua.[4] La rica capa superior de la tierra también puede producir mayores rendimientos porque hay más nutrientes disponibles para las plantas a medida que crecen.
Utilizar la mayor cantidad posible de residuos agrícolas para crear compost y otros fertilizantes naturales minimiza el impacto medioambiental de las granjas o fincas regenerativas y mejora aún más la salud del suelo. Un suelo sano permite que las personas y los animales estén más sanos y es más resistente a los daños causados por las sequías y las inundaciones.
Los gobiernos e instituciones, preocupados por el cambio climático, señalan la rotación de cultivos y los cultivos de cobertura como una forma de reducir los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero a largo plazo. Estas dos prácticas pueden ayudar a secuestrar el carbono en el suelo, dejando menos en la atmósfera.
Desventajas
El mayor argumento en contra de la agricultura regenerativa se enfoca en su eficacia para combatir las emisiones de carbono. Otras críticas incluyen:[5]
La agricultura regenerativa es una de las muchas soluciones en la búsqueda de la mejora de la salud humana y planetaria.
Implementación
Poner en marcha una granja o finca regenerativa requiere creatividad y voluntad de aprender. Pero a medida que más gobiernos y grandes empresas comienzan a promover esta práctica, más recursos hay disponibles para los agricultores interesados en cambiar su enfoque del cultivo de alimentos.
Para responder al escepticismo de los críticos en torno al secuestro de carbono y la producción de alimentos, tendría que haber un compromiso generalizado entre los agricultores para seguir con la agricultura regenerativa a largo plazo. De la misma manera que la agricultura convencional no degradó el medio ambiente de la noche a la mañana, reconstruir el suelo y mejorar el rendimiento de los cultivos mediante prácticas regenerativas llevará tiempo.
El apoyo financiero, los incentivos gubernamentales y las iniciativas educativas, así como la mejora de las tecnologías y los equipos agrícolas diseñados para apoyar las granjas regenerativas a gran escala pueden ayudar a que la agricultura regenerativa se convierta en algo común.[7]
La agricultura regenerativa es una de las muchas soluciones para mejorar la salud humana y planetaria. Cuando se utiliza junto a iniciativas destinadas a acortar las cadenas de suministro y fomentar la producción local de alimentos, las prácticas regenerativas pueden aumentar el acceso a alimentos frescos y nutritivos y contribuir a un sistema alimentario más seguro.[8]
Las empresas, los restaurantes y las instituciones también pueden beneficiarse de la colaboración con las granjas o fincas regenerativas para utilizar productos frescos y locales en los productos que crean y en las comidas que sirven. De este modo, más personas tendrán la oportunidad de disfrutar de alimentos basados en plantas sin procesar en la escuela, en el trabajo y al salir a cenar.
Aunque lleva tiempo pasar de la agricultura convencional a la regenerativa, el objetivo no es inalcanzable. Los agricultores que reciben el apoyo y la educación adecuados pueden dejar de depender de las prácticas industriales y adoptar métodos de cultivo de alimentos que reduzcan las emisiones de carbono, mejoran el suelo y apoyan a las comunidades más sanas.
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