Todavía recuerdo la tristeza en la cara de mi doctor mientras detallaba mis problemas reproductivos y me daba la sentencia final: “Nunca podrás tener hijos”. Etapa cuatro de la endometriosis, dijo. Quistes ováricos y uterinos, dijo. Enfermedad reproductiva avanzada, dijo. Por fin habíamos recibido una respuesta al dolor insoportable que había sentido en los últimos seis meses. No había manera de tratarlo, más que con una histerectomía, dijo. Mi corazón se hundió. “¿No hay nada que pueda hacer?”, le pregunté ¿Fue mi dieta?
En ese momento de mi vida, yo tenía 27 años y acababa de salir de la Fuerza Aérea. Durante mis años universitarios en un programa de ingeniería y más tarde en el ejército, mi círculo interno era mayormente masculino. Con un gran apetito y un alto metabolismo, había adoptado fácilmente sus hábitos alimenticios típicos. Para mí no era raro consumir una hamburguesa doble y Coca-Cola al desayuno (¡o quizás dos!). Después de pasar algún tiempo en Irak durante la guerra, decidí convertirme en civil y me encontré trabajando en una gran empresa de ingeniería… de nuevo, rodeada de la misma demografía. Para muchos hombres de 20 años, era como si definieran en parte su virilidad por la cantidad de carne que podían comer. Yo seguí su ejemplo. De alguna manera, deshonrar públicamente las verduras me hizo “fuerte” y lo suficientemente segura como para andar con los chicos, tanto en la guerra como en la oficina.
Así que, al mirar hacia atrás en esta conversación con mi médico, estoy atónita porque nunca preguntó por mi nutrición. No tenía absolutamente ningún interés en mi dieta deplorable y no veía relación alguna entre ella y mi mala salud, a pesar de la multitud de estudios científicos que vinculan los productos lácteos, las hormonas, el azúcar y la cafeína con las enfermedades reproductivas.
Como es tan a menudo verdad en los acontecimientos importantes, mi vida cambió para siempre por una ligera jugada del destino. Una amiga me preguntó si había pensado en lo que estaba comiendo. No… Me consolé con las afirmaciones de mi médico de que yo no tenía ninguna responsabilidad aquí y que era “una de esas cosas que le suceden a algunas mujeres”. Como buena amiga, ella me conectó con un nutricionista de todos modos. De él, aprendí sobre los peligros de los productos lácteos, el azúcar, los alimentos procesados, la falta de fibra y la cafeína para el sistema reproductivo de una mujer. Por desgracia, lo rechacé por completo —TODO—.
Pero, quería ser capaz de decirle a mi madre que había intentado todo mientras esperaba mi histerectomía, así que cambié mi alimentación de todos modos. Durante seis semanas, solo consumí alimentos de plantas, sin procesar. En su mayoría brócoli, arroz integral y frijoles porque esta chica cajún no tenía idea de cómo cocinar cualquier otra cosa sin mantequilla y camarones.
Aunque me sentía un poco mejor (y estaba en negación total de que mis cambios alimentarios importaban) seguí adelante con la laparoscopia que mi médico había ordenado para determinar cuánto de mi sistema reproductivo podría “cortar” y ser guardado como residuo médico en el futuro. Pero, unos 20 minutos después del que inició el procedimiento, terminó. Mi médico estaba perplejo y confundido. Dijo que alrededor del 95 % de mi endometriosis había desaparecido. Sin embargo, había cicatrices significativas. La única endometriosis restante había formado una adherencia alrededor de mi colon, conectándola a mi pared abdominal (¡ay!). Mientras explicaba mi inexplicable curación, recuerdo que mi mamá preguntó si mi nueva alimentación había sido la fuente de la recuperación —el doctor lanzó una carcajada y respondió: “No”—.
Mientras estaba en éxtasis por no haber tenido la histerectomía, una parte dentro de mí estaba absolutamente con los pelos de punta. ¿Cómo se supone que deba comer así por el resto de mi vida?
Gracias a recursos como El Estudio de China, PCRM.org, The Cancer Project, el Instituto Kushi y otros, que finalmente exploré mi camino hacia la comida sabrosa, fácil de hacer. Después de unos seis meses de comer alimentos basados en plantas sin procesar vi algunos cambios espectaculares. Mi colesterol se redujo de 178 a 128, perdí más de 50 libras y vi nuevo crecimiento del cabello. Mis problemas reproductivos nunca regresaron. El punto de referencia más grande para mí fue darme cuenta de que los quistes fibrosos que tenía en mis senos desde la pubertad habían desaparecido por completo. Esto es algo que pensaba que las mujeres de mi familia estaban genéticamente destinadas a tener. Todos los teníamos: desde mi madre y abuela hasta mi prima. Ver que los quistes se disolvieran por completo me dijo que había algo que podríamos hacer acerca de la predisposición genética. ¡Cuán liberador!
Desde entonces, mi trabajo cambió. Estudio mucho sobre nutrición y me obsesiono por compartir esa información con otras personas. ¿Cuántas otras mujeres han optado por una histerectomía porque no se dan cuenta de cuánto control tienen sobre su salud reproductiva? DEMASIADAS. NBC noticias publicó mi historia y así escuché sobre cientos de mujeres que desearían haber sabido… En este nuevo viaje, dejé la ingeniería y comencé a enseñar clases de cocina y nutrición para The Cancer Project (ahora PCRM) y luego para la Fundación T. Colin Campbell (ahora el Centro de Estudios en Nutrición de T. Colin Campbell). Mi trabajo posterior con miles de estudiantes me ha abierto los ojos y me ha revigorizado para compartir el poder de una dieta basada en plantas. He presenciado la reversión de docenas de dolencias debilitantes: diabetes tipo 2, artritis, síndrome del intestino irritable, colitis, cáncer de seno, gota, obesidad, enfermedades del corazón, presión arterial alta, enfermedad de Crohn, osteoporosis y muchas otras. El tema que más me gusta explicar es la importancia de la fibra en los alimentos, creo que es la raíz de la mayoría de la curación.
Mi verdadera bendición vino en 2011 y 2013, cuando di a luz a muchachos sanos, basados en plantas. Ambos fueron concebidos naturalmente y se beneficiaron mucho de mis embarazos veganos. Son fuertes, sanos y prósperos. Y sirven como un recordatorio diario sobre el poder de nuestras elecciones alimenticias. Nuestros desayunos regulares son quinua, batatas y frijoles, o sémola de trigo, vegetales verdes y tofu. Simplemente les encantan mis batidos verdes y rezo por haberles dado un comienzo diferente en la vida al que yo tuve. Y espero que definan su virilidad por su disposición a vivir una vida larga y sana para cuidar de sus familias. Espero que pongan la definición típica de la masculinidad detrás (junto con la enfermedad cardíaca, el cáncer y la diabetes que tiende a acompañarla) y adoptar una dieta que los bendecirá con longevidad y, con esperanza, la capacidad de estar sanos y alerta lo suficiente como para conocer a sus tataranietos. Espero que su carácter y su deseo de vitalidad y amor los mantenga a través de las críticas que seguramente recibirán (a su edad temprana ya las reciben) sobre sus opciones alimentarias.
Ovaciones a los hombres del mundo que hacen esta elección. Es desinteresado renunciar al tocino a favor de algo que promueva la vida. Estoy orgullosa y agradecida de haber contribuido con dos hombres más al mundo, gracias al Dr. Campbell y a la cantidad de trabajo que ha hecho en este campo.
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