Mi vida dio un giro abrupto e impactante en el 2007—apenas un mes después de haber recibido un certificado de buena salud por parte de mi ginecólogo, me diagnosticaron cáncer de ovario en etapa avanzada. El cáncer de ovario a menudo se diagnostica en una etapa avanzada debido a los síntomas imperceptibles y a la falta de pruebas de detección fiables. Estaba aturdida, especialmente porque consideraba estar en excelente estado de salud: consumía una dieta baja en grasa (que incluía muchos productos lácteos, huevos, aves de corral), me ejercitaba con regularidad, mantenía un peso saludable y seguía los controles y exámenes de salud recomendados. Inmediatamente me sometieron a una cirugía, seguida de meses de quimioterapia.
Ya que me enfrentaba a un grave diagnóstico, estaba decidida a hacer lo que pudiera y a hacerlo con dignidad y gracia (mis hijas tenían 14 y 17 años). Los tratamientos de quimioterapia eran cada tres semanas; luego las visitas al doctor eran cada tres meses (el cáncer de ovario es famoso por ser muy recurrente). Antes de cada visita, sabiendo que recibiría los resultados de la prueba, mi ansiedad escalaba, disipándose solo después de recibir un reporte normal de la sangre. ¡Ay, la sensación de gozo de recuperar la vida! ( al menos por algunos meses más) PERO, consciente de la maldad de la enfermedad, yo estaba siempre pendiente por si regresaba el cáncer sintiéndome como una bomba de tiempo.
En el 2008, estaba oficialmente en remisión (aunque todavía recibía tratamiento). No mucho después, leí una entrevista con David Servan-Schreiber, un médico y neurocientífico que descubrió que tenía un tumor cerebral a los 31 años. En su libro, Anticancer: Una nueva forma de vida, detalló los roles que tienen la nutrición, junto con toxinas ambientales, actividad física y salud emocional, en la lucha contra el cáncer. Este libro abrió mis ojos a la relación entre las opciones alimentarias y la salud: “Cada día en cada comida podemos elegir alimentos que defiendan nuestros cuerpos contra la invasión del cáncer”.
Empecé a leer más y más sobre los alimentos y las enfermedades, así como a asistir a conferencias y seminarios educativos. Pronto me di cuenta de que la comida que consumía diariamente era una herramienta clave para ayudar a combatir la recurrencia del cáncer.¡Qué fuerte sentimiento de confianza personal y cuánto empoderamiento!
En el 2013, obtuve el Certificado de Nutrición Basada en Plantas del Centro de Estudios en Nutrición de T. Colin Campbell. Recomiendo muy especialmente este programa—el plan de estudios fue informativo, práctico y completo. Como educadora, puedo atestiguar que el programa integró prácticas educativas sólidas. Después de completar este programa, me he convertido en una verdadera defensora de los alimentos a base de plantas, y esto incluye escribir cartas a los editores, hacer presentaciones, dar clases y mucho más.
En general, cuanto más conocimiento he adquirido acerca de la nutrición basada en plantas, más apasionada y confiada me vuelvo sobre la importancia de las opciones de alimentación del día a día para prevenir las enfermedades crónicas y mantener el bienestar. Como resultado, en mayo de 2015 me jubilé temprano de mi trabajo de mucho tiempo como catedrática de Educación en una universidad estatal, con el fin de trabajar con más diligencia para educar a otros sobre cómo ellos también pueden usar la comida como una herramienta poderosa en el camino hacia su curación y salud a largo plazo.
Actualmente, hay una tasa de supervivencia del 20 % para las mujeres diagnosticadas con cáncer de ovario en estado avanzado, con menos del 50 % sobreviviendo más de cinco años. Soy una de las afortunadas sobrevivientes — casi nueve años después del diagnóstico no he tenido ni una recurrencia y permanezco libre de cáncer —. Estoy convencida que el estilo de vida centrado en alimentación de plantas enteras, junto con yoga, el amor de familiares y amistades y mucha gratitud, me mantienen saludable.
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