Desde que escribí mi primera edición de El libro del sentido común del cuidado de bebés y niños en 1946, siempre he hecho énfasis en la necesidad de comer muchos vegetales, frutas y cereales de grano entero. Pero, dado el hecho de que los productos lácteos y las carnes han sido considerados como alimentos ideales durante tanto tiempo, estaba indeciso respecto a hablar sobre sus desventajas ocultas. Lo que cambió mi parecer fue un episodio en mi propia historia médica.
En 1988 me desmayé al cruzar el vestíbulo de un hotel y salpiqué el piso de mármol con sangre. Después de una semana de hospitalización, se concluyó que mi condición se debía en parte al ritmo irregular de mi corazón (fibrilación auricular), una condición familiar que había tenido durante algunos años. Igualmente, tuve un aparente estrechamiento de las arterias en mi cerebro por la arterioesclerosis, lo que había detenido o interferido con el latido cardiaco lo suficiente como para permitir que la sangre se coagulara en mi corazón. Un pedazo de coágulo presumiblemente se rompió y tapó una arteria de mi cerebro el tiempo suficiente para causar el desmayo. No mucho después, tuve un corto episodio en el que hablaba incoherencias en lugar de inglés. Me asignaron medicamentos digitálicos para disminuir y estabilizar los latidos cardiacos y un marcapasos como sustituto de mi corazón por si decidía detenerse de nuevo. Dado que mi mamá y mis dos hermanas fallecieron de accidentes cerebrovasculares, eso fue suficiente para recordarme que soy un mortal como todos los humanos, un hecho que había ignorado hasta entonces.
Sin ninguna intención particular de nuestra parte, mi esposa Mary y yo, fuimos presentados a un consultor macrobiótico. La macrobiótica es una forma de vegetarianismo que fue formulada originalmente en Japón sobre la base de su dieta tradicional y traída a Occidente por George Osawa. Consiste en un fuerte énfasis en cereales de grano enteros, vegetales, leguminosas y el evitar, no solamente carnes y aves, sino también los productos lácteos.
Tuve un año miserable antes de este episodio, con bronquitis casi constante que requería antibióticos, así como un debilitamiento mayor y pérdida de la coordinación en mis piernas, lo que hizo que caminar y ponerse de pie fuera cada vez más difícil, a finales de mis ochenta. Mi neurólogo dijo que no existía cura y que el deterioro sería progresivo.
Así que dijimos: “Vamos a probar esta alimentación”. En cuatro años transcurridos desde ese momento, solo he tenido un par de infecciones respiratorias y una mejora muy gradual en mis piernas, en lugar de una progresión de los síntomas. Involuntariamente, perdí 50 libras en tres meses, dada la falta de grasa en mi alimentación.
Desde este cambio, he sido presentado a un número de cardiólogos, oncólogos (especialistas en tumores), internistas, neurólogos, pediatras y sus pacientes, quienes ahora se han convertido a varias formas de alimentación vegetariana. No todas esas dietas son macrobióticas, aun así, son favorables para la salud y sirven para inhibir —e incluso en algunos casos revertir— la enfermedad cardiaca coronaria, los accidentes cerebrovasculares y ciertas formas de cáncer. He conocido unas cuantas personas cuya enfermedad cardiaca coronaria y cáncer se revirtieron, incluso cuando, a pesar de la cirugía, habían estado muy cerca de la muerte. Tal detención de las enfermedades fatales es extremadamente impresionante.
Mucha gente en el pasado asumió que una dieta vegetariana, que es esencialmente una alimentación sin carne y algunas veces sin productos lácteos (los cuales, por supuesto, también son de origen animal), era solamente una obsesión de unas pocas personas con un exagerado amor sentimental por los animales o un temor a ser envenenados por la carne.
En años recientes, hemos descubierto que una alimentación alta en grasa, que significa comer cantidades relativamente grandes de carne, productos lácteos y comidas fritas, es la principal causa de arterioesclerosis, enfermedad cardiaca coronaria, accidente cerebrovascular, ciertas formas de cáncer y obesidad. Días antes de que esto fuera descubierto, nutricionistas, profesionales y padres se preocupaban de que una alimentación baja en productos lácteos y carnes pudiera provocar desnutrición, especialmente en relación con el calcio, las proteínas y las necesidades de crecimiento de los niños. Pero estudios detallados han demostrado que, si la alimentación es planeada conscientemente (como siempre debe ser), las necesidades de proteína, calcio y crecimiento serán cubiertas por una alimentación de cereales de grano entero variados, legumbres, vegetales y frutas (por el contrario, cuando los niños aprenden a amar una alimentación basada en animales y la quieren para el resto de sus vidas, corren un peligro mucho mayor de padecer enfermedades del corazón, accidentes cerebrovasculares y cáncer).
¿Cuál es la respuesta? El objetivo general en la primera infancia debe ser el alejarse de una alimentación basada en animales y favorecer una basada en plantas, de manera que el niño se acostumbre a los alimentos en una edad adaptable. Incluso, si el niño se rebela en la adolescencia, hay una gran posibilidad de que regrese a una alimentación basada en plantas en la edad adulta, especialmente si los padres dan el ejemplo.
Este artículo ha sido adaptado desde el New Century Nutrition, un antiguo sitio de internet de salud y una publicación desarrollada bajo la dirección del Dr. T. Colin Campbell.
Crédito de la imagen: Thomas Hawk / Flickr
“Me presentaron por primera vez al Dr. Spock cuando me escribió después de leer uno de mis artículos sobre un profesor de Yale ya olvidado, el Dr. Russell Chittenden, quien había publicado dos libros acerca del efecto de una alimentación baja en proteína y basadas en plantas sobre el rendimiento atlético. Spock manifestó su sorpresa porque era estudiante y atleta en Yale a principios de los años veinte y sus entrenadores le decían que consumiera grandes cantidades de carne. En la séptima edición de su libro sobre cuidado infantil, él promovió no darles leche de vaca a los niños. Eso fue provocado por mi artículo sobre Chittenden y el consejo del Dr. Charlie Attwood, un pediatra y autor reconocido.”
T. Colin Campbell, PhD
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