Este artículo se publicó originalmente en www.MyPlantBasedProgram.com. Se reproduce con el permiso del Dr. Thomas Campbell.
¿Qué tan estricta tiene que ser mi alimentación? Esta pregunta, y sus variantes más cercanas, son las más comunes que recibo cuando por primera vez presento la idea de una alimentación 100 % basada en plantas sin procesar. En los Estados Unidos de hoy, evitar pura grasa añadida (aceites, mantequilla, margarina, aceite de coco, etc.), minimizar o evitar endulzantes añadidos, y evitar comidas de origen animal son comportamientos difíciles cuando se come fuera de casa o nos reunimos a comer socialmente.
Dentro de casa es más fácil de lo que mucha gente cree (“Oh, espera, ¿está permitido comer pasta?”), pero siempre es más difícil cuando comes fuera de casa.
Cuando la gente empieza a decidir lo estricta que deben ser con su alimentación, a menudo se preguntan si deben comer según el plan estrictamente la mayor parte del tiempo, pero no siempre. Básicamente, tu comportamiento se reduce a una serie de cálculos de costo/beneficio. Cuando los pacientes me preguntan sobre este plan de alimentación, a menudo quieren saber acerca de los costos y los beneficios de hacer alguna variación parcial de la alimentación o de hacerla a tiempo parcial.
Desde el punto de vista de la nutrición y la salud, sería falso decir que una cantidad relativamente pequeña de un solo alimento te va a hacer daño. Del mismo modo, sería falso decir que sabemos que una alimentación 100 % estricta tiene mayores beneficios para la salud que una 95% estricta. Tu alimentación y el estilo de vida en general influyen más que la elección de uno u otro alimento. Si tu alimentación y estilo de vida fueran impecables, entonces, dependiendo de tu genética, es casi seguro que podrías salirte con la tuya comiendo casi cualquier cosa en pequeñas cantidades y no te costaría mucho en términos de salud.
Por ejemplo, imaginemos que tienes una alimentación impoluta, pero te encanta el pollo frito y te empeñas en que debes comer no solo una pequeña cantidad, sino un cubo entero de pollo frito cada mes. Un cubo de pollo frito de KFC de ocho presas tiene alrededor de 1500 a 2000 calorías. Imaginemos también que eres un hombre joven, activo y que comes 2000 calorías al día, en promedio. En el transcurso de 30 días, ese cubo de pollo equivaldrá al 3 % a 4 % de todas tus calorías. Si eliges al 100 % cada uno de los otros bocados que pasan por tus labios, es improbable que ese 3 % – 4 % de miserables calorías tengan un impacto significativo en tu salud. En otras palabras, en esta situación, el costo para la salud de comer los trozos fritos del cadáver de un pollo es probablemente leve (para ti, pero no para el pollo), y el beneficio para la salud de evitarlo por completo, cuando todo lo demás es realmente perfecto, es probablemente marginal o inexistente.
Fíjate en cómo describo el riesgo: “probablemente” y “posiblemente”. No puedo saber con certeza si algunas personas en ciertas situaciones podrían tener un efecto adverso grave a una carga gigante de basura vertida en sus intestinos de una sola vez en un corto período de tiempo. Por ejemplo, para las personas en situaciones de salud delicadas, consumir incluso un solo día de basura podría provocar algo grave, como una exacerbación de la insuficiencia o fallo cardíaco. Pero para las personas que no están al borde de una calamidad de salud, es casi seguro que estarán bien. O, al menos, saldrán con problemas relativamente menores y transitorios (acidez estomacal o cambios desagradables en los movimientos intestinales).
Entonces, ¿te estoy dando luz verde para que disfrutes de tu capricho favorito rico en calorías? ¡NO! ¡SIGUE LEYENDO!
La pregunta es realmente de comportamiento. He trabajado con centenares de personas y probablemente puedo contar en una mano el número de personas que pueden evaluar con precisión cuánto se salen del plan. Si alguien me dice que come así el 90 % de las veces, puedo suponer que en realidad está comiendo entre el 60 % y el 70 % de sus calorías según el plan. Si alguien dice que come el 75 %, yo podría suponer que come el 50 %. No es preciso, pero se entiende el concepto.
El cerebro es un embaucador, un maestro de la racionalización. Probablemente has hecho racionalizaciones como “solo comeré un poco de esto” o “no he comido esto por lo menos en un par de semanas”, mientras minimizas convenientemente todas las otras excepciones que has hecho a tu plan de alimentación recientemente. Debido a que el cerebro racionaliza las cosas cuando se le da la oportunidad, creo que alguien que complace sus antojos y se come un cubo de pollo frito cada mes está, a última instancia, haciendo su tarea mucho más difícil, no más fácil. Le ha dado luz verde a su cerebro para que acepte diversas tentaciones y antojos de forma continua. Eso es lo que hace el cerebro. Y muy, muy pocas personas pueden ganar esa batalla.
En general, la alimentación y el estilo de vida son mucho más influyentes que esta o aquella elección alimenticia.
Aparte de la racionalización, la mayoría de las personas son muy malos jueces de calorías. Los estudios demuestran que cuando escogen comidas ricas y altas en calorías, la gente puede subestimar fácilmente el número de calorías que consumen. Si el capricho tiene una densidad calórica muy alta (piensa en el chocolate), no requiere gran volumen para que un “pequeño” capricho se convierta, de repente, en el 10 % – 20 % de las calorías de tu día. Por lo tanto, aunque tengas una idea precisa de la frecuencia con la que te has salido del plan, es posible que tengas un concepto muy pobre del porcentaje de tu ingesta energética total que se ha salido del plan.
Estos son problemas con los que personalmente estoy familiarizado porque he caído exactamente en estas mismas trampas. Todos caemos. Esa es la forma en que el cerebro humano se escabulle para obtener tantas calorías por bocado como sea posible. No es algo bueno, malo, inteligente, o estúpido; simplemente es así.
Como ya he dicho, he conocido algunas personas que son lo suficientemente obsesivas y rutinarias como para comer de forma intachable todo el tiempo, salvo pequeños caprichos planificados. Sin embargo, estoy hablando probablemente de unas pocas personas entre cientos de personas motivadas. Para la mayoría de nosotros, tan pronto como empecemos a negociar “pequeñas” indulgencias de vez en cuando, nuestro cerebro nos va a llevar por un camino peligroso, más allá de lo que podríamos imaginar.
¿Puedes lograr un equilibrio? Eso depende de ti. En tu casa y en tu entorno cotidiano, te recomiendo que te esfuerces por cumplir tu plan de alimentación al 100 %. Sin embargo, me doy cuenta de que es un poco más difícil cuando interactúas con el resto del mundo. Permíteme usar otro ejemplo. Creo que para mucha gente el escaso beneficio para la salud, si es que hay alguno, de estar libre de aceite en todos los entornos el 100 % del tiempo durante el resto de su vida, en comparación con las pequeñas cantidades de aceite poco frecuentes, puede no justificar el costo. El costo de estar libre de aceite al 100 % significa no comer casi nunca fuera de casa y limitar la mayoría de las comidas sociales. Entonces, ¿cómo quedan? Podrían comer fuera de vez en cuando y hacer las mejores elecciones posibles, pero no obsesionarse con un poco de aceite en la comida del restaurante. Para aquellos que están luchando contra una enfermedad avanzada o una condición severa, que en sí misma puede robarles sus más preciados placeres, puede valer la pena el costo de ser 100 % estrictos con su alimentación para saber que no están tentando el camino peligroso.
Sea cual sea tu situación, sé consciente del mundo que habitas. Esta cuestión no es tanto nutricional como de comportamiento. Puede que seas una persona encantadora, reflexiva, consciente de sí misma, e inteligente, pero las probabilidades de que tú también hagas malas elecciones alimentarias si empiezas a negociar con tu propio cerebro racionalizador, son abrumadoramente altas. Este es el resultado esperado de vivir en un entorno que nos arrastra a tomar la dirección equivocada, así que elige sabiamente.
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