Durante casi dos años, mi fe apasionada en los beneficios de un estilo de vida basado en plantas sin procesar (WFPB, por sus siglas en inglés) ha mejorado mi reacción al cáncer, mi historial de enfermedad cardíaca, y mi vida en general. Lo que voy a contarles no es una exageración ni una historia de horror. Es una celebración por haber adquirido un tipo de conocimiento que ha cambiado el curso de mi vida. Se basa en una experiencia personal y profesional nacida de un tiempo bien ganado en algunos hospitales de Estados Unidos en observación de enfermedades.
En el verano del 2014, después de ver Forks Over Knives por tercera vez, intenté adoptar el estilo de vida basado en plantas sin procesar. Lo hice con cierto éxito, pero no logré mantenerlo por más de seis meses. Como sobreviviente de un cáncer prolongado y un ataque cardíaco, ya sufría de un sistema inmune algo debilitado. Tras un traslado de casi 4828 kilómetros (tres mil millas) el año anterior al noroeste del país (área del Pacífico), empecé a desarrollar un engrosamiento de la pared de la vejiga, apendicitis y, por primera vez en mi vida, un considerable aumento de peso. No solo había vuelto a la dieta americana estándar, sino que estaba abusando de las aves, los huevos y el queso.
Aunque había entablado una buena relación con un nuevo cardiólogo, mi médico de cabecera era un médico naturópata de mucha experiencia y clínicamente hábil. Ya habíamos tratado con éxito un tumor de pulmón mediante el uso de poderosas hierbas y otros medios naturales. A pesar de este éxito, debido a cierta regresión personal, a finales del 2018 comencé a sufrir las consecuencias de no vivir de la manera más saludable. También había aumentado lenta, pero seguramente, nueve kilogramos (20 libras). Al notar sangre en la orina, junto con la eventual incapacidad de orinar, me presenté en diciembre de ese año al servicio de urgencias del hospital, donde me diagnosticaron una grave infección del tracto urinario. Poco después, me diagnosticaron con carcinoma urotelial, un tipo de cáncer de vejiga. Me sometí a una resección inicial de la vejiga a principios de 2019. Mi urólogo de entonces me recomendó por lo menos una ronda de quimioterapia intravesical tras ser dado de alta.
Cuando tenía 23 años, sufrí un carcinoma embrionario, una forma de cáncer testicular de rápida propagación. Fui tratado en una de las instituciones más importantes de Estados Unidos para esta enfermedad. Me sometí a una cirugía radical y a una quimioterapia muy agresiva. En 2018, rechacé la quimioterapia que me ofrecieron, así como la alternativa, el bacilo de Calmette-Guérin, una forma de lo que la medicina convencional denomina “inmunoterapia”. Hay pruebas de que mis anteriores tratamientos de quimioterapia de hace 35 años me causaron ataques al corazón[1] (dado que tuve dos infartos de miocardio en 2008 en un periodo de 24 horas gracias a un stent periprocedimental que casi me mata en la sala de cirugía), se implicaron en mi prediabetes[2], así como otras numerosas complicaciones “menores”, no vi ninguna razón para volver a ese método.
En octubre de 2019, después de ver varias presentaciones de los doctores T. Colin Campbell, John McDougall, Caldwell Esselstyn y otros, decidí comprometerme plenamente con el estilo de vida basado en plantas sin procesar de una vez por todas. He empleado un enfoque múltiple para mi cáncer de vejiga y puedo decir honestamente que tener una alimentación basada en plantas sin procesar es la única herramienta en mi maletín de la que tengo control absoluto y completo; ¡sin necesidad de médicos! En el momento de escribir esto, han pasado casi tres años desde mi diagnóstico y parece que me va bien. Debido a la pandemia del COVID-19, tengo la suerte de poder trabajar desde casa y centrarme principalmente en mi curación. El carcinoma urotelial es testarudo, por no decir otra cosa, pero hasta ahora parece que soy capaz de frenar su ritmo de crecimiento mediante la alimentación basada en plantas sin procesar, así como otros tratamientos específicos para el cáncer con mi médico naturópata de cabecera. Mi verdadera trayectoria en la inmunoterapia finalmente ha comenzado.
Se necesita experiencia y concentración extrema para no ceder a las presiones oncológicas actuales de la comunidad médica. La tendencia de la atención médica estadounidense de ver el cáncer como un enemigo que hay que destruir en lugar de un amigo que simplemente ha fracasado en el cuerpo y ha crecido a proporciones épicas. Como antiguo capellán del hospital, puedo atestiguar que hemos progresado algo en el aspecto mente/cuerpo/espíritu de la atención al paciente, pero aún nos queda mucho camino por recorrer. Los hospitales de Estados Unidos se rigen principalmente por el dinero, a pesar de que muchos cuidadores de todos los niveles se esfuerzan por demostrar lo contrario. Tengo el máximo respeto por nuestros trabajadores de salud, pero nos guste o no, todos trabajan bajo el paraguas del lucro.
A veces utilizo un ejemplo relacionado con las artes marciales para describir el enfoque de nuestro país sobre la asistencia de la salud, especialmente en lo que respecta al cáncer. En lugar de usar destrucción a nivel general del cuerpo como último recurso, se ha convertido en el primero. Nuestro sistema pone en marcha un método similar al del karate para combatir la enfermedad: atacar al “enemigo” con un golpe letal, a pesar de cualquier daño colateral. Es como si nunca se le hubiera ocurrido al sistema emplear una fórmula similar a la del aikido. Es decir, trabajar en armonía con el proceso de la enfermedad, uniéndolo al cuerpo (con un enfoque nutricional y espiritual) para que ambos puedan finalmente coexistir. Las emociones positivas, los alimentos positivos, y un espíritu positivo pueden acompañarnos por el largo camino, especialmente en el ámbito de la expresión genética.
El carcinoma urotelial es testarudo, por no decir otra cosa, pero hasta ahora parece que he podido frenar su ritmo de crecimiento mediante la alimentación basada en plantas sin procesar, así como con otros tratamientos específicos para el cáncer.
Durante los años en los que ofrecí asesoramiento pastoral en la práctica privada, utilicé un enfoque de sistemas familiares. En la teoría de los sistemas familiares de Bowen, un paradigma sistémico inherentemente holístico, se habla de la “diferenciación del yo” o, más concretamente, de la responsabilidad del yo. El Dr. Campbell se refiere brevemente a este concepto:
Si los genes y los carcinógenos explican el cáncer humano, entonces la aparición del cáncer se debe a algo que está fuera de nuestro control: es destino. Solo tenemos suerte o mala suerte; no tenemos ninguna responsabilidad en el desarrollo de un cáncer o de mantenernos libres de él. Sin embargo, si el desequilibrio nutricional es más importante como causa del cáncer que los carcinógenos químicos — si nuestra alimentación puede activar o desactivar el cáncer —, entonces el cáncer es algo sobre lo que los individuos tienen alguna responsabilidad.[3]
Como paciente de cáncer, asumo suficiente responsabilidad por lo que me ha sucedido, así que tomar un papel activo en mi cuidado es mi obligación. Trabajar a diario en reducir la expresión de los genes del cáncer que tengo a través de esfuerzos como un estilo de vida basado en plantas sin procesar, me incumbe y ningún médico de ninguna clasificación puede hacerlo por mí. Pueden estar de acuerdo conmigo o no, pero al final, es mi responsabilidad.
Independientemente del resultado de esta experiencia con el cáncer de vejiga, haber sido capaz de salirme del sistema de salud estándar y hacer lo que es más sano para mí ha sido, es, y será la victoria suprema.
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